En contra de los indultos | Indulgencia plenaria
La justificaci¨®n del Gobierno de que son un medio para ¡°fomentar la convivencia en Catalu?a¡± es peor que los indultos mismos; lo que fomenta la convivencia democr¨¢tica es el respeto y el temor a la norma compartida
La frase m¨¢s sugestiva del padrenuestro es ¡°no nos dejes caer en la tentaci¨®n¡±. Para cada uno de nosotros hay una tentaci¨®n irresistible, de la que no podr¨ªamos librarnos con nuestras propias fuerzas. Por eso rogamos a Dios que no nos someta a esa prueba de la que saldremos inevitablemente vencidos: ?ah¨®rranos la derrota! Schopenhauer interpretaba ese ¡°no nos dejes caer en la tentaci¨®n¡± como otra s¨²plica: ¡°No me reveles qui¨¦n soy¡±. Me creo recto y virtuoso, pero de repente, inopinadamente, algo me tienta y descubro los l¨ªmites de esa excelencia de la que me enorgullec¨ªa, mi ¨ªntimo parentesco con el cieno, no con el cielo... Una lecci¨®n que servir¨¢ para purificarme de todo orgullo, arrepentirme no s¨®lo de lo que soy, sino de lo que ¡ª?Dios no lo quiera!¡ª podr¨ªa llegar a ser y obtener el perd¨®n radical, mi rectificaci¨®n. Lo que pedimos en la oraci¨®n fundamental es librarnos del mal, ser rescatados de nuestro parentesco con lo que la ley proh¨ªbe. Pero no se reza para que la ley desaparezca o para que lo prohibido deje de estarlo. No conozco la psicolog¨ªa de Dios, pero creo que tiene fama de magn¨¢nimo: sin embargo, no rogamos de su magnanimidad que convierta lo malo en bueno, sino que nos d¨¦ la oportunidad a quienes hemos resbalado por la tentadora ladera del mal de trepar de nuevo hasta la posibilidad de lo mejor. La indulgencia que esperamos no consiste en borrar la ley, sino en borrar de nuestra alma las consecuencias de haberla transgredido.
Perdonen esta ingenua excursi¨®n por la teolog¨ªa amateur, pero se me hace m¨¢s f¨¢cil entender el significado de la culpa y el arrepentimiento que nos rescata de ella en lenguaje religioso que jur¨ªdico: prefiero la gracia a la p¨®liza. Hay algo no ya de asombroso sino de perverso en pretender que la concordia debe conseguirse anulando la ley y descartando la condena de quienes han hecho caso omiso de ella. Esa concordia que algunos esperan conseguir por esta v¨ªa parad¨®jica... ?A qu¨¦ dar¨¢ lugar? Sin duda a otra ley, porque el establecimiento de la legalidad es la forma de convivencia civilizada en la sociedad moderna. Y esta nueva legalidad, la que convierte la antigua tentaci¨®n en m¨¦rito, tendr¨¢ tambi¨¦n sus transgresores, a los que los magn¨¢nimos del nuevo orden deber¨¢n a su vez indultar para no incurrir en agravio comparativo. Este procedimiento socava e imposibilita el establecimiento de un fundamento legal para la sociedad espa?ola, no s¨®lo catalana. Como se ha repetido con raz¨®n tantas veces (vamos, principalmente lo he repetido yo, pero si quiere puede usted tambi¨¦n unirse al coro), en democracia se da el derecho a la diferencia, pero nunca la diferencia de derechos. No hay derechos distintos porque no hay ciudadanos diferentes seg¨²n su origen o adscripci¨®n territorial. Por cierto, esto es lo que significa la unidad del pa¨ªs, no ninguna engolada trascendencia metaf¨ªsica. Dentro de un solo pa¨ªs con una ¨²nica Constituci¨®n cabe una variedad administrativa de aplicaciones legales seg¨²n variedad de circunstancias. Lo inadmisible es que la aplicaci¨®n de sanciones a quienes incumplen a sabiendas la Constituci¨®n y rechazan la unidad de la ciudadan¨ªa sea considerada como ¡°venganza¡± o ¡°resentimiento¡±.
