Los errores nucleares de Boris Johnson
La estrategia at¨®mica y el incumplimiento del pacto con la UE empa?an la imagen de Reino Unido
Tras su salida de la Uni¨®n Europea, Reino Unido busca configurar su nuevo papel en el mundo. El primer ministro, Boris Johnson, defiende la idea de un pa¨ªs con proyecci¨®n global, abierto a forjar relaciones y defensor del mult...
Tras su salida de la Uni¨®n Europea, Reino Unido busca configurar su nuevo papel en el mundo. El primer ministro, Boris Johnson, defiende la idea de un pa¨ªs con proyecci¨®n global, abierto a forjar relaciones y defensor del multilateralismo. Suena bien. Pero varios de sus primeros pasos producen seria perplejidad con respecto a la coherencia con esos objetivos declarados. El ¨²ltimo es el documento Estrategia Internacional de Pol¨ªtica Exterior y Seguridad, que abre paso a un consistente incremento del arsenal nuclear brit¨¢nico, elevando el tope de cabezas nucleares de las 180 actuales a 260. No hay detalles con respecto a la hoja de ruta del incremento, que por tanto queda en la niebla, pero el mero anuncio mina los loables esfuerzos internacionales para el desarme at¨®mico y da argumentos a otras potencias para hacer lo mismo. Se trata de un giro de 180 grados no solo respecto a la tradicional acci¨®n diplom¨¢tica brit¨¢nica para detener la carrera nuclear, sino incluso respecto al trabajo desarrollado largo tiempo por Londres en tecnolog¨ªa destinada precisamente a lo contrario: la verificaci¨®n de la no proliferaci¨®n. Pero, sobre todo, Reino Unido, va en contra del esp¨ªritu del Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear de 1968, que fija como objetivo la reducci¨®n progresiva de los arsenales de las potencias nucleares.
La estrategia de Johnson esboza la aspiraci¨®n a ser una peque?a superpotencia, con un punto de nostalgia victoriana. Pero es muy dudoso que Reino Unido pueda permitirse sostener un papel realmente global y de amplio espectro. Para una potencia media y comparativamente declinante, es mucho m¨¢s l¨®gico actuar en red y buscar sinergias con socios con intereses convergentes, que en este caso obviamente son la OTAN, para algunas cosas, y los pa¨ªses europeos para otras (amenazas comunes como el yihadismo o la creciente agresividad rusa, por ejemplo). La primera cooperaci¨®n est¨¢ garantizada; la apuesta por la segunda deja mucho que desear.
En ese sentido, cabe destacar otra din¨¢mica que vuela por completo la imagen de un Reino Unido como socio fiable: la ruptura unilateral de parte de lo establecido en el Protocolo de Irlanda en el anexo del Acuerdo de Retirada de la UE. Se trata de una injustificada violaci¨®n de un acuerdo duramente negociado y por la que Bruselas, correctamente, ha abierto un expediente.
Al margen de los discursos sobre un Reino Unido global y abierto, lo que realmente prima en los hechos desde que Johnson lleg¨® al 10 de Downing Street es un instinto nacionalista por encima de casi todo, y desde luego de compromisos alcanzados por ¨¦l mismo. Johnson har¨ªa bien en tener en cuenta que ciertos gestos unilaterales no acaban ah¨ª: acarrean consecuencias. Ni siquiera a la mayor potencia del mundo, EE UU, le ha ido muy bien con un unilateralismo desatado.