A favor de los indultos | Un acto de fe
A los partidarios se nos podr¨¢ acusar de estar confiando en la medida de gracia. No tengo nada que reprochar a quienes no lo hacen. Solo espero que sean ellos quienes se equivoquen
Es verdad: hay razones muy poderosas para oponerse a los indultos. Razones jur¨ªdicas, pol¨ªticas, incluso ¨¦ticas. No me refiero a los argumentos legales contra la medida apuntados por el informe del Supremo; no soy jurista: doctores tiene la Iglesia. Tampoco pienso en quienes esgrimen indignidades, humillaci¨®n y ofensas; eso no son razones, sino sentimientos y, si algo nos ha ense?ado el ...
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Es verdad: hay razones muy poderosas para oponerse a los indultos. Razones jur¨ªdicas, pol¨ªticas, incluso ¨¦ticas. No me refiero a los argumentos legales contra la medida apuntados por el informe del Supremo; no soy jurista: doctores tiene la Iglesia. Tampoco pienso en quienes esgrimen indignidades, humillaci¨®n y ofensas; eso no son razones, sino sentimientos y, si algo nos ha ense?ado el proc¨¦s, es que hay pocas cosas m¨¢s t¨®xicas que la sentimentalizaci¨®n de la vida p¨²blica: se puede discutir sobre razones, pero no sobre sentimientos, y de ah¨ª que la sentimentalizaci¨®n de la pol¨ªtica sea la muerte de la pol¨ªtica (al menos, de la pol¨ªtica democr¨¢tica). Se dice a menudo que Pedro S¨¢nchez concede los indultos porque necesita a los secesionistas para mantenerse en el poder; el argumento, que contiene una parte de verdad ¡ªsi quiere seguir en la presidencia sin grandes contratiempos, S¨¢nchez debe preservar la mayor¨ªa parlamentaria que le respalda¡ª, es finalmente pueril: no hay ning¨²n pol¨ªtico que no quiera mantenerse en el poder: la cuesti¨®n es si lo que hace para conseguirlo beneficia o no a sus conciudadanos. En cuanto a la insinuaci¨®n de D¨ªaz Ayuso de que el Rey podr¨ªa no firmar los indultos, es solo una perfecta irresponsabilidad, a menos que la presidenta de Madrid no haya le¨ªdo la Constituci¨®n o sea un submarino de Carles Puigdemont.
Pero s¨ª: existen razones muy poderosas para oponerse a los indultos, la principal de las cuales es que los presos del proc¨¦s no solo no se han arrepentido de lo que hicieron, sino que siguen proclamando que lo que hicieron fue correcto y, en casi todos los casos, que lo volver¨¢n a hacer. Por supuesto, hay quien dice que no hicieron nada; es falso: lo que hicieron, en el oto?o infausto de 2017, fue arremeter contra la democracia en nombre de la democracia, amedrentar a la mitad o m¨¢s de la mitad de los catalanes, provocar la huida de miles de empresas de Catalu?a y colocar a esta al borde del enfrentamiento civil. Por eso est¨¢n en la c¨¢rcel: por sus actos, no por sus ideas. La pregunta es: ?merecen tales personas esta medida excepcional? El Gobierno la justifica bajo el criterio de ¡°utilidad p¨²blica¡± que prev¨¦ la ley; es decir, por la convicci¨®n (o la esperanza) de que la salida de la c¨¢rcel de los condenados sirva para la concordia y la reconciliaci¨®n.
Ahora bien, reconozcamos que nadie en su sano juicio y con un m¨ªnimo de decencia puede estar contra ambas cosas; tampoco, los que discrepan del indulto. Quiero decir que nadie tiene derecho a pensar que quienes se oponen a esa medida son fachas sedientos de venganza y no personas que (como el propio presidente del Gobierno hasta no hace mucho) piensan que la mejor manera de lograr la concordia y la reconciliaci¨®n es que los presos cumplan ¨ªntegra su condena. Por lo mismo, nadie tiene derecho a pensar que quienes estamos a favor de los indultos somos sicarios del sanchismo o tontos ¨²tiles del secesionismo. Dicho de otro modo: partamos de la base de que todos ¡ªcomo m¨ªnimo, todos los dem¨®cratas¡ª buscamos id¨¦ntico objetivo, y de que solo diferimos en la forma de encontrarlo.
