¡®Georgia on my mind¡¯
El d¨ªa del voto es una gran fiesta, pero algunos no quieren que todos est¨¦n invitados
En las pasadas elecciones de Estados Unidos, los republicanos de Donald Trump perdieron el Estado de Georgia por 11.779 votos. Una cantidad muy ajustada, si tenemos en cuenta los cinco millones de electores de ese Estado, que inclin¨® la balanza en favor de los dem¨®cratas. La reacci¨®n posterior del presidente Trump, tratando de negar los resultados, result¨® infructuosa, pero ti?e a¨²n la estrategia del Partido Republicano de un tufo negacionista. En unas elecciones que marcaron un r¨¦cord absoluto de participaci¨®n, el resultado se explica por la intensa movilizaci¨®n de ciudadanos que a menudo se quedan sin votar. Por ello, los republicanos han activado 361 proyectos de lo que se llama leyes reactivas o que desincentivan el voto de las minor¨ªas y las personas con menor poder adquisitivo. En Georgia, precisamente, se ha reducido el tiempo para que los votantes soliciten su voto anticipado y se endurecen los requisitos para formalizar el registro. No hay que olvidar que un 25% de los electores de ese Estado participaron por correo en las pasadas elecciones y de entre ellos el 75% se inclin¨® por el Partido Dem¨®crata. El big data se ha puesto a trabajar para favorecer la abstenci¨®n y la indiferencia.
Se trata solo de un ejemplo esclarecedor en uno de los pa¨ªses que presume de simbolizar la democracia participativa. S¨ª, el d¨ªa del voto es una gran fiesta, pero algunos no quieren que todos est¨¦n invitados. Por ello se disuade de votar con obst¨¢culos insalvables y a veces rid¨ªculas medidas, como la de prohibir dar agua o comida a quienes tienen que esperar largas colas, o como en Florida al obligar a registrar la firma personal anticipadamente. Los que conocen el juego electoral saben que tan importante como atraer voto a favor es desincentivar el voto en contra. Lograr desanimar a ciertos votantes es quiz¨¢ un esfuerzo vergonzante pero muy eficaz. A los madrile?os no les va a costar mucho imaginar el c¨¢lculo de quien convoca las elecciones un martes laborable tras un largo puente festivo.
De entre todos los votantes, quien se abstiene es quien m¨¢s suele presumir p¨²blicamente de ello. Se vanagloria con aires de insumiso e irreductible, porque considera que nadie le podr¨¢ achacar los errores de los pol¨ªticos. Todos lo hemos hecho. Desvincularse del lado pat¨¢n de todo candidato es una liberaci¨®n. Y m¨¢s a¨²n de su posterior obra de gobierno, necesariamente incompleta, frustrante y discutible. Pero detr¨¢s de la decisi¨®n de no votar se esconde un gran esfuerzo por parte de los estrategas de los partidos. Quiz¨¢ es el votante mejor seducido, porque muerde el anzuelo sin saber que lo muerde, creyendo que a ¨¦l nadie le ha enga?ado. Pobre iluso. La estructura del Estado, el papeleo, la tasaci¨®n, la eterna tutela y, en muchas ocasiones, la hipoteca a 30 a?os, le concede el derecho a la indiferencia, a evadirse, a pasar de todo el d¨ªa de las elecciones. Ya padece bastante el gremio de profesionales de la pol¨ªtica, que hoy por hoy no brilla por su carisma, como para encima concederles su ilusi¨®n. Pero es conveniente tratar de analizar cu¨¢ntos se alegrar¨¢n de tu decisi¨®n de no votar, cu¨¢ntos festejar¨¢n en secreto que el hast¨ªo te venza y hasta contabilizar¨¢n tu indiferencia como uno de los grandes logros de su sutil inteligencia. Ellos son los secretos triunfadores de la fiesta de la democracia. En Georgia ya est¨¢n manos a la obra.
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