Sanar el espacio p¨²blico
Est¨¢ por ver si ahora la desafecci¨®n se manifiesta en forma de pasotismo o alimenta el caldo de cultivo donde crece la ultraderecha
En pleno debate sobre c¨®mo afrontar el desaf¨ªo que la ultraderecha representa para la democracia, el Eurobar¨®metro ha asestado un golpe de realidad, fundamentalmente a esa burbuja donde se desarrolla la conversaci¨®n pol¨ªtico-medi¨¢tica. El 90% de los espa?oles y espa?olas desconf¨ªan de los partidos pol¨ªticos, el 75% lo hacen tambi¨¦n del Congreso de los Diputados y del Gobierno, y m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n no se cree lo que dicen los medios. En el resto de pa¨ªses europeos, aunque la situaci¨®n tambi¨¦n es complicada, no se ha llegado tan lejos.
Las sociedades est¨¢n fundadas sobre la confianza, de unos con otros y hacia las instituciones creadas para administrar lo com¨²n. Si esa confianza se debilita o llega incluso a desaparecer, ?qui¨¦n gestionar¨¢ lo que es de todos y con qu¨¦ legitimidad? Existe ya evidencia de que la polarizaci¨®n dentro de la burbuja genera desafecci¨®n fuera de ella.
Los partidos son, seg¨²n nuestro ordenamiento jur¨ªdico, una de las principales v¨ªas de participaci¨®n pol¨ªtica. Tienen funciones esenciales, como seleccionar a las ¨¦lites, articular demandas ciudadanas o integrar intereses diversos. Cuando un 90% de la poblaci¨®n desconf¨ªa de ellos, el constructo democr¨¢tico se tambalea. Si, adem¨¢s, tres cuartas partes de la ciudadan¨ªa extiende esta desconfianza hasta el Congreso y el Gobierno, es dif¨ªcil no recordar aquello de ¡°no nos representan¡±.
El otro gran actor que articula el debate p¨²blico, los medios de comunicaci¨®n, no sale mejor parado. Un 55% de los espa?oles tienden a desconfiar de la prensa, un 46% de la radio, un 64% de la tele, y un 68% de lo las redes sociales. ?C¨®mo conformar, entonces, una opini¨®n fundada en hechos, si desconfiamos de quienes los cuentan? Terreno abonado para esos ¡°hechos alternativos¡± sobre los que creci¨® el trumpismo.
La embarrada campa?a de Madrid lleva a preguntarse c¨®mo hacer frente a la ultraderecha, debate pendiente de abordar de forma colectiva. Algunas acciones posibles est¨¢n ya sobre la mesa: urge hablar de esa ventana de Overton por donde se cuelan cuestionamientos de valores b¨¢sicos que cre¨ªamos asentados, conviene poner de relieve lo que supone pactar con la ultraderecha dejando que condicione presupuestos y pol¨ªticas p¨²blicas, es importante apelar a los periodistas para que cumplan con su funci¨®n de verificar datos, desmontar falsedades, contextualizar...
Lo que suele olvidarse, y puede ser lo m¨¢s grave, es analizar c¨®mo sanar el espacio p¨²blico, ese que ha sido envenenado a fuerza de mentiras, medias verdades, impunidad sin disimulo y la construcci¨®n de una burbuja pol¨ªtico¨Cmedi¨¢tica cada vez m¨¢s ajena a lo que ocurre fuera de ella.
En pol¨ªtica no existe el espacio vac¨ªo. Si los partidos ¡°institucionales¡± no dan respuestas, otros ocupar¨¢n su lugar. En 2015 la indignaci¨®n dio lugar a nuevas formaciones dentro del marco democr¨¢tico. Est¨¢ por ver si ahora la desafecci¨®n se manifiesta en forma de pasotismo o alimenta el caldo de cultivo donde crece la ultraderecha, y no tienen por qu¨¦ ser opciones contradictorias. El espacio democr¨¢tico donde se construye la democracia est¨¢ enfermo. Urge sanarlo.
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