La delirante trayectoria de Boris Johnson
Cultiva la excentricidad. Conocidos son sus bandazos y su oportunismo. As¨ª ha construido su carrera el hombre que est¨¢ conduciendo a su pa¨ªs a la salida de la UE
Boris Johnson emplea un t¨¦rmino extra?o en su novela de 2014, Seventy Two Virgins ["Setenta y dos v¨ªrgenes"], la ¨²nica que ha publicado. El protagonista es un diputado conservador de segunda fila como lo era Johnson en aquel momento. Roger Barlow es, de hecho, un autorretrato no demasiado halagador: va en bicicleta a Westminster, traiciona a su esposa, y es fr¨ªvolamente racista y pol¨ªticamente oportunista, adem¨¢s de famoso por su extravagante desali?o. En la novela, Barlow vive con el constante temor a que un esc¨¢ndalo sensacionalista ponga fin a su carrera. En un momento de introspecci¨®n, reflexiona: ¡°Hab¨ªa algo lascivo en su deseo de leer sobre su propia destrucci¨®n, igual que hab¨ªa algo extra?o en la manera en que hab¨ªa sido impelido a mantener el rumbo que hab¨ªa tomado. Tal vez no fuese un ¨¢krata genuino. Tal vez ser¨ªa m¨¢s exacto decir que le mov¨ªa el impulso de th¨¢natos¡±.?
El libro es una novela humor¨ªstica de suspense sobre un complot terrorista para secuestrar al presidente de Estados Unidos mientras pronuncia un discurso en Londres. Estos t¨¦rminos griegos llaman la atenci¨®n. En parte funcionan como significantes de clase social dentro de un c¨®digo ling¨¹¨ªstico de larga tradici¨®n. Salpicar aqu¨ª y all¨¢ unas cuantas expresiones cl¨¢sicas denota que el autor es producto de un colegio privado de ¨¦lite ¡ªEton en el caso de Johnson ¡ªy, en consecuencia, un aut¨¦ntico pijo (cuando en junio, durante la carrera para reemplazar a Theresa May como l¨ªder de los tories, le preguntaron qui¨¦n era su h¨¦roe pol¨ªtico, Johnson se decidi¨® por Pericles de Atenas). La elecci¨®n del th¨¢natos es interesante y la idea de que pudiese tener un deseo suicida no resultar¨¢ extra?a para quienes han seguido la trayectoria del pol¨ªtico y su pasmosa temeridad. Pero lo intrigante es que mencione el t¨¦rmino ¨¢krata.
La campa?a para abandonar la UE, que Johnson condujo a una sorprendente victoria en el refer¨¦ndum de junio de 2016, debi¨® gran parte de su ¨¦xito a un eslogan cuidadosamente calibrado: ¡°Retomemos el control¡±. La akrat¨ªa, un concepto que S¨®crates, Plat¨®n y, sobre todo, Arist¨®teles analizaron en profundidad, es lo opuesto al control. Significa literalmente ¡°perder las riendas de uno mismo¡±, y tiene distintas traducciones: ¡°debilidad de la voluntad¡±, ¡°incontinencia¡± y ¡°p¨¦rdida del autocontrol¡±. Seg¨²n Arist¨®teles, un ¨¢krata es una persona que sabe lo que es correcto, pero no puede evitar hacer lo contrario. El t¨¦rmino no solo le viene como anillo al dedo a Johnson, como ¨¦l mismo parece haber intuido, sino que adem¨¢s explica por qu¨¦ este pol¨ªtico encarna mejor que nadie un proyecto de salida de la UE en el que quienes prometieron ¡°volver a tomar el control¡± son completamente incapaces de ejercerlo, incluso sobre s¨ª mismos. ¡°?Dios, oh Diosss!¡±, exclama Barlow [protagonista de la novela], antes de lanzar una pregunta cuyo eco resuena hoy entre gran parte de la ¨¦lite brit¨¢nica, ¡°?Por qu¨¦ lo hizo? ?Por qu¨¦ tuvo que adoptar esta posici¨®n absurda?¡±.
