Meditaci¨®n
En el escarpado monasterio El Nido del Tigre de But¨¢n un maestro venerable me dio algunos consejos para equilibrar el diafragma
En el escarpado monasterio El Nido del Tigre de But¨¢n un maestro venerable me dio algunos consejos para equilibrar el diafragma. Me dijo: come despacio, dem¨®rate masticando, puesto que la primera digesti¨®n se realiza en la boca; concentra tu pensamiento en el largo camino que ha tenido que recorrer ese alimento hasta llegar a tu est¨®mago. Expresadas por un monje budista color azafr¨¢n al pie del Himalaya estas normas diet¨¦ticas adquir¨ªan una proyecci¨®n m¨ªstica. A la hora de sentarte a la mesa ¡ªa?a...
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En el escarpado monasterio El Nido del Tigre de But¨¢n un maestro venerable me dio algunos consejos para equilibrar el diafragma. Me dijo: come despacio, dem¨®rate masticando, puesto que la primera digesti¨®n se realiza en la boca; concentra tu pensamiento en el largo camino que ha tenido que recorrer ese alimento hasta llegar a tu est¨®mago. Expresadas por un monje budista color azafr¨¢n al pie del Himalaya estas normas diet¨¦ticas adquir¨ªan una proyecci¨®n m¨ªstica. A la hora de sentarte a la mesa ¡ªa?adi¨®¡ª viste siempre ropa holgada de lino o de algod¨®n, no permitas que ninguna tela con fibra sint¨¦tica roce nunca tu piel. Siempre he cre¨ªdo que para una buena digesti¨®n lo m¨¢s importante son los comensales en una alegre sobremesa. Pero dispuesto a seguir las ense?anzas del venerable me puse a meditar mientras me enfrentaba a solas con unas chuletas de cordero. Imagin¨¦ que esa carne pertenec¨ªa a un pobre animal que hab¨ªa sido conducido al matadero hacinado en un cami¨®n para ser degollado sin que soltara siquiera un balido lastimero ante un destino tan aciago. Deduje que comiendo esa carne tambi¨¦n asimilaba su humillaci¨®n y mansedumbre. ?De d¨®nde proven¨ªa ese melocot¨®n que me llevaba ahora a la boca? Seguramente habr¨ªa sido recogido del campo por un inmigrante n¨¢ufrago llegado en patera, explotado y sin papeles. La meditaci¨®n me llev¨® a aceptar que con esa fruta tambi¨¦n consum¨ªa su injusticia. Despu¨¦s le¨ª la etiqueta de mi camisa. Algod¨®n 100% confeccionada en Banglad¨¦s, sin duda, por las manos de unas ni?as esclavizadas en un s¨®tano clandestino lleno de ratas. Peor que la fibra sint¨¦tica era la esclavitud la que rozaba mi piel. Puesto que la meditaci¨®n me condenaba al hambre y a la desnudez imagin¨¦ que el venerable quer¨ªa decir: a la hora de comer y de vestir, olvida lo que vistes y comes; piensa solo en nubes rosas, piensa en las flores.