La fortaleza de los mayores
La encuesta del CIS sobre salud mental nos ha sorprendido al recoger una mayor capacidad adaptativa de los ancianos ante las dificultades de la pandemia
A veces, las encuestas arrojan sorpresas. Acaban de publicarse los hallazgos de un reciente sondeo sobre la salud durante la pandemia, que ofrece de los mayores un retrato en excelente estado de salud mental. Los mayores han manifestado capacidad adaptativa, inteligencia emocional y acceso a redes afectivas a pesar de los prolongados encierros y de saberse en la diana del coronavirus. Tal vez no debiera resultar sorprendente, pero tras...
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A veces, las encuestas arrojan sorpresas. Acaban de publicarse los hallazgos de un reciente sondeo sobre la salud durante la pandemia, que ofrece de los mayores un retrato en excelente estado de salud mental. Los mayores han manifestado capacidad adaptativa, inteligencia emocional y acceso a redes afectivas a pesar de los prolongados encierros y de saberse en la diana del coronavirus. Tal vez no debiera resultar sorprendente, pero tras tantos meses de bombardeo sobre su vulnerabilidad y tanto aluvi¨®n de cifras terribles sobre fallecimientos de personas de edad avanzada, la bondad de los datos es una inesperada y magn¨ªfica noticia.
El estudio lo ha realizado el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas y los datos son de libre acceso. Resulta complicado precisar qu¨¦ se entiende por persona mayor. Este estudio no define expl¨ªcitamente a los mayores sino que, como es habitual, asume al umbral divisorio impuesto por la jubilaci¨®n y agrupa en un colectivo estad¨ªstico a todos los que sobrepasan los sesenta y cinco a?os. Por equivalencia con su peso en la poblaci¨®n espa?ola, constituyen el 25% de la muestra.
En lo que pudi¨¦ramos llamar datos objetivos o constataci¨®n de hechos, solo el 7% de los mayores entrevistados dice haber enfermado de coronavirus, mientras la media de la poblaci¨®n es de 9%. La m¨¢xima, no muy diferente de la media, la arrojan los grupos de edad central, entre los 35 y los 54 a?os. Sin embargo, los datos ofrecidos por los mayores tambi¨¦n alumbran la situaci¨®n de riesgo que han vivido. La hospitalizaci¨®n de quienes enfermaron alcanz¨® entre ellos un ¨ªndice del 20%; es m¨¢s alto que la media, y mucho m¨¢s alto que entre los de 25 a 44 a?os (5%) o los menores de 24 a?os, que no llegan al 1%. El ¨ªndice de quienes han perdido alg¨²n amigo por la pandemia es del 39%, el doble que la media de la poblaci¨®n.
Aunque la encuesta no define la salud, un centenar de preguntas se convierten en otros tantos indicadores que ayudan a configurarla. En los indicadores de problemas f¨ªsicos durante la pandemia, tales como haber sufrido dolores de est¨®mago, espalda, tor¨¢cicos, mareos o desmayos, palpitaciones, estre?imiento o diarrea, n¨¢useas, gases o indigesti¨®n, los mayores reportan ¨ªndices m¨¢s bajos que cualquier otro grupo de edad. No se trata de una respuesta desganada respecto a su propia situaci¨®n, sino atenta y claramente diferenciada seg¨²n el tema: como prueba del contraste, respecto al dolor de articulaciones ofrecen un mal ¨ªndice, peor que el de cualquier otro grupo de edad. Es algo ya sabido, constatado por todas las encuestas de salud y certificado por la pr¨¢ctica m¨¦dica. En cuanto al padecimiento de enfermedades cr¨®nicas anteriores a la pandemia, sus declaraciones cuadruplican los ¨ªndices de los m¨¢s j¨®venes.
Los mayores han mostrado su fortaleza en las actitudes y emociones. No es irrelevante que la sociedad espa?ola haya garantizado su estabilidad econ¨®mica manteniendo las pensiones durante la crisis, mientras a su alrededor se instalaba la incertidumbre por la p¨¦rdida millonaria de empleos y negocios.