Para entender c¨®mo el car¨¢cter ¨¢krata de Boris Johnson ha llevado a su pa¨ªs a un estado pr¨®ximo a la anarqu¨ªa hay que volver a los d¨ªas inmediatamente anteriores al 21 de febrero de 2016, cuando el pol¨ªtico anunci¨® ante la prensa que iba a apoyar la campa?a para dejar la UE. Fue un momento crucial, ya que hasta entonces los sondeos hab¨ªan se?alado que, en lo que result¨® un refer¨¦ndum muy re?ido, nadie ten¨ªa tanta influencia sobre los votantes como ¨¦l. ¡°El car¨¢cter de un hombre es su destino, dec¨ªan los griegos, y yo coincido con ellos¡±, afirma Johnson en El factor Churchill, su libro de 2014 sobre el estadista brit¨¢nico, que lleva el elocuente subt¨ªtulo de "Un solo hombre cambi¨® el rumbo de la historia".?
Ese libro demuestra que Johnson es un aut¨¦ntico adepto a la teor¨ªa del Gran Hombre para explicar la historia, pero el momento que el destino le ten¨ªa reservado a ¨¦l se ha desarrollado como una farsa en la que la suerte del pa¨ªs cambia en virtud no de la resoluci¨®n churchilliana, sino de la indecisi¨®n johnsoniana. Y es que Johnson ha ido ¡°dando bandazos como un carrito de supermercado¡±, seg¨²n sus propias palabras. El 20 de febrero de 2016 escribi¨® un mensaje de texto al primer ministro David Cameron para decirle que iba a defender la salida de la UE. Al cabo de unas horas volvi¨® a escribirle y le dijo que quiz¨¢ cambiase de opini¨®n y apoyase la permanencia. En alg¨²n momento entre ese mensaje y el d¨ªa siguiente escribi¨® al menos dos columnas para The Daily Telegraph. Se acercaba la hora de entrega, as¨ª que redact¨® un art¨ªculo argumentando apasionadamente a favor de la salida y otro sosteniendo que el coste ser¨ªa demasiado alto (cuando, en una ocasi¨®n, le preguntaron si ten¨ªa convicciones, Johnson respondi¨®: ¡°Solo una¡ a favor de superar el l¨ªmite de velocidad¡±). A primera hora de la tarde del domingo volvi¨® a escribir al primer ministro para informarle de que estaba a punto de anunciar irrevocablemente su apoyo al Brexit. Pero, como Cameron le cont¨® a su director de comunicaci¨®n, Craig Oliver, Johnson a?adi¨® dos puntos dignos de menci¨®n. Uno era que ¡°no esperaba ganar, ya que cre¨ªa que la opci¨®n del Brexit ser¨ªa machacada en el refer¨¦ndum¡±. El otro punto es asombroso: ¡°Dijo literalmente que cre¨ªa que pod¨ªamos salir de la UE, pero seguir ocupando un puesto en el Consejo Europeo y tomando decisiones¡±.?
Su ignorancia no equivale a estupidez. Es la estudiada despreocupaci¨®n que aparenta gran parte de la clase alta inglesa
La expectativa ¡ªtal vez la esperanza¡ª de que el Brexit fuese derrotado en las urnas es reveladora. La ret¨®rica antieurope¨ªsta de Johnson fue en todo momento una funci¨®n de t¨ªteres de cachiporra, y sin la UE para interpretar el papel del aporreado no habr¨ªa espect¨¢culo. Ahora bien, creer que el Reino Unido conservar¨ªa su puesto en el Consejo Europeo aun si abandonaba la Uni¨®n es un disparate. Johnson no solo no estaba seguro de haber adoptado la postura correcta en uno de los asuntos m¨¢s importantes a los que se hab¨ªa enfrentado su pa¨ªs desde la Segunda Guerra Mundial, sino que no era consciente de la consecuencia m¨¢s elemental del Brexit. En 1973 el Reino Unido se hab¨ªa unido al Mercado Com¨²n ¡ªcomo se llamaba entonces la UE¡ª precisamente porque le afectaban profundamente las decisiones que se tomaban en Bruselas y le conven¨ªa poder intervenir en ellas en condici¨®n de igualdad. Que Johnson creyese que el Reino Unido continuar¨ªa teniendo un sitio a la mesa en Bruselas despu¨¦s del Brexit indica un profundo desconocimiento no solo de lo que aguardaba a su pa¨ªs, sino tambi¨¦n de su historia tras la guerra.?
