Edgar Morin, el saber en movimiento
Frente a la deriva mercantilista, el fil¨®sofo, a punto de cumplir 100 a?os, defiende una educaci¨®n que ense?e a aprender a vivir
Hay estudiosos cuyas obras dejan una huella profunda, pero que decepcionan en el plano humano cuando se tiene la suerte (o la mala suerte) de conocerlos. Hay estudiosos que, por el contrario, cautivan al auditorio con el contacto en vivo pero que luego decepcionan cuando se les lee. Edgar Morin, rara avis, no solo entusiasma a los lectores de sus libros, sino tambi¨¦n a aquellos que han tenido la ventura de escucharle in situ o incluso han tenido el privilegio de entablar con ¨¦l relaciones de trabajo o de amistad. El 8 de julio cumplir¨¢ 100 a?os. Y, a estas alturas, su extraordinaria humanidad y su arrolladora pasi¨®n se han hecho ya legendarias.
Los tres d¨ªas pasados con ¨¦l en julio de 2018 ¡ªcon ocasi¨®n del festival organizado por el gran m¨²sico y amigo com¨²n Jordi Savall en la abad¨ªa de Fontfroide¡ª fueron para m¨ª una experiencia inolvidable. Pude tomar conciencia de la plena coincidencia entre el hombre y la obra. El Morin impreso no result¨® ser diverso del Morin en carne y hueso con el que entabl¨¦ una afectuosa amistad.
Con Edgar he visto la coincidencia entre vida y filosof¨ªa. Una identificaci¨®n entre pensamiento y manera de vivir, entre escritura y acci¨®n, que hace dif¨ªcil separar al hombre de la obra, la biograf¨ªa de la concepci¨®n pol¨ªtica y filos¨®fica. En sus libros cada palabra contribuye a construir la imagen de un universo en continua agitaci¨®n, siempre en ebullici¨®n, en perenne metamorfosis.
En la singular experiencia de Edgar se concretiza la consciencia de que la aventura del conocimiento y la aventura de la vida hablan el mismo lenguaje: expresan el movimiento, la incertidumbre, la diferencia, la insatisfacci¨®n, el esfuerzo, el entusiasmo, la necesidad de ir siempre m¨¢s all¨¢ de todo posible conf¨ªn, de toda barrera intransitable, de toda r¨ªgida frontera. Morin nos hace ver, a trav¨¦s de su testimonio humano e intelectual, c¨®mo la palabra se hace vida y la vida se hace palabra. Edgar escribe sus obras. Pero, al mismo tiempo, esas obras escriben su existencia. Se trata de obras vivientes que manifiestan en cada p¨¢gina la necesidad de superar la fractura entre el saber como discurso te¨®rico (que construye un abstracto sistema) y el saber como experiencia vivida. La elecci¨®n consciente de un saber que ense?e a vivir requiere de una participaci¨®n total, que comporta una modificaci¨®n de la propia existencia, una profunda y aut¨¦ntica metamorfosis.
Su concepci¨®n de un saber siempre en movimiento y la alegr¨ªa de perseguirlo sin poderlo atrapar nunca de una vez por todas producen necesariamente una transformaci¨®n del yo. En esta concepci¨®n de la vida y del conocimiento como permanente ejercicio de la qu¨ºte, Morin afirma el valor, siempre in fieri, del saber y de la existencia.
Baste pensar en c¨®mo ha conjugado felizmente ense?anza y vida. En Ense?ar a vivir. Manifiesto para cambiar la educaci¨®n (2014), Edgar retoma y desarrolla algunos conceptos que han caracterizado sus reflexiones sobre la misi¨®n esencial de la instrucci¨®n. Partiendo del ?mile, de Jean-Jacques Rousseau (¡±Vivir es el oficio que quiero ense?arles¡±, afirma el educador), Morin corrige al fil¨®sofo ginebrino sosteniendo que ¡°la m¨¢xima es excesiva, porque se puede solo ayudar a aprender a vivir¡±; a vivir, de hecho, ¡°se aprende a trav¨¦s de las propias experiencias, con la ayuda en primer lugar de los padres, despu¨¦s de los educadores, pero tambi¨¦n a trav¨¦s de los libros, la poes¨ªa, los encuentros¡±.
Para Edgar es preciso responder a una pregunta esencial: ?para qu¨¦ sirve la ense?anza? La funci¨®n principal de la escuela deber¨ªa ser la de ¡°formar adultos m¨¢s capaces de afrontar su destino, m¨¢s capaces de hacer florecer su vivir, m¨¢s capaces de conocimiento pertinente, m¨¢s capaces de comprender las complejidades humanas, hist¨®ricas, sociales y planetarias, m¨¢s capaces de reconocer los errores y las ilusiones del conocimiento, en la decisi¨®n y en la acci¨®n, m¨¢s capaces de comprenderse los unos a los otros, m¨¢s capaces de afrontar las incertidumbres, m¨¢s capaces de afrontar la aventura de la vida¡±.
Por desgracia, la escuela y la universidad est¨¢n cada vez m¨¢s condicionadas por la ¡°vulgata tecno-econ¨®mica dominante entre los pol¨ªticos y los empresarios¡± que ¡°tiende a imponer sus criterios de eficiencia, rentabilidad, competitividad¡±. Cada vez m¨¢s el ¡°c¨¢lculo (estad¨ªsticas, sondeos, crecimientos, PIB) lo invade ya todo. Lo cuantitativo destierra a lo cualitativo. El humanismo est¨¢ en regresi¨®n bajo el impulso tecno-econ¨®mico¡±. Ser¨¢ dif¨ªcil imaginar una educaci¨®n que pueda ense?ar a aprender a vivir en un contexto en el que escuelas y universidades est¨¢n sobre todo al servicio de la l¨®gica empresarial y de las exigencias del mercado. En lugar de formar j¨®venes dotados de sentido cr¨ªtico, se cr¨ªan futuros consumidores pasivos. Hacer creer a los j¨®venes que se estudia para aprender una profesi¨®n con la que luego ganar mucho dinero significa corromperlos y hacer perder de vista el valor del conocimiento en s¨ª, entendido como instrumento para hacerse mejores. Es necesario empezar desde aqu¨ª para reflexionar sobre la funci¨®n social y civil de la educaci¨®n.
Pero ver m¨¢s all¨¢ no es f¨¢cil. Por decirlo con los espl¨¦ndidos versos de Antonio Machado, tenemos necesidad de un ¡°caminante¡± como Morin, convencido de que el camino coincide con el camino mismo, con nuestras huellas destinadas a la eliminaci¨®n (¡±caminante, no hay camino, / se hace camino al andar¡±). Es en el tr¨¢nsito, en el perenne e incierto movimiento, donde conocimiento y vida se encuentran entrelazados en ¨²nico destino.
Nuccio Ordine es profesor de la Universidad de Calabria.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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