Iv¨¢n Duque y sus cien a?os de soledad
Duque es un tecn¨®crata que parece mucho m¨¢s consciente de lo que sucede en el ¨¢lgebra de las planillas de Excel que en la compleja e invertebrada comunidad colombiana
Varias calamidades se han combinado para sacudir a los colombianos con una tr¨¢gica tormenta. Algunas son peculiares del pa¨ªs, pero otras son compartidas por el resto de la regi¨®n. Esa es la raz¨®n por la cual en Colombia se est¨¢n mirando otras naciones. Como si se presintiera que se trata de un espejo prof¨¦tico.
Uno de los factores que impulsan la crisis es el deterioro social derivado de la pandemia. Colombia figura, seg¨²n la Cepal, en el tercer lugar de la lista de pa¨ªses de Am¨¦rica Latina en los que m¨¢s se expandi¨® la pobreza desde q...
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Varias calamidades se han combinado para sacudir a los colombianos con una tr¨¢gica tormenta. Algunas son peculiares del pa¨ªs, pero otras son compartidas por el resto de la regi¨®n. Esa es la raz¨®n por la cual en Colombia se est¨¢n mirando otras naciones. Como si se presintiera que se trata de un espejo prof¨¦tico.
Uno de los factores que impulsan la crisis es el deterioro social derivado de la pandemia. Colombia figura, seg¨²n la Cepal, en el tercer lugar de la lista de pa¨ªses de Am¨¦rica Latina en los que m¨¢s se expandi¨® la pobreza desde que apareci¨® el coronavirus. Aquellos que no tienen ingresos para vivir con dignidad pasaron de ser el 31,7% a ser el 38,7% de la poblaci¨®n. Hay 500.000 comercios que debieron cerrar sus puertas. Y el desempleo alcanz¨® a m¨¢s de 4 millones de personas. Much¨ªsimos de estos nuevos pobres son j¨®venes, que se han quedado sin trabajo o sin universidad.
La miseria afecta en especial a una gran masa de inmigrantes venezolanos. Muchos especialistas la ubican en unos dos millones de personas. Carentes de ingresos, muchos de ellos caen en la delincuencia.
Las manifestaciones que se despliegan desde hace casi dos semanas, con bloqueos que amenazan con el desabastecimiento a las grandes ciudades, est¨¢n contaminadas a menudo por el vandalismo. No debe sorprender. En la sociedad colombiana anidan desde hace d¨¦cadas grupos violentos. La guerrilla se resiste a desaparecer. El narco sigue activo. Y las familias m¨¢s poderosas organizan sus propias milicias privadas, sobre todo en las zonas rurales. Si algo sobran son las armas.
En este contexto social opera un gobierno d¨¦bil. La presidencia de Iv¨¢n Duque exhibe dos fragilidades de origen. El l¨ªder de Centro Democr¨¢tico, el partido oficialista, no es Duque. Es ?lvaro Uribe, que ejerce un padrinazgo muy activo, por momentos asfixiante. Adem¨¢s, Duque lleg¨® al poder con un triunfo que se verific¨® reci¨¦n en la segunda vuelta electoral. En el primer turno obtuvo alrededor de 7,6 millones de votos. Para alcanzar, en el segundo, el 53,98%, debi¨® sumar 2,7 millones de votos que, en rigor, no lo eleg¨ªan a ¨¦l. Rechazaban a su rival, el populista de izquierda Gustavo Petro, que reuni¨® en ese ballotage alrededor de 8 millones de sufragios. Quiere decir que la base de apoyo inicial de Duque estaba compuesta por un anillo muy condicional.
Hay en la presidencia colombiana otra debilidad que fue aflorando con el ejercicio. Duque es un tecn¨®crata que parece mucho m¨¢s consciente de lo que sucede en el ¨¢lgebra de las planillas de Excel que en la compleja e invertebrada comunidad colombiana. Algunos de sus colaboradores, como Alberto Carrasquilla, quien fue eyectado del Ministerio de Hacienda por la turbulencia de estos d¨ªas, exageran esa condici¨®n hasta el g¨¦nero de la caricatura. Solo esta atrofia de la sensibilidad puede explicar la reforma tributaria que hizo estallar a Colombia por los aires.