Su ignorancia no equivale a estupidez. Johnson es verdaderamente listo y, como demuestra Barlow, su alter ego en la ficci¨®n, se conoce bien. Es la estudiada despreocupaci¨®n que aparenta gran parte de la clase alta inglesa, cuyos modales y actitudes ¨¦l ¡ªen realidad producto de un entorno burgu¨¦s m¨¢s bien bohemio¡ª ha absorbido a conciencia. Las consecuencias son para el vulgo; la seriedad, para quienes cobran por arreglar el desastre. En Seventy Two Virgins, Barlow es diseccionado por su sensata becaria (que esta humilde ayudante se llame Cameron da muestra de la rivalidad incestuosamente amistosa que existe entre Johnson y la otrora estrella emergente del Partido Conservador, tambi¨¦n exalumno de Eton). En la novela, la joven lo ve en un mitin electoral: ¡°Barlow hab¨ªa dado una respuesta inteligente¡ y entonces lo tir¨® todo por la borda con una salida de tono. (¡) ?No entend¨ªa que a esa gente le preocupaba la pregunta?¡±. Preocuparse por la pregunta no va con Barlow, ni tampoco con Johnson. En realidad, todo lo que dice Johnson es una salida de tono. Como concluye Cameron (la ayudante, pero tambi¨¦n el primer ministro, cabe suponer), ¡°se caracteriza por ser elusivo en sentido pol¨ªtico, moral y, qu¨¦ demonios, puramente f¨ªsico¡±.?
¡°Elusivo¡± puede ser una manera educada de decir mentiroso, y es que es imposible entender a Johnson sin recordar que ha construido su carrera literalmente sobre la mendacidad. Al final de aquel fat¨ªdico fin de semana de 2016, The Daily Telegraph, que le paga 275.000 libras al a?o por una columna semanal, guard¨® obedientemente en un caj¨®n su alegato a favor de la permanencia y public¨® el texto antieuropeo. En ¨¦l se mencionaba como principal raz¨®n para abandonar la Uni¨®n que ¡°cuanto m¨¢s hace la UE, menos margen queda para tomar decisiones a nivel nacional. A veces las normas europeas resultan sencillamente rid¨ªculas, como las que establecen que no se pueden reciclar las bolsitas de t¨¦ o que los ni?os de menos de ocho a?os no pueden inflar globos¡±. La verdad es que algunos Ayuntamientos del propio Reino Unido introdujeron normas contra el reciclaje de las bolsitas de t¨¦ ajenas a la UE. En cuanto a la prohibici¨®n de inflar globos, lo ¨²nico que exige la UE es que los paquetes de globos lleven la advertencia: ¡°Cuidado: los ni?os de menos de ocho a?os pueden atragantarse o asfixiarse¡±.
Pero Johnson sabe que una mentira sabrosa deja m¨¢s huella que una verdad insulsa. Nuestro hombre es producto del restringido mundillo de la clase privilegiada inglesa, en el que las mismas personas pasan de los colegios de ¨¦lite a las universidades de ¨¦lite, y de estas a carreras (a menudo intercambiables) en la pol¨ªtica y los medios de comunicaci¨®n (entre los coet¨¢neos de Johnson en Oxford se encontraban David Cameron, miembro del elitista Bullingdon Club; Jeremy Hunt y Michael Gove, sus principales rivales en la lucha por el liderazgo de los tories, y los jefes de redacci¨®n de pol¨ªtica de la BBC y Channel 4, que ahora informan sobre ¨¦l).
Al poco de salir de la universidad, Johnson recal¨® en The Times. All¨ª aprendi¨® una valiosa lecci¨®n: inventar historias es rentable. El peri¨®dico tuvo que despedirlo porque hab¨ªa achispado un art¨ªculo anodino invent¨¢ndose citas escabrosas y atribuy¨¦ndoselas a un historiador de Oxford (que result¨® ser su propio padrino). Pero en lugar de truncar su carrera period¨ªstica, aquel caso fue la semilla que lo hizo florecer. Casi de inmediato fue contratado por The Daily Telegraph, que le mand¨® de corresponsal a Bruselas entre 1989 y 1994.