Por lo visto el Gobierno, con gran esfuerzo inventivo, pretende justificar los indultos como medio para ¡°fomentar la convivencia en Catalu?a¡±. Creo que esta justificaci¨®n es peor que los indultos mismos. Lo que fomenta la convivencia democr¨¢tica es el respeto y el temor a la norma compartida: vivir en democracia es no tener que obedecer los caprichos de nadie, sino solamente lo establecido por la Ley. Si los arrebatos, pasiones y obcecaciones identitarias de un grupo de ciudadanos que no admiten ser iguales a los dem¨¢s (y que entienden su libertad como la de no ser iguales a los otros) adquiere tanto peso en la convivencia como la pauta constitucional, la democracia legal queda suspendida ¡ªo abolida, qui¨¦n sabe¡ª para verse sustituida por una olla podrida sentimentaloide en la que bullen leyendas hist¨®ricas, agravios m¨¢s o menos imaginarios, diferencias culturales acu?adas como irreductibles por quienes cobran por ello, etc. La isonom¨ªa esencial del sistema democr¨¢tico se trueca en una disforia c¨ªvica que lleva a la divisi¨®n y el enfrentamiento de la ciudadan¨ªa. Y a ese disparate crimin¨®geno, cuyos efectos en la Espa?a del pasado reciente o algo m¨¢s lejano conocemos demasiado bien, se la reviste con la hopalanda de la magnanimidad y se la arropa con el manto de la concordia, lo mismo que el bruto que esp¨ªa y maltrata constantemente a su c¨®nyuge lo hace en nombre de su irresistible amor.
El Gobierno de S¨¢nchez se presenta a la opini¨®n p¨²blica como forzado a tomar medidas arriesgadas por la intransigencia combinada de los independentistas unilaterales y la derecha anticatalana. Sus corifeos y coriguapos medi¨¢ticos le jalean en este dilema entre exaltados, apoyando los indultos, la mesa de di¨¢logo y lo que venga despu¨¦s. Cuanta desverg¨¹enza. La culpa de la derecha en el problema catal¨¢n es la misma que la de la izquierda, falta de resoluci¨®n al aplicar las medidas legales, educativas y medi¨¢ticas efectivas que habr¨ªan podido detener el desarrollo del mal cuando a¨²n se encontraba en sus primeras etapas. Ahora se presentan los indultos como la ¨²nica respuesta al ¡°algo habr¨¢ que hacer¡± frente al conflicto. Ya que no se puede afrontar realmente el mal, por lo menos tratemos de hacernos simp¨¢ticos a los malos para que sigan prefiriendo apoyar al sanchismo que desestabilizarlo provocativamente. Por supuesto todos sabemos, en primer lugar los que van a concederlos, que los indultos no tienen la m¨ªnima posibilidad de resolver nada: los indultados no piden ese beneficio, lo toman como una muestra de debilidad que se han ganado gracias a su arrogancia rebelde y no a su arrepentimiento, con ellos confirman que no deben ceder ni enmendarse, que van por el camino debido. Pero entonces, volvemos a los corifeos y coriguapos, ?qu¨¦ puede hacer el Gobierno de S¨¢nchez, mirando a los ojos de los catalanes nacionalistas ¡ªla vicepresidenta Calvo dixit¡ª, salvo indultarlos a ver si hay suerte y se portan bien?
Por supuesto, a los catalanes no nacionalistas, que se saben espa?oles y no viven de quimeras, a esos no se les mira a los ojos; y al resto de los espa?oles, que se quieren tan catalanes como del resto de su pa¨ªs, a¨²n menos. Nadie se atreve a decir lo obvio a los mimados rebeldes: la independencia unilateral no cabe en nuestro ordenamiento legal; los coloquios con independentistas para discutir sobre lo que pertenece a toda la ciudadan¨ªa espa?ola, a¨²n menos; a quienes insistan en la sublevaci¨®n de hecho, les espera el 155, los tribunales, la condena y una pena de c¨¢rcel sin indultos. Ya se les ha aplicado una vez ese tratamiento, con mucha vaselina, y la pr¨®xima vez ho tornarem a fer pero m¨¢s a las bravas. Lo dem¨¢s es una p¨¦rdida de tiempo y un indebido menosprecio a los catalanes que se saben y se quieren espa?oles.
Fernando Savater es escritor.
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