No vivir¨¢s peor que tus padres
Puede que no lleguemos a vivir tan bien como esper¨¢bamos pero eso es algo muy distinto a vivir peor
A menos que el mantra repetido hasta la saciedad sea una profec¨ªa autocumplida, no viviremos peor que nuestros padres. De hecho ya hemos vivido mucho mejor que ellos: su esfuerzo y sacrificio nos han permitido escapar a la infancia en la miseria que ellos tuvieron. Gracias a ellos hemos disfrutado de una educaci¨®n impensable en el pasado si no se pertenec¨ªa a una familia con posibles. Puede que no lleguemos a vivir tan bien como esper¨¢bamos pero eso es algo muy distinto a vivir peor. Ni tuvieron h...
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A menos que el mantra repetido hasta la saciedad sea una profec¨ªa autocumplida, no viviremos peor que nuestros padres. De hecho ya hemos vivido mucho mejor que ellos: su esfuerzo y sacrificio nos han permitido escapar a la infancia en la miseria que ellos tuvieron. Gracias a ellos hemos disfrutado de una educaci¨®n impensable en el pasado si no se pertenec¨ªa a una familia con posibles. Puede que no lleguemos a vivir tan bien como esper¨¢bamos pero eso es algo muy distinto a vivir peor. Ni tuvieron hijos en las mejores condiciones ni su vida fue un camino de rosas. Adem¨¢s, el futuro no est¨¢ escrito, no es ning¨²n t¨®pico afirmar que depende de nosotros. Por lo menos si hay una m¨ªnima convicci¨®n de que vivimos en un orden democr¨¢tico, no podemos resignarnos. La esperanza puede parecer ingenua pero no nos queda otra si no queremos renunciar a decidir por nosotros mismos qu¨¦ presente queremos, qu¨¦ otras condiciones de vida necesitamos.
Yo, como tantos hijos de la clase trabajadora, no voy a vivir peor que mi padre, que se dej¨® la espalda en la obra cargando sacos diez horas al d¨ªa. Las mujeres de hoy, por muy mal que nos vayan las cosas, no viviremos peor que las mujeres de ayer: podemos votar, abrir una cuenta corriente sin permiso de nadie, estudiar una carrera, trabajar, decidir si tenemos hijos o no, denunciar a nuestros maltratadores sin que nos pregunten en comisar¨ªa qu¨¦ hemos hecho para que nos peguen. Solo la falta de memoria puede hacernos creer que ellas vivieron un mundo feliz de maternidades sosegadas y un hogar con aroma a magdalenas reci¨¦n horneadas. Solo el adanismo imperante y el ombliguismo generacional pueden instalarnos en la queja inmovilista y est¨¦ril.
La precarizaci¨®n del mundo laboral, el paro y los salarios vergonzosos son unos hechos que nos afectan de forma directa pero no son ni una maldici¨®n b¨ªblica ni un destino fatal. Son el resultado de decisiones pol¨ªticas concretas que se han venido tomando en las ¨²ltimas d¨¦cadas: desmovilizaci¨®n sindical, reformas laborales que han supuesto recortes de derechos y externalizaci¨®n de servicios que convierten en trabajos basura incluso los que se generan desde lo p¨²blico. No, no nos conformemos, no nos resignemos y pidamos que nos devuelvan lo que a las generaciones anteriores les cost¨® sudor y l¨¢grimas y una vida entera de lucha. Esa es nuestra herencia leg¨ªtima y no el des¨¢nimo.