Ese puesto es un tanto especial. Consiste casi exclusivamente en informar sobre la UE y, por tanto, acarrea cierto prestigio. No obstante, la mayor parte del tiempo la informaci¨®n es aburrida. As¨ª que Johnson ten¨ªa un empleo muy apetecible pero con escasa proyecci¨®n p¨²blica. Su genialidad consisti¨® en convertir en noticias de portada las que deber¨ªan haber aparecido en la p¨¢gina 20, sacando punta a reglamentaciones relativamente intrascendentes y exager¨¢ndolas para presentarlas como ataques dementes contra las costumbres brit¨¢nicas. Asegur¨® que la UE hab¨ªa sopesado ¡°planes para establecer una anchura m¨¢xima de 54 mil¨ªmetros en los condones¡±, cosa que, como es l¨®gico, limitar¨ªa a los ingleses mejor dotados. Tambi¨¦n detect¨® una norma que limitaba los aditivos que pod¨ªan contener los paquetes de patatas fritas e hizo de ello una cuesti¨®n de soberan¨ªa nacional. En 2002 confes¨®: ¡°Algunas de mis horas m¨¢s dichosas las he pasado en un estado de semiincoherencia, componiendo rabiosos himnos de odio contra la ¨²ltima euroinfamia: la prohibici¨®n de las patatas fritas con sabor a c¨®ctel de gambas¡±.?
Perfeccion¨® su pr¨¢ctica del periodismo (y luego de la pol¨ªtica) como si se tratase de un sketch de Monty Python
Sus art¨ªculos eran burbujas de indignaci¨®n imaginarias (las patatas con sabor a c¨®ctel de gambas nunca fueron prohibidas), pero los rabiosos himnos de odio eran reales. Las performances period¨ªsticas antieuropeas de Johnson constitu¨ªan una especie de m¨¦todo interpretativo, y exig¨ªan de sus editores y lectores una suspensi¨®n voluntaria del escepticismo.?
Esto abre dos interrogantes importantes en relaci¨®n con el personaje. Uno: ?se cree Johnson alguna de sus afirmaciones? Y ?le creen sus seguidores? La respuesta es s¨ª a las dos cosas, pero es como un actor que habita su papel y el p¨²blico lo acepta consciente del fingimiento. El atractivo de Johnson reside precisamente en haber creado un personaje c¨®mico que elude la diferencia entre realidad y representaci¨®n.
Para los fil¨®sofos griegos, la akrat¨ªa ten¨ªa algo de misterioso. ?Por qu¨¦ la gente hace lo incorrecto a sabiendas? Johnson conoce la repuesta. Lo hacen, al menos en Inglaterra, porque la complicidad es fundamental para obtener un sentimiento de pertenencia. Uno tiene que estar ¡°en el ajo¡±, y Johnson no ha hecho m¨¢s que mostrar hasta d¨®nde son capaces de llegar algunos ingleses con tal de que no parezca que no se enteran. En su cl¨¢sico estudio Watching the English ["Observando a los ingleses"], la antrop¨®loga Kate Fox insin¨²a que una regla crucial del discurso nacional es lo que ella llama ¡°la importancia de no ser serio¡±. ¡°Al nivel m¨¢s b¨¢sico, una norma subyacente en toda conversaci¨®n inglesa es la proscripci¨®n de la seriedad¡±. Johnson la ha aprovechado a la perfecci¨®n, consciente de que millones de compatriotas prefieren seguirle la corriente en sus delirantes invenciones que ser acusados del colmo de los pecados, que es tomarse las cosas demasiado en serio.?
¡°Boris es Boris¡± (la expresi¨®n que se utiliza desde hace tiempo para excusarlo) es una pose, un viraje, un espect¨¢culo ambulante. En 1968, Stanley, padre de Johnson, fue despedido de su empleo del Banco Mundial por presentar una propuesta burlona para que se concediese a Egipto un pr¨¦stamo de 100 millones de d¨®lares para construir tres nuevas pir¨¢mides y una esfinge. Su hijo ha cultivado en Inglaterra un p¨²blico m¨¢s amplio sirvi¨¦ndose de la idea, c¨®mica a medias y convincente tambi¨¦n a medias, de que la UE podr¨ªa ser una empresa igual de absurda.
Durante sus a?os en Bruselas, ?Johnson perfeccion¨® la pr¨¢ctica del periodismo pol¨ªtico (y m¨¢s tarde, de la pol¨ªtica misma) como un sketch de Monty Python. La Bruselas de Johnson es un laberinto de reductos burocr¨¢ticos en el que acechan un Ministerio de Globos Peligrosos, otro de Condones Diminutos y un tercero de Patatas Fritas Ins¨ªpidas. En este teatro del absurdo, lo de menos es si las historias son verdad; lo importante es que sean lo bastante absurdas como para volar por debajo del radar de la verosimilitud y atinar en el placentero punto en el que los prejuicios preexistentes se confirman.