?Servir¨¢ el indulto para la reconciliaci¨®n y la concordia, y por tanto para fortalecer la democracia? Esa es la pregunta del mill¨®n. Y el Gobierno, que debe de tener elementos de juicio para pensar que la respuesta es afirmativa, tiene la obligaci¨®n de exponerlos con la m¨¢xima claridad, as¨ª como de explicar qu¨¦ piensa hacer despu¨¦s del indulto para enderezar este tuerto monumental. No s¨¦ si, el lunes, la intervenci¨®n del presidente S¨¢nchez en el Liceo de Barcelona fue necesaria, pero estoy seguro de que fue insuficiente; esperemos al anunciado debate del d¨ªa 30 en el Congreso, que es donde deben discutirse estas cosas. Necesitamos esas explicaciones. Ante todo, las necesitamos los catalanes agredidos por la brutalidad antidemocr¨¢tica del secesionismo de 2017 (y por las tropel¨ªas del de ahora mismo).
De nuevo: ?pueden servir los indultos? Desde que el Gobierno los anunci¨®, hemos tenido indicios, vislumbres, atisbos de que podr¨ªan servir, o quiz¨¢ simplemente nos hemos esforzado en tenerlos, interpretando con un optimismo tal vez excesivo la carta de Junqueras desde la c¨¢rcel, o la foto de Pere Aragon¨¨s con el Rey. Es verdad en todo caso que, en Catalu?a, el clima pol¨ªtico ha mejorado a ra¨ªz del anuncio de la medida ¡ªuna mejora alentada por el pr¨®ximo fin de la pandemia y la llegada inminente de los fondos del plan de recuperaci¨®n europeo¡ª; no es menos verdad que entre nosotros el apoyo a los indultos es muy alto. No hablo solo del apoyo de los empresarios, la patronal, la iglesia o los sindicatos, que tan triste papel han desempe?ado casi siempre en el proc¨¦s; hablo de la gente com¨²n y corriente. Ahora mismo no resulta f¨¢cil encontrar entre los constitucionalistas catalanes a alguien contrario a los indultos; los argumentos son conocidos: se cree que parte del secesionismo de a pie apreciar¨¢ la medida y que por tanto ayudar¨¢ a destensar la situaci¨®n y a propiciar el di¨¢logo; se razona que el Estado muestra su fortaleza mostr¨¢ndose generoso con unos condenados que adem¨¢s ya han cumplido buena parte de su condena; se conf¨ªa en que la medida quite razones a los secesionistas; se constata que la c¨¢rcel los une y el indulto los divide, etc¨¦tera. Adem¨¢s de conocidos, los argumentos son discutibles, pero no la existencia de esa mayor¨ªa social favorable al indulto. El hecho es relevante: se olvida con frecuencia que el llamado problema catal¨¢n no es primariamente un problema entre Catalu?a y Espa?a, sino un problema entre catalanes, m¨¢s de la mitad de los cuales hemos dicho una y otra vez, de todas las formas posibles, que no queremos la secesi¨®n. Por lo dem¨¢s, tambi¨¦n hay cosas indudables, como que los indultos, parciales, mantienen la condena por inhabilitaci¨®n, o como el nerviosismo por momentos lindante con la histeria que su anuncio ha desencadenado en el secesionismo m¨¢s duro, que siente que la medida le priva de una baza insustituible, nacional y sobre todo internacionalmente.
?Significa todo esto que los indultos ser¨¢n el principio del fin de la pesadilla? No lo s¨¦. Tampoco creo que lo sepa el Gobierno. Ni siquiera esos secesionistas echados al monte que expresan en privado el deseo de regresar a la civilizaci¨®n, y que necesitan o dicen necesitar como agua de mayo los indultos para dar los primeros pasos¡ No hay certezas, quiz¨¢ no puede haberlas.
Planteado as¨ª el problema, a los partidarios de los indultos se nos podr¨¢ acusar de estar realizando apenas un acto de fe. La objeci¨®n me parece justa, adem¨¢s de dolorosa (sobre todo para m¨ª, que soy un temible descre¨ªdo): es un acto de fe en la concordia entre catalanes, en la buena voluntad de nuestros conciudadanos y en el futuro de nuestro pa¨ªs; pero tambi¨¦n un acto de fe en el Gobierno, al fin y al cabo un Gobierno democr¨¢tico que, nos guste o no, es el de todos. Yo entiendo muy bien que haya quien no pueda o no quiera hacer ese acto de fe. No tengo nada que reprocharles. Solo espero que sean ellos quienes se equivoquen.
Javier Cercas es escritor.