La bondad radical
Da miedo ser bueno porque hay tanta literatura, tanto cine, sobre la superioridad de las mentes malignas que la bondad se ha quedado como esa cualidad de tercera a la que solo pueden recurrir aquellos que no est¨¢n adornados con otras virtudes.
Da miedo ser bueno. Da miedo porque hay tanta literatura, tanto cine, sobre la superioridad de las mentes malignas que la bondad se ha quedado como esa cualidad de tercera a la que solo pueden recurrir aquellos que no est¨¢n adornados con otras virtudes. Los et¨®logos, que estudiando el comportamiento de los animales, nos descubren de qu¨¦ pasta estamos hechos nosotros, hablan de la tendencia dominante de los seres vivos a ser colaborativos. Pero a los creadores de ficci¨®n eso no les importa: en los ¨²ltimos tiempos hay que rebuscar en ...
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Da miedo ser bueno. Da miedo porque hay tanta literatura, tanto cine, sobre la superioridad de las mentes malignas que la bondad se ha quedado como esa cualidad de tercera a la que solo pueden recurrir aquellos que no est¨¢n adornados con otras virtudes. Los et¨®logos, que estudiando el comportamiento de los animales, nos descubren de qu¨¦ pasta estamos hechos nosotros, hablan de la tendencia dominante de los seres vivos a ser colaborativos. Pero a los creadores de ficci¨®n eso no les importa: en los ¨²ltimos tiempos hay que rebuscar en las ofertas de cine para encontrar algo que no remita a las fechor¨ªas de un asesino en serie, siendo mujeres y ni?os las v¨ªctimas favoritas, reducidas en el argumento a esas fotos que se cuelgan en los corchos policiales; mientras, el foco de la acci¨®n se proyecta sobre el asesino, al que se presupone brillante, juguet¨®n, poseedor de una mente digna de estudio. Los personajes han acabado siendo estereotipos, tan previsibles que ya sabemos desde la introducci¨®n cu¨¢l es el cuento: la vida de una mujer polic¨ªa amargada, que come con la boca abierta comida basura, que tiene una vida de mierda, que se obsesiona con el caso en cuesti¨®n hasta fallarles a sus hijos y no acudir a sus competiciones deportivas. Como dec¨ªa Bu?uel, a los cinco minutos ya se adivina el final: ¡°Sale Marlene Dietrich fumando, la fusilan al final por esp¨ªa¡±.
En 2011 se public¨® Semillas de gracia, las memorias del hispanista Thomas Mermall. Este profesor que tantos a?os impartiera Literatura Espa?ola en la City University of New York fue el ¨²nico ni?o jud¨ªo que sobrevivi¨® en una amplia zona de Hungr¨ªa durante la ocupaci¨®n nazi. Huy¨® con su padre de una muerte segura y si pudo contar su historia es gracias a que un campesino arriesg¨® la vida de su familia para salvar la de dos fugitivos. Mermall ten¨ªa seis a?os. El viejo profesor planteaba la cuesti¨®n esencial: ?De d¨®nde nace la bondad?
El olvido que seremos, la extraordinaria pel¨ªcula de Fernando Trueba basada en el libro del colombiano Abad Faciolince, cuenta el esforzado empe?o de un m¨¦dico, el doctor Abad, en instaurar en su pa¨ªs un justo sistema de sanidad p¨²blica. No hace falta adivinar el final de la historia, de todos es sabido que Abad G¨®mez fue asesinado, pero eso no nos impide contener el aliento hasta el triste final, como si a¨²n fu¨¦ramos capaces de salvar la vida de un hombre que la dio por los dem¨¢s. Las personas buenas, en contra de lo que la ficci¨®n se empe?a en hacernos creer, no son f¨¢ciles, porque en su af¨¢n de justicia colectiva pueden inadvertir las debilidades de quienes tienen cerca y tal vez no posean la fortaleza ni la valent¨ªa de los hombres buenos. El hombre bueno avanza solo, asume el peligro, no suele ser ideol¨®gico sino activista, defensor de la educaci¨®n y la sanidad p¨²blicas, de esos pilares que mejoran considerablemente la vida de los vulnerables. La mujer o el hombre buenos a veces arrastran a los suyos en una misi¨®n que consideran inaplazable. El hombre bueno que era el doctor Abad G¨®mez entraba en conflicto con el hijo adolescente que no estaba dispuesto a entregar su vida a un ideal. La bondad no corresponde a los blandos. El bondadoso no presume de sus logros, act¨²a seg¨²n sus principios.
En estos d¨ªas en los que una renovada violencia ha brotado en Colombia esta pel¨ªcula cobra un sentido emocionante. Este h¨¦roe de las vacunas, este activista de los derechos humanos, dio su vida por una causa justa y debemos creer que esta muerte no fue en vano. Las causas que vertebraron su vida a¨²n siguen ah¨ª, vibrantes. El olvido que seremos convierte un asesinato de 1987 en la actualidad m¨¢s urgente. Su llegada a los cines parece providencial. Y aquel hombre bueno, interpretado por un excepcional Javier C¨¢mara, vuelve a mostrarnos una verdad que no queremos ver: la verdadera radicalidad est¨¢ en la bondad.