Esta broma no solo le granje¨® una gran popularidad como antipol¨ªtico c¨®mico, sino que tambi¨¦n lo convirti¨®, a ojos de muchos de sus compatriotas, en la encarnaci¨®n de ese tesoro patri¨®tico que es la excentricidad inglesa. La tradici¨®n de aceptaci¨®n de la excentricidad (aunque, la verdad sea dicha, solo la de los hombres de clase alta) como demostraci¨®n del amor ingl¨¦s por la libertad y el individualismo viene de lejos. Nada menos que John Stuart Mill en Sobre la libertad (1859) relacion¨® la excentricidad con la ¡°fortaleza de car¨¢cter¡±, pero Johnson ha conseguido darle la vuelta: es precisamente su debilidad de car¨¢cter (el caos, la inutilidad, la mendacidad) lo que proporciona a sus admiradores una demostraci¨®n patri¨®ticamente esperanzadora de que el aut¨¦ntico esp¨ªritu ingl¨¦s todav¨ªa no ha sido triturado por las fauces homogeneizadoras de la UE.?
No debemos perder de vista que Johnson aprendi¨® mucho del h¨¦roe de su infancia, Winston Churchill. De ¨¦l no emul¨® en absoluto la constancia o la capacidad de liderazgo, sino la teatralidad pol¨ªtica autoconsciente. ¡°Era¡±, escribe Johnson en El factor Churchill, ¡°exc¨¦ntrico, desmesurado, afectado. Ten¨ªa una forma de vestir especial, peculiar y distintiva¡±. El empleo que hace Johnson del t¨¦rmino ¡°afectado¡± encierra una percepci¨®n sagaz. Nuestro hombre es un buen conocedor de la estirpe tory de histriones libertinos que va de Benjamin Disraeli a Enoch Powell, padre intelectual del Brexit, pasando por Churchill. Johnson tambi¨¦n tiene su ¡°forma de vestir especial, peculiar y distintiva¡±, aunque sea un antidandi que cultiva el desali?o como sello.?
Johnson usa a Churchill para, parad¨®jicamente, dotar a su cinismo de una especie de solemnidad. En su libro sostiene que el gran l¨ªder ¡°no era lo que la gente considerar¨ªa un hombre de principios. Era un oportunista que esperaba junto a la porter¨ªa para rematar la jugada y llevarse la gloria¡ En cuanto a su carrera pol¨ªtica, palabra, ?menudo fest¨ªn de chapuzas! (¡) Sus enemigos detectaron en ¨¦l un egotismo tit¨¢nico, un deseo de encontrar cualquier ola, por grande o peque?a que fuera, y surfearla de principio a fin hasta que se hubiese disuelto en espuma sobre la playa. (¡) Durante los primeros a?os de su carrera no solo se le consideraba poco de fiar, sino cong¨¦nitamente poco de fiar¡±.?
Esto no es solo Boris disfraz¨¢ndose de Winston. Tambi¨¦n pretende insinuar una l¨®gica delirante. Churchill era un oportunista sin principios, un chapucero en serie y un ego¨ªsta indigno de confianza. En consecuencia, solo alguien que posea estas cualidades en dosis abundantes puede convertirse en el nuevo Churchill que la Inglaterra conservadora anhela.
Un s¨ªntoma de cu¨¢nto ha ca¨ªdo el Reino Unido es que, en la que muy bien podr¨ªa ser su mayor crisis desde 1940, tantos tories est¨¦n dispuestos a suspender voluntariamente su incredulidad ante la caricatura de pantomima del hist¨®rico l¨ªder que infundi¨® al pa¨ªs el valor para ¡°resistir¡± en las oscuras horas de la guerra. ?Qu¨¦ m¨¢s da que ahora la V de victoria est¨¦ boca abajo?