La pandemia ha propiciado emociones negativas como la ansiedad, la tristeza, la preocupaci¨®n, el agobio, el nerviosismo y la irritabilidad, la desesperanza respecto al futuro o la sensaci¨®n de soledad. Cada una de ellas se ha convertido en un indicador: en una escala de cuatro puntos, el conjunto de la poblaci¨®n alcanza una media de dos puntos. Los mayores est¨¢n por debajo de la media y obtienen las puntuaciones m¨ªnimas en todos los indicadores de emociones negativas, mientras los grupos m¨¢s afectados son precisamente los menores de 24 a?os y los de 25 a 44.
Los mayores reportan los ¨ªndices m¨¢s bajos de toda la poblaci¨®n en los indicadores de haberse sentido deprimidos durante la pandemia, no haber controlado sus preocupaciones o haber perdido el inter¨¦s en hacer cosas. A pesar de que una cuarta parte de ellos viven solos en su hogar, declaran haberse sentido aislados durante la pandemia en menos proporci¨®n que cualquier otro grupo de edad, e igual sucede con el miedo al aislamiento y la soledad. Tambi¨¦n ofrecen los ¨ªndices m¨¢s bajos del miedo declarado a contagiarse o morir, o que pueda contagiarse alg¨²n familiar.
En las secuelas poco tangibles de la pandemia, como los problemas de sue?o o cansancio y la sensaci¨®n de no disponer de suficiente energ¨ªa, los mayores manifiestan la incidencia m¨¢s baja del problema, siendo en cambio los grupos de j¨®venes de 25 a 34 a?os quienes ofrecen los ¨ªndices m¨¢s altos.
Si estos datos merecen reflexi¨®n es porque la pandemia ha deteriorado la imagen de los mayores, viejos, jubilados, ancianos o como quiera llam¨¢rseles. Un deterioro dram¨¢tico en el que se mezclan sentimientos de culpa, de compasi¨®n por los otros, de p¨¦rdida de autoestima por s¨ª mismos. Hac¨ªan falta contra-datos que equilibrasen esa imagen de fragilidad que indirectamente y sin propon¨¦rselo favorece el edadismo y la exclusi¨®n social.
Claro que los datos s¨®lo proceden de observaciones a gran escala, respuestas masivas ante preguntas encasilladas. Podr¨ªa argumentarse que las encuestas domiciliarias invisibilizan a los mayores institucionalizados, que viven en residencias o est¨¢n internados en hospitales. Eso es cierto, y tambi¨¦n que los fallecidos no contribuyen a las encuestas con sus malos datos, sus opiniones o quejas. Sin embargo, los residentes en instituciones son unos trescientos cincuenta mil, que sobre m¨¢s de nueve millones de mayores de sesenta y cinco a?os no llegan al 4%. En sus hogares permanecen el 96% restante, la inmensa mayor¨ªa. Los residentes son un grupo importante por sus especiales caracter¨ªsticas y necesidades, pero no son representativos del conjunto de los mayores.
Tambi¨¦n es cierto que el ¨ªndice de sin respuesta de los mayores suele ser alto, y que tienen una constatada tendencia a emitir opiniones menos cr¨ªticas que los j¨®venes. Sin embargo, la abstenci¨®n es selectiva y no se produce cuando el tema les interesa o lo conocen de cerca, como sucede en los indicadores de salud de esta encuesta. En cuanto al grado de acomodaci¨®n o falta de criticismo, no es tan elevado que cambie de signo las tendencias, s¨®lo las atempera ligeramente.
Todos estos factores pueden haber contribuido a dulcificar los resultados, pero no desmerecen en lo esencial de lo expresado por los mayores, que es el ¨ªntimo sentimiento de ¨¦xito cotidiano, de supervivencia modesta, del ¡°querer estar bien¡± triunfando sobre el dolor y el riesgo.
A t¨ªtulo personal, siento agradecimiento por los 958 mayores de sesenta y cinco a?os que junto a 2.862 j¨®venes y maduros han accedido a responder a esta encuesta. Son un espejo fidedigno en el que me reconforta verme reflejada.
Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa.