Recoser un pa¨ªs abierto en canal
Urge alejarse del clima pol¨ªtico t¨®xico que corroe la democracia espa?ola
Las elecciones de Madrid han situado a Espa?a frente a un espejo que proyecta una imagen de toxicidad pol¨ªtica dif¨ªcil de encontrar en los pa¨ªses de Europa occidental. Vox ha cruzado las l¨ªneas rojas de los valores democr¨¢ticos y es el principal punto de inflamaci¨®n. Pero hay m¨¢s, con responsabilidades de distinta intensidad en gran parte del hemiciclo. La situaci¨®n es grave, y dista mucho de la cultura de pa¨ªses como Alemania, donde el di¨¢logo y la cooperaci¨®n permiten gobiernos de coalici¨®n transversales. Tambi¨¦n de Francia, cuyos valores republicanos son un denominador com¨²n que ejerce de col¨¢geno del sistema; incluso de Italia, donde casi todo el arco parlamentario ha sido capaz de confluir en un Gobierno de unidad nacional. Y, por supuesto, de Portugal, con un clima pol¨ªtico de mucho mayor sosiego.
La pol¨ªtica espa?ola est¨¢ envenenada. Ciertos postulados extremistas preocupan; pero m¨¢s todav¨ªa inquieta la atm¨®sfera general, el avance sin freno de la agresividad y la descalificaci¨®n personal. El problema del odio y de fomentarlo en el lenguaje es que este no solo alimenta espirales de rencor, sino que constituye una categor¨ªa antidemocr¨¢tica, porque presenta al adversario como indigno de ser elegido, anulando el juego de la confrontaci¨®n civilizada. La democracia se destruye cuando no es posible el debate racional sobre las ideas, cuando prosperan los argumentos ad hominem, cuando esta se utiliza para vociferar, provocar y ofender. La forma ¡ªeso que Tocqueville llamaba las ¡°maneras y etiquetas de la democracia¡±¡ª y la sustancia van de la mano.
Tanto en forma como en sustancia, Vox es un actor t¨®xico para la democracia espa?ola. Deber¨ªa ser aislado. Desafortunadamente, el PP no parece estar por la labor. Su candidata a liderar la Comunidad de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso, est¨¢ claramente en disposici¨®n de asociarse con esa formaci¨®n, de instintos antidemocr¨¢ticos, xen¨®foba, machista y negacionista del cambio clim¨¢tico, si fuera necesario para retener el poder. El l¨ªder del PP, Pablo Casado, deber¨ªa reflexionar hondamente sobre el significado de ese gesto para el conjunto de la democracia espa?ola.
En todo caso, Vox no es el ¨²nico actor que ha favorecido este ambiente de toxicidad. La subversi¨®n catalana es llanamente intolerable. Bildu deber¨ªa de una vez reconocer plenamente la abominaci¨®n de la sinraz¨®n terrorista. Unidas Podemos, el partido de Pablo Iglesias, deber¨ªa dejar de contribuir a la polarizaci¨®n y de manejar un doble rasero inaceptable ante la violencia que sufre y la que afecta a otros procedente de grupos afines a su ideolog¨ªa. Aunque sea comprensible el deseo de Yolanda D¨ªaz de dedicarse a tiempo completo a los asuntos gubernamentales, deber¨ªa asumir la responsabilidad de llevar a la coalici¨®n hacia la madurez y la institucionalidad. Esto no es incompatible con el apego a los postulados de una izquierda con una idea radical de la justicia social. Esto ¨²ltimo es bienvenido; la agitaci¨®n radical y divisiva, no.
Pero las responsabilidades no terminan ah¨ª. El PP, con su ret¨®rica de ¡°gobierno criminal¡± o ¡°gobierno ileg¨ªtimo¡± y sus bloqueos institucionales, ha deteriorado enormemente el ambiente ¡ªaunque hay que distinguir entre l¨ªneas como las de los liderazgos de Galicia o Andaluc¨ªa de los de Madrid (en sentido local y nacional)¡ª. El PSOE, por su parte, como fuerza central de gobierno, deber¨ªa atenerse a un est¨¢ndar de madurez impecable, y no siempre est¨¢ a la altura.
Llegados aqu¨ª, ya a nadie se le puede escapar que este ambiente facilita la violencia pol¨ªtica. La responsabilidad frente a ese riesgo es colectiva. La sociedad, medios en primera fila, debe asumir el marco mental de la desintoxicaci¨®n. Renunciar al envilecimiento del lenguaje y a las descalificaciones personales. Ocup¨¦monos de las ideas. Toca recoser Espa?a antes de que deba lamentarse demasiado. Sin aceptar, eso s¨ª, que se crucen las l¨ªneas rojas de los valores esenciales compartidos en una democracia.
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