Sirenita
Ser¨ªa m¨¢s c¨®modo que las mujeres perdi¨¦semos la voz y dej¨¢semos de cantar
La sirenita es un cuento horroroso de Andersen que escribi¨® otros cuentos horrorosos ¡ªLas zapatillas rojas¡ª y algunos inteligent¨ªsimos como El traje nuevo del emperador. La sirenita, incluso en adaptaciones azucaradas, es un relato de amputaciones femeninas: la sirenita pierde cola, cabellera, voz, vida. Es un relato de almas y mundos que valen m¨¢s que otras almas y mundos. De mujeres que salvan, y hombres que se enamoran de mujeres que los salvan y protegen. A la sirenita le duelen las piernas mientras baila para su pr¨ªncipe. Cualquier sacrificio de la enamorada ser¨¢ poco y el hombre, cuando no se sienta amado de esa forma, experimentar¨¢ la traici¨®n, el dolor, podr¨¢ infligir olvido o castigo a la rebelde que saca los pies del zapatito o el tiesto. Luego la literatura vuelve a la realidad extra?amente: regresa mal le¨ªda y La sirenita se transforma en eufemismo para aliviar terrores que ella misma desencaden¨®. El horror se convierte en tirita-poes¨ªa para tranquilizar a una sociedad estupefacta que usa el arte para aleccionar o para no mirar, pero no lo usa para lo que podr¨ªa servir: aprender a ver mejor.
Mientras tanto, padres heridos en su orgullo lastrar¨¢n sacos con sus hijas dentro para tirarlas al mar y herir as¨ª a sus esposas; madres perder¨¢n a sus hijas para siempre porque han pasado a formar parte de un relato de maldad que hace de ellas putas locas; adolescentes, bellas y libres, ser¨¢n violadas, asesinadas y arrojadas a un pozo; mujeres ser¨¢n juzgadas dos veces por no gritar mientras cuatro hombres de orden, que creen en dios y se besan el crucifijo, les meten la polla en boca y ano¡ Nuestras hijas ser¨¢n violentadas cuando busquen trabajo, reciban un salario, paran (o no), cuiden, enfermen a causa de un sobreesfuerzo que parte de hist¨®ricas desventajas econ¨®micas, sociales, culturales. Pero un hombre trajeado aparecer¨¢ en televisi¨®n afirmando que lo que sucede es incomprensible. No hay un problema pol¨ªtico. Esto no tiene nada que ver con el peso de las religiones ni con legajos agusanados de leyes que cuesta tanto cambiar. Los chicos se levantan de sus butacas durante una representaci¨®n al sentirse insultados porque una mujer cuenta su historia de maltrato. Estos chicos son v¨ªctimas, pero no saben de qui¨¦n. Un hombre de iglesia manifiesta que los padres asesinan a sus hijas porque existe el divorcio: a los hombres les roban sus cr¨ªas y matan en un acto de desesperaci¨®n. Una ni?a se mete bajo la cama porque reconoce ruidos de golpes, pero esto no tiene nada que ver con la hostia que un d¨ªa te amorata un ojo y al siguiente temes que te mate, ni con las familias que dicen: ¡°Aguanta¡±. A muchas mujeres les tienta el suicidio: en comisar¨ªas, tribunales, centros de salud, escuelas hay gente sensible, pero hay quien todav¨ªa observa con un punto de desconfianza. ¡°Algo habr¨¢s hecho, la vida no se pinta en blanco y negro, quiz¨¢ te has negado a cortarte la cola. No amas lo suficiente. C¨®rtate la cola. C¨®rtatela¡±. No participo en debates que nacen de la pregunta: ¡°?No cree que el feminismo incurre en los mismos extremos que denuncia?¡±. Me niego a ser manipulada como cuota de pluralidad que subraya con su discrepancia la idea equidistante de que hombres y mujeres padecemos lo mismo, y tenemos los mismos derechos ¡ª¡±?no te das cuenta de que est¨¢s hablando, bruja?¡±¡ª, aunque ser¨ªa m¨¢s c¨®modo que las mujeres perdi¨¦semos la voz y dej¨¢semos de cantar.
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