Duque y Carrasquilla no pod¨ªan estar mejor inspirados desde el punto de vista te¨®rico. Ambos se negaron a financiar con emisi¨®n monetaria los desequilibrios de las cuentas p¨²blicas, en su mayor parte generados por los programas sociales que impuso la epidemia. Temieron que ese camino desencantara a las calificadoras de riesgo y motivara alguna reprimenda de la OCDE. Por eso optaron por modificar los impuestos.
La propuesta contaba con un cap¨ªtulo progresivo, a primera vista, impecable: acentuaba la carga en quienes tienen una mayor capacidad contributiva. Ese esp¨ªritu de equidad permiti¨® llamar a esta ley impositiva, siguiendo una moda corriente ene estos d¨ªas, Ley de Solidaridad. Sin embargo, los funcionarios no advirtieron el impacto que tendr¨ªa que, entre otras medidas, se aplicara el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 19% sobre los servicios p¨²blicos para los sectores de clase media, ya muy castigados por la contracci¨®n de casi 7% del PBI que se registr¨® el a?o pasado. Estaba previsto, adem¨¢s, cargar con el impuesto a la renta a las personas que cobraran un salario superior a 633 d¨®lares mensuales, en un pa¨ªs donde el salario m¨ªnimo es de 234 d¨®lares. El men¨² de innovaciones inclu¨ªa una iniciativa disparatada en medio de una peste: se aplicar¨ªa el IVA del 19% a los servicios funerarios. Ceguera frente a lo que el consultor Miguel Herrera denomina ¡°rengl¨®n simb¨®lico¡± del paquete tributario.
A la falta de oportunidad se le agreg¨® una p¨¦sima explicaci¨®n del programa. La sociedad reaccion¨® enfurecida. Las manifestaciones comenzaron, como suele suceder en estos tiempos, por la salida espont¨¢nea a las calles de quienes quer¨ªan expresar su disconformidad. Sobre todo, j¨®venes insatisfechos. Sobre este movimiento efervescente se montaron las organizaciones sindicales, en especial la de los camioneros, lideradas por la Central ?nica de Trabajadores (CUT). En las zonas rurales esa presencia se combina con las de agrupaciones ind¨ªgenas. As¨ª comenzaron los bloqueos de las grandes v¨ªas de comunicaci¨®n que permiten el acceso a las ciudades. Sin armas, sin violencia.
Un tercer fen¨®meno, mucho menos masivo, pero m¨¢s impactante, ha sido la irrupci¨®n enmascarada de grupos de choque que tienen un hondo arraigo en la vida colombiana. Son los grupos narcos, que pujan por el control del espacio p¨²blico. Facciones guerrilleras, sobre todo del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional, y facciones paramilitares. La acci¨®n de estas bandas explica la violencia y el vandalismo, capaz de atacar con armas o incendiar estaciones de polic¨ªa con agentes en su interior.
En el centro de esta escena ca¨®tica emerge Duque, en soledad. Su reforma fue un fallido no s¨®lo por el contenido. Tambi¨¦n por el m¨¦todo. Cuando Uribe tom¨® distancia del presidente se advirti¨® que el emprendimiento no hab¨ªa sido discutido siquiera dentro del oficialismo.
En medio del desorden se retir¨® la reforma y debi¨® renunciar Carrasquilla al Ministerio de Hacienda. Fue reemplazado por su colega de Comercio, Jos¨¦ Manuel Restrepo. Apenas asumi¨®, Restrepo anunci¨® que el plan de renovaci¨®n de la flota de aviones de guerra qued¨® suspendido. Ese programa supon¨ªa un gasto de alrededor de 3.600 millones de d¨®lares. Para tener una idea de su significado: la reforma tributaria a la que Duque debi¨® renunciar aspiraba a recaudar el equivalente a 6.600 millones de d¨®lares. Sigue sin entenderse c¨®mo en medio de semejante ajuste el Gobierno pensaba lanzarse a semejante gasto en materia de Defensa. Restrepo anunci¨® que habr¨¢ cambios impositivos, pero mucho menos draconianos. Ahora aspira a mejorar los ingresos del Tesoro en 3.600 millones de d¨®lares.