?A qu¨¦ podr¨ªa parecerse el mandato de Johnson al frente del Gobierno? Donald Trump es la referencia obvia. En junio de 2018, Johnson manifest¨® en una reuni¨®n a puerta cerrada que ¡°cada vez lo admiraba m¨¢s¡±, e insinu¨® que, para el Reino Unido, el presidente de EE UU ser¨ªa el negociador perfecto con la UE. ¡°Entrar¨ªa a la carga (¡). Provocar¨ªa crisis nerviosas y caos. (¡) Todo el mundo pensar¨ªa que se hab¨ªa vuelto loco, pero la verdad es que se podr¨ªan conseguir cosas¡±. Por su parte, Trump respald¨® p¨²blicamente a Johnson una semana antes de su visita al Reino Unido.
Los dos se ven a s¨ª mismos, con raz¨®n, como criaturas que se crecen en el caos. Y Johnson comparte con Trump una fascinaci¨®n pueril por los proyectos de infraestructuras gigantescos e ilusorios. En su ¨¦poca de alcalde de Londres, John?son dej¨® a la ciudad grandes facturas por un aeropuerto sin construir en una isla fant¨¢stica (conocida por sus admiradores de la prensa como ¡°Isla Boris¡±) y un ¡°puente jard¨ªn¡± sobre el T¨¢mesis cuyo proyecto abandonado cost¨® 46 millones de libras.
Tanto Trump como ¨¦l son racistas, pero la variante del premier brit¨¢nico es mucho m¨¢s maliciosa y deliberada
Tanto Trump como ¨¦l son racistas, aunque la variante de Johnson es mucho m¨¢s maliciosa y deliberada. Cuando en 2002 escribi¨® que, en sus visitas a los pa¨ªses de la Commonwealth, la reina Isabel recibi¨® el saludo de ¡°los negritos agitando banderas¡± con ¡°sonrisas de sand¨ªa¡±, estaba reproduciendo (sin duda conscientemente) la infame diatriba R¨ªos de sangre de Enoch Powell, pronunciada hac¨ªa 35 a?os, en la que se empleaba ese mismo insulto racista remilgado. El t¨¦rmino en s¨ª mismo configura el racismo como una idea arcaica, anticuada, barroca. Se dir¨ªa que el ep¨ªteto no lo pronuncia un pol¨ªtico ingl¨¦s contempor¨¢neo, sino una belleza sure?a en una vieja novela sobre plantaciones
En Seventy Two Virgins, la periodista que rebusca en los esc¨¢ndalos de Barlow es de ascendencia asi¨¢tica, y Johnson la llama la ¡°pestilente Debbie Gujaratne¡±. Tambi¨¦n nos obsequia con un guardia de tr¨¢fico nigeriano con un c¨®mico acento: ¡°La ley es la ley. (¡) Yo no puedo hasel las leglas¡±. A diferencia del racismo de Trump, aqu¨ª todo est¨¢ envuelto en una guasa afectada y coqueta. Cuando un grupo de serbios agrede al nigeriano, Barlow piensa: ¡°Una escena t¨ªpica de nuestra moderna sociedad multicultural con su dinamismo, un grupo de solicitantes de asilo pele¨¢ndose con un guardia de tr¨¢fico nigeriano¡±. Johnson se arroga los privilegios del payaso mientras ejerce el poder del pol¨ªtico.
Trump y Johnson son dos mujeriegos en serie. Seg¨²n Sonia Purnell, que trabaj¨® con ¨¦l en Bruselas y ha escrito Just Boris: A Tale of Blond Ambition ("Solo Boris: una historia de ambici¨®n rubia"), en una ocasi¨®n Johnson le cont¨® a otro hombre que, aunque estaba casado, deb¨ªa tener muchas aventuras porque ¡°reventaba literalmente de esperma¡±. Sin embargo, en sus correr¨ªas ¡ªy esto explica por qu¨¦ su vida sexual es pol¨ªticamente relevante¡ª lo ¨²nico importante era la conquista; las consecuencias no importaban. Cuando su amante Petronella Wyatt abort¨®, el pol¨ªtico se neg¨® a pagar las facturas m¨¦dicas, y al novio de otra amante le toc¨® correr con los gastos del hospital cuando ella dio a luz a un beb¨¦ [cuya paternidad ha sido atribuida a Johnson en un caso que pas¨® por los tribunales]. Con el poder pol¨ªtico ocurre lo mismo que con el sexo: la conquista del n¨²mero 10 de Downing Street era lo que deseaba Johnson; las consecuencias de lo que haga all¨ª son una cuesti¨®n muy secundaria.
