Acoso recreativo
Esta violencia, dif¨ªcil de identificar, sucede cuando una mujer es acosada para provocar la risa de los hombres. Una risa que se basa en estereotipos y reg¨ªmenes de dominaci¨®n
La escena circul¨® por pa¨ªses lejanos: de Brasil a Egipto en 24 horas. Las im¨¢genes fueron publicadas por un hombre blanco brasile?o, con una c¨¢mara en la mano, que filmaba a una joven egipcia cuando ella hac¨ªa una demostraci¨®n de papiros para la venta. Mientras la mujer describ¨ªa el producto, el hombre fing¨ªa conversar en portugu¨¦s. La mujer sonre¨ªa, como hacen las personas amables en los encuentros interculturales e interling¨¹¨ªsticos en los que se acoge el intento del otro de comunicarse. Ella no lo sab¨ªa, pero el an¨®nimo brasile?o la estaba acosando: en lugar de hacerle preguntas sobre el papiro, le estaba haciendo preguntas obscenas sobre sexo y el tama?o del falo masculino: ¡°A ustedes como les gusta es bien duro, ?no? Nadie es de hierro. Grande tambi¨¦n es bueno ?no?¡±, dice el hombre en la grabaci¨®n, mientras se r¨ªe a carcajadas con otro brasile?o. Era un caso de acoso recreativo.
?Por qu¨¦ hablar de acoso recreativo y no solo de acoso? Porque el acoso recreativo es uno de los m¨¢s dif¨ªciles de identificar como violencia, pues cuenta con la complicidad y la risa de quienes ven o comparten la imagen. El acoso recreativo sucede cuando una mujer es acosada como parte de un proyecto de dominaci¨®n que busca provocar la risa de otros hombres. No es una risa liberadora (ridendo castigat mores), sino una risa que se basa en estereotipos y reg¨ªmenes de dominaci¨®n. Jos¨¦ Adilson Moreira defini¨® el ¡°racismo recreativo¡± como una pol¨ªtica cultural que se basa en pr¨¢cticas discriminatorias contra las minor¨ªas raciales. Se trata de pr¨¢cticas que, disfrazadas de risa opresiva, naturalizan la hostilidad racial y no son ni siquiera reconocidas por los sistemas jur¨ªdicos como ilegales.
En di¨¢logo con Moreira, Carla Akotirene escribi¨® sobre el inseparable sexismo-racismo recreativo de las situaciones en las que el humor de los memes se vuelve un arma para ridiculizar a las mujeres negras con diversos fines, ya sea para estereotipar sus fragilidades corporales impuestas por la pobreza, como la p¨¦rdida de dientes, o para intentar controlar las voces insumisas de las intelectuales negras, calificadas de ¡°divas¡± o ¡°acusadoras¡±. La v¨ªctima del an¨®nimo brasile?o era una mujer estereotipada por la islamofobia: una joven musulmana con velo.
El suceso podr¨ªa tomarse como un caso aislado de un macho latinoamericano en tierras lejanas. Pero no lo es: en 2014, el brasile?o tambi¨¦n difundi¨® un v¨ªdeo en el que acosaba a una mujer australiana, pidi¨¦ndole que repitiera frases sexuales en portugu¨¦s. Hay un patr¨®n en el acoso: el sarcasmo para humillar a las personas marcadas por el g¨¦nero o la sexualidad, la raza o la religi¨®n, es una t¨¢ctica de poder de quienes se imaginan en una posici¨®n de superioridad. Detr¨¢s de los comentarios obscenos de la reciente grabaci¨®n hab¨ªa estereotipos culturales y de g¨¦nero sobre las mujeres egipcias. La arrogancia del sarcasmo se aliment¨® de un sentido de superioridad ¨¦tnica y de g¨¦nero: un patriarca blanco que opera tanto en casa como en el extranjero bajo la certeza de la impunidad que le otorga la naturalizaci¨®n de sus privilegios. Sin ninguna extra?eza sobre lo que estaba haciendo, el hombre public¨® las im¨¢genes en su cuenta de Instagram que tiene casi un mill¨®n de seguidores.
El sujeto an¨®nimo que vagaba por las calles de Luxor es un tipo conocido en Brasil. Un m¨¦dico coach de t¨¦cnicas de culto al cuerpo, partidario del presidente Jair Bolsonaro, quien, tras m¨¢s de un a?o de pandemia, abusa de un vocabulario de fr¨¢gil barniz cient¨ªfico para seguir defendiendo tratamientos sin evidencia cient¨ªfica probada, como la hidroxicloroquina. Es mejor describirlo m¨¢s all¨¢ de su nacionalidad parroquial, como un representante sin fronteras del patriarcado racista que persigue a las mujeres. Al ser confrontado por la escena, el m¨¦dico hizo privada su cuenta de Instagram y se justific¨®: ¡°Yo soy as¨ª. Soy un tipo bastante bromista¡±. Las feministas brasile?as copiaron el video, lo tradujeron y lo enviaron a los movimientos de mujeres de Egipto, entre ellos, el perfil en redes sociales Speak Up, una ¡°iniciativa feminista de apoyo a las v¨ªctimas de la violencia¡±. La movilizaci¨®n online fue inmediata y comenzaron a circular hashtags entre los dos pa¨ªses, en ¨¢rabe, ingl¨¦s y portugu¨¦s, que dec¨ªan: ¡°expulsen al acosador brasile?o de Egipto¡±, ¡°investiguen al acosador brasile?o¡±, ¡°no queremos acosadores en nuestro pa¨ªs¡±.
El m¨¦dico fue identificado por la polic¨ªa egipcia y es investigado por el delito de acoso sexual, un delito cuya pena puede tener desde multas monetarias hasta prisi¨®n de entre seis meses y tres a?os. La nominaci¨®n de la escena como ¡°acoso¡± provino de las feministas y no de las normas de convivencia de Instagram, cuya plataforma permiti¨® la publicaci¨®n y circulaci¨®n de las im¨¢genes en la cuenta del m¨¦dico. Tras la intensa movilizaci¨®n y solidaridad entre j¨®venes feministas brasile?as y egipcias, Instagram finalmente comenz¨® a clasificar las im¨¢genes como ¡°lenguaje que incita al odio¡±. La disculpa del m¨¦dico a la v¨ªctima muestra lo arduo que es el camino para las mujeres: ¡°como vi que eras una persona risue?a, y estabas bromeando con nosotros, termin¨¦ bromeando tambi¨¦n¡±. No, las v¨ªctimas no se r¨ªen; el sarcasmo recreativo es exclusivo de los agresores.
Debora Diniz es brasile?a, antrop¨®loga, investigadora de la Universidad de Brown
Giselle Carino es argentina, polit¨®loga, directora de la IPPFWHR
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.