El aislamiento de Duque tiene una dimensi¨®n territorial. Ninguno de los alcaldes de las grandes ciudades tiene afinidad con su partido. Claudia L¨®pez Hern¨¢ndez, la alcaldesa de Bogot¨¢, es una l¨ªder de centro-izquierda que polemiza a menudo con Duque, sobre todo en el enfoque sobre la seguridad ciudadana. El alcalde de Medell¨ªn, Daniel Quintero Calle, es un pol¨ªtico independiente, que trabaj¨® en el Gobierno de Juan Manuel Santos, con quien Uribe mantiene un conflicto ac¨¦rrimo. Al frente de Cali est¨¢ Jorge Iv¨¢n Ospina, un pol¨ªtico de centro, que ha tenido hasta ahora mejor comunicaci¨®n con el Gobierno central.
Si bien la polic¨ªa es nacional, los tres tienen funciones de coordinaci¨®n en sus ciudades. L¨®pez Hern¨¢ndez ha salido en las ¨²ltimas horas a desalentar las concentraciones callejeras, que ponen a Bogot¨¢ al borde del colapso, cuando la epidemia est¨¢ alcanzando un pico. Quintero, en cambio, no ha descalificado la protesta. Y se ufana de que en Medell¨ªn no haya violencia. Quien aparece acorralado es Ospina, en Cali: la protesta social se est¨¢ mezclando con conflictos armados preexistentes, en un ¨¢rea donde se extienden las principales plantaciones de coca del pa¨ªs. El alcalde sugiri¨®, en la entrevista que le realiz¨® Juan Diego Quesada para EL PA?S, que por debajo de la agitaci¨®n popular se cursa un enfrentamiento faccioso cuyo destino es imponer un orden sanguinario mientras la polic¨ªa permanece desbordada.
Duque intenta en estas horas reconectar a su Administraci¨®n. Tiende puentes muy discretos hacia l¨ªderes opositores como Germ¨¢n Vargas Llera o C¨¦sar Gaviria. Y busca el momento de dialogar con Francisco Malt¨¦s, el l¨ªder de la CUT.
Frente a Duque se planta el ¨²nico candidato visible para las elecciones presidenciales del a?o pr¨®ximo: Petro. Supera el 30% de intenci¨®n de voto. Es lo que registraba para la misma ¨¦poca del proceso electoral anterior, cuando sali¨® segundo, detr¨¢s del actual presidente. Entusiasmado primero con las movilizaciones de protesta, en los ¨²ltimos d¨ªas, cuando la violencia fue ganando espacio, el populista Petro comenz¨® a pronunciarse de manera cautelosa. Sabe bien que la estrategia de los seguidores de Uribe, en general muy conservadores, es presentar el desasosiego que se vive hoy en las calles del pa¨ªs como el paisaje cotidiano que habr¨ªa que esperar en un eventual gobierno suyo. En este marco debe interpretarse el video que se filtr¨® de un chat de la canciller Claudia Blum acusando a Petro de participar de una conspiraci¨®n con Nicol¨¢s Maduro y narcoterroristas.
El empresariado tiene la misma percepci¨®n. As¨ª se explica que desde la Asociaci¨®n Nacional de Empresarios hayan ofrecido su propia ley impositiva de emergencia, con contribuciones extraordinarias para solventar la crisis social.
Duque debe romper tambi¨¦n un aislamiento internacional. La violencia represiva ha inspirado condenas de organizaciones de derechos humanos pero tambi¨¦n de gobiernos. Con una gran novedad: los funcionarios internacionales de Joe Biden, en vez de respaldar a la Administraci¨®n, han expresado preocupaci¨®n por el desborde represivo. Es una se?al muy significativa para Duque, que debi¨® aclarar con cierto ¨¦nfasis que ¨¦l no ten¨ªa preferencias por Donald Trump en las elecciones estadounidenses. Este juego es importante: Colombia ha sido el principal aliado de Washington en la regi¨®n. Tal vez la disonancia explique ahora los rumores de que Duque est¨¢ pensando en que la canciller Blum deje su cargo.
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