Espa?a: entre la monta?a y la ruleta rusas
Nos vemos de repente en un cuadril¨¢tero ideol¨®gico que replica los dilemas del trumpismo y el chavismo
La pol¨ªtica democr¨¢tica ha dejado de serlo para convertirse en un espect¨¢culo. Est¨¢ triunfando el populismo e imponiendo sus din¨¢micas. La institucionalidad deliberativa sufre el asalto de la irracionalidad efectista y el pa¨ªs est¨¢ en manos de pol¨ªticos que se comportan como adolescentes que han convertido la democracia liberal en un chat impulsivo lleno de peligrosas ocurrencias. El problema es que cuando se pierde el respeto a la democracia con may¨²sculas y se rompen las reglas de juego de la prudencia, la ¨¦tica y la inteligencia, aquella empieza a tener sus d¨ªas contados. Primero, pasa a declinarse con min¨²sculas y, despu¨¦s, se borra con la goma del autoritarismo sin que nadie mueva ya un dedo por ella.
Espa?a est¨¢ sometiendo a la pol¨ªtica democr¨¢tica a una trituradora insensata. Vivimos atrapados dentro de un bucle que acelera el ritmo de los acontecimientos sin reflexi¨®n ni distancia. Estamos exponi¨¦ndonos a terminar en las fauces de la historia de siempre porque algunos han decidido que tenemos que vivir dentro de una burbuja virtual en forma de videojuego ideol¨®gico. Sin soluci¨®n de continuidad, la democracia es desacreditada cada d¨ªa por quienes la protagonizan con decisiones y palabras que nos colocan en una situaci¨®n de vulnerabilidad extrema que nos hace v¨ªctimas propiciatorias de una toxicidad pol¨ªtica sin l¨ªneas rojas.
Frente al ¡°socialismo o libertad¡± de hace unos d¨ªas, se levanta ahora la bandera del ¡°?No pasar¨¢n!¡±. Las urnas en Madrid se mueven del tel¨®n de acero y la guerra fr¨ªa al puente de los Franceses y la Guerra Civil. Una polarizaci¨®n tem¨¢tica que escala y adquiere intensidades que no nos merecemos como sociedad. Llevamos conviviendo m¨¢s de 40 a?os en democracia y sufriendo un a?o terrible de pandemia, para vernos de repente en medio de un cuadril¨¢tero ideol¨®gico que replica los dilemas del trumpismo y el chavismo.
?Nos merecemos una pol¨ªtica democr¨¢tica que se asienta sobre una estructura de frivolidad y mercadotecnia hiperactivas? ?Tiene sentido tirar todos los d¨ªas por la borda los principios democr¨¢ticos de vivirnos como una comunidad ¨¦tica basada en la institucionalidad representativa de dar voz a la sensatez del mayor n¨²mero? Es m¨¢s, ?cu¨¢ndo van a entender algunos pol¨ªticos que no puede forzarse la democracia liberal para ver hasta d¨®nde puede dar de s¨ª?
Estamos avanzando hacia una tempestad sin precedentes. Esto sucede porque funcionamos como si estuvi¨¦ramos dentro de un gran parque de atracciones pol¨ªtico. Hemos sustituido la seria racionalidad comunicativa habermasiana por una ingeniosa monta?a rusa tuiteada que incrementa su velocidad, arriesga m¨¢s y se desliza buscando loopings cada vez m¨¢s peligrosos mientras sustituye razones habladas por emociones que se gritan. Esto es, precisamente, el populismo. Gobernar y ser oposici¨®n a golpe de activar pasiones y emociones que transforman la ciudadan¨ªa en una experiencia sustitutiva de consumo de morbidez ideol¨®gica.
Estamos descuadernando la democracia liberal al privar a las instituciones del respeto que se merecen formal y materialmente. Estamos brutalizando su funcionamiento al convertirla en una jungla sin reglas de juego, en donde todo vale y todo es posible con tal de ganar la partida, ocupar el poder a cualquier precio y ver c¨®mo se dobla el brazo al adversario. Ganar ya no basta. Ahora hay que aplastar y humillar. Los extremos imponen sus marcos y convertimos la pol¨ªtica en una despliegue de din¨¢micas antisistema que buscan justificar la urgencia de instaurar una democracia inmediata y polarizada, volcada sobre cotos tribales binarios que destruyan el pluralismo, la diversidad, la tolerancia y los matices de los horizontes mentales.
Nos deslizamos por una pendiente que nos lleva directamente al desag¨¹e de la historia si no se pone remedio. Nos hemos asomado durante mucho tiempo al abismo de la antipol¨ªtica. La hemos, incluso, normalizado al pactar o gobernar con ella. Y, ahora, finalmente, quiere tomar las riendas de nuestra vida. Se ha asomado en nuestros corazones y nubla nuestra racionalidad para reclamar lo que considera que es su derecho: imponer el odio como sentido y fin de las cosas.
Estamos en manos del populismo y Madrid se ha convertido en un campo de batalla que confirma la ambici¨®n populista por transformar la pol¨ªtica en una guerra cultural de trincheras frentistas, gas mostaza, fuego de tambor y bayonetas. La monta?a rusa de la frivolidad y el espect¨¢culo nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª. Ahora ya estamos donde quer¨ªan los que empezaron a jugar a ser populistas, a derechas e izquierdas. Los dos bandos lo han hecho a la vez despu¨¦s de leer a Carl Schmitt por personajes interpuestos: unos, mediante Leo Strauss; los otros, a trav¨¦s de Ernesto Laclau.
El desenlace es una democracia dividida y al borde de la confrontaci¨®n m¨¢s virulenta. Con el liberalismo y la socialdemocracia marginadas e impotentes, y viendo c¨®mo los due?os del tablero pol¨ªtico convierten la pol¨ªtica partidista en una ruleta rusa que no duda en poner el ca?¨®n del arma populista sobre la sien de nuestra democracia.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle fue secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016, y de Agenda Digital entre 2016 y 2018.
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