A qui¨¦n vas a creer ma?ana
Lo que creamos no deber¨ªa importar a nadie ah¨ª fuera, ni tener ning¨²n peso, ni condicionar nada, y sin embargo tiene m¨¢s importancia que nunca: nuestra fe se contagia
En las ¨²ltimas semanas tres personas han abordado en p¨²blico asuntos de gravedad diferente. Su relato ha estado rodeado de circunstancias igualmente distintas. Una mujer dijo en televisi¨®n que hab¨ªa sido maltratada por su exmarido. Un jugador de f¨²tbol abandon¨® el campo durante un partido porque dijo que un rival hab¨ªa proferido contra ¨¦l un insulto racista. Un cantante relat¨® en una entrevista su prolongado consumo de drogas. La primera es una acusaci¨®n de un delito que concierne a los tribunales. La segunda es competencia del organismo rector del f¨²tbol espa?ol. La tercera, si quiere entrar de oficio, ser¨¢ del colegio oficial de camellos de la zona residencial en la que vive el cantante.
O creemos o no creemos estos testimonios. Hemos cre¨ªdo al cantante de forma mayoritaria porque no ten¨ªa ninguna raz¨®n para mentir: es una confesi¨®n que le perjudica, m¨¢s a¨²n cuando no la utiliz¨® para excusar ning¨²n comportamiento ni reclamar compasi¨®n como v¨ªctima, algo que se agradece. Sobre los otros dos testimonios ha habido divisi¨®n de opiniones, si bien objetivamente la reacci¨®n del futbolista al presunto insulto racista es irracional de haber sido mentira: se va del campo, casi se queda su equipo sin tres puntos por respaldarlo y ¨¦l es sustituido; de hab¨¦rselo inventado, ser¨ªa una invenci¨®n sin sentido, que no imposible. El organismo rector ha confirmado la existencia del insulto, pero ha matizado que no procede del futbolista acusado por la v¨ªctima, sino por otro. ¡°Un sudamericano¡±, concretamente; el organismo lo preside esa clase de gente que para cerrar un mel¨®n, abre cuatro.
¡°?Un negro al que llaman negro de mierda? ?Un hombre maltratando a una mujer? Qu¨¦ novedad¡±. Estas reflexiones pesan a la hora de creer o no creer, porque a la hora de creer a alguien pesa todo, como la respiraci¨®n agitada durante la confesi¨®n, su llanto o su rencor, en caso de tenerlo. Siempre ha sido as¨ª. Por ejemplo, la mujer que acusa de maltrato ha visto menoscabada su credibilidad por anunciarlo en un programa por el que ha cobrado. ?Eso significa que miente? No. Puede pensarse que la mujer, mediante otros recursos, podr¨ªa ganar dinero de la televisi¨®n contando otras cosas menos dolorosas de su vida. ?Eso significa que dice la verdad? No. Hay m¨¢s, y no es poco: los tribunales no encontraron indicios de delito contra su exmarido cuando ella denunci¨® el maltrato. Eso no significa que no hubiese delito, ni que lo tengamos que creer, sino que lo debemos acatar.
Tenemos derecho a creer y no creer, sobre todo cuando nos lo sirven como espect¨¢culo, pero la verdad no es el resultado de una competici¨®n entre unos y otros. Nos pasamos la vida decidiendo entre creer y no creer todo el rato, la mayor parte sobre cosas tan absurdas que las creemos sin m¨¢s. Si una amiga nos cuenta que su compa?era de piso le est¨¢ robando, tenemos en cuenta que es nuestra amiga, que su compa?era de piso ha robado otras veces, que nuestra amiga est¨¢ nerviosa y llora y la creemos, o la creemos sin tener en cuenta nada, o no la creemos porque es nuestra amiga y la queremos tal y como es, con sus trolas. As¨ª con nuestra familia, con nuestros amigos o con terceros que nos cuentan algo y valoramos si ganan o pierden algo cont¨¢ndolo, por qu¨¦ acusan y a qui¨¦n, c¨®mo lo acusan y en qu¨¦ momento. ?Las pol¨ªticas y pol¨ªticos espa?oles que dieron por seguro el maltrato lo habr¨ªan hecho si el acusado fuese su hijo o su padre? Podemos creer que s¨ª o que no, pero eso no significa nada, como tampoco deber¨ªa significar nada que ellas hayan cre¨ªdo el testimonio; yo tambi¨¦n lo he cre¨ªdo y eso no lo convierte en verdad, ni puedo escribir como si lo fuese.
Lo que creamos no deber¨ªa importar a nadie ah¨ª fuera, ni tener ning¨²n peso, ni condicionar nada, y sin embargo tiene m¨¢s importancia que nunca: nuestra fe se contagia. Por eso despu¨¦s hay gente creyendo al primer charlat¨¢n que le para por la calle pero no cree en vacunas certificadas y experimentadas en millones de personas, del mismo modo que hay cantantes consumiendo lo que sea, con tal de que sea t¨®xico, menos lo que se ha analizado y le salva la vida: eso ya s¨ª que no, hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar.
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