No obstante, a este respecto hay dos diferencias importantes entre Trump y Johnson. La primera es que Trump ha sido capaz de movilizar el nacionalismo estadounidense visceral. Pero Johnson no puede articular el poderoso pero incipiente nacionalismo ingl¨¦s que ha impulsado el Brexit, en parte porque no es un aut¨¦ntico nacionalista. Nacido en Nueva York y criado durante varios a?os en Bruselas, su mundo de fantas¨ªa se parece mucho m¨¢s a un ¡°Reino Unido global¡± que a la peque?a Inglaterra imaginada por muchos de sus partidarios (esta divisi¨®n es una de las contradicciones irresolubles del Brexit, cuyos l¨ªderes, Johnson incluido, son globalistas, mientras que sus adeptos son nacionalistas ingleses). En parte se explica tambi¨¦n porque Johnson no puede desligarse del Reino Unido. El primer ministro insiste en que la ¡°uni¨®n [de Gran Breta?a e Irlanda del Norte] es lo primero¡±, aunque est¨¦ sobradamente claro que la mayor¨ªa de los que votaron a favor del Brexit, as¨ª como de los miembros del Partido Conservador, se alegrar¨ªan mucho de ver c¨®mo se marchan Escocia e Irlanda del Norte. Nada indica que Johnson tenga la menor idea de c¨®mo canalizar este nacionalismo ingl¨¦s para transformarlo en patriotismo brit¨¢nico o darle rienda suelta sin destruir el Reino Unido.
En segundo lugar, Trump alimenta su base mediante la repetici¨®n incesante de los mismos esl¨®ganes. Es brutalmente coherente. Johnson, sobre todo en lo que respecta a la cuesti¨®n del Brexit, que todo lo acapara, sigue ¡°dando bandazos como un carrito de supermercado¡±. Cuando ejerci¨®, con una incompetencia desastrosa, el cargo de secretario de Estado para las Relaciones Exteriores, form¨® parte del Gobierno que negoci¨® el acuerdo de salida con la UE, incluida la pol¨¦mica cl¨¢usula de salvaguarda, que deb¨ªa evitar la creaci¨®n de una frontera ¡°dura¡± entre la Rep¨²blica de Irlanda e Irlanda del Norte. En 2018 dimiti¨® y denunci¨® el acuerdo afirmando que convertir¨ªa a la UE en ¡°nuestro amo colonial¡±. En marzo de este a?o vot¨® en la C¨¢mara de los Comunes a favor del acuerdo, con salvaguarda, amos coloniales y todo lo dem¨¢s. Despu¨¦s compiti¨® por el liderazgo conservador con la promesa de romper la cl¨¢usula en pedazos aunque supusiese un catastr¨®fico Brexit a las bravas.
As¨ª, mientras el anarquismo de Trump adquiere rasgos de autoritarismo, el de Johnson adopta los de una especie de nihilismo despreocupado. La naturaleza elusiva del payaso que lo ha llevado a las puertas del poder no le servir¨¢ de nada si cruza el umbral y tiene que tomar decisiones trascendentales. Al final, el Brexit ha empezado a ir m¨¢s all¨¢ de la broma. Pero ?qu¨¦ espera encontrar Johnson en esas aguas?
Su mejor chiste no pretend¨ªa serlo. En noviembre de 2016 asegur¨® que ¡°Brexit significa Brexit, y vamos a convertirlo en un ¨¦xito tit¨¢nico¡±. En este momento extra?amente acr¨¢tico de la historia brit¨¢nica, la mayor¨ªa de los partidarios de Johnson en realidad saben muy bien que el Brexit es el Titanic, y que las esquivas actuaciones del primer ministro no van a valer de nada. Pero si de todas formas el barco va a hundirse, ?por qu¨¦ no divertirse un poco con Boris en cubierta? La idea de Boris haciendo sus imitaciones de Churchill, mientras el iceberg se acerca, encierra un gozo fatalista sobre el fin de los tiempos. Cuando las cosas son demasiado serias para ser contempladas con sobriedad, que salga el payaso.
Fintan O¡¯Toole es un cr¨ªtico y columnista irland¨¦s ganador del Premio Orwell en 2017.???¡®The New York Review of Books¡¯, 2019.
Traducci¨®n de News Clips.
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