Mujeres nicarag¨¹enses para hacer historia
En la creciente lista de personas secuestradas por la dictadura de Daniel Ortega hay cada vez m¨¢s mujeres
Entre la lista cada vez m¨¢s creciente de rehenes secuestrados por la dictadura en Nicaragua, hay un buen n¨²mero de mujeres de distintas edades y credos pol¨ªticos, unidas por el fervor de la libertad y la democracia, valores que en mi pa¨ªs se imponen ahora ante cualquier diferencia ideol¨®gica. Volver a ser una rep¨²blica, como demandaba desde las p¨¢ginas del diario La Prensa Pedro Joaqu¨ªn Chamorro, el h¨¦roe nacional asesinado por Somoza en 1978.
Algunas son j¨®venes, o muy j¨®venes, una generaci¨®n de relevo que busca dejar atr¨¢s el pasado amargo y repetitivo de demagogia y represi¨®n en nombre de ideales hace tiempo enterrados, y abren el camino para que el pa¨ªs entre en la modernidad democr¨¢tica que le sigue siendo negada. Sus rostros est¨¢n ahora en las pantallas de los tel¨¦fonos celulares, y sus nombres se vuelven familiares: Ana Margarita Vigil, Tamara D¨¢vila, Suyen Barahona¡ cada una de ellas aislada en una celda de castigo. Hay que anotarlos, son parte del futuro que no podr¨¢ seguirle siendo negando para siempre a Nicaragua.
Conscientes de que el cerco se estrechaba alrededor de ellas, nunca buscaron esconderse, y lo que hicieron, y siguen haciendo, es grabar mensajes estremecedores: ¡°si est¨¢n viendo este video es porque la polic¨ªa allan¨® mi casa y me han secuestrado¡¡±, comienza diciendo Suyen Barahona, madre de una ni?a y presidenta del partido Unamos.
Esto de los mensajes grabados es un patr¨®n de resistencia c¨ªvica que se repite en todos los secuestrados, hombres y mujeres. Y el hecho de ver la c¨¢rcel como una prueba y como un desaf¨ªo. No una queja, sino un reto.
Violeta Granera se acerca a los 70 a?os. Su padre, mi profesor en la Facultad de Derecho, fue asesinado a sangre fr¨ªa en 1979 por una escuadra de milicianos sandinistas bajo la justificaci¨®n de que era magistrado de la Corte de Apelaciones de Le¨®n. Cuando ella cuenta que antes de que lo mataran, desapercibido, extendi¨® la mano en gesto de saludo a sus verdugos, sus ojos se llenan de l¨¢grimas, pero nunca hay amargura en su voz. Su estatura ¨¦tica est¨¢ muy por encima de la revancha.
Soci¨®loga de formaci¨®n, Violeta es la presidenta del Movimiento por Nicaragua. Afable, conciliadora, incansable en la b¨²squeda de la unidad de las fuerzas de oposici¨®n a Ortega, apoy¨® hasta el ¨²ltimo momento a trav¨¦s de las redes sociales a todos los que estaban siendo detenidos, y su voz de denuncia no bajo nunca de tono.
Se podr¨ªa pensar que, entre ella, exiliada durante los a?os ochenta, los a?os de la revoluci¨®n, y Dora Mar¨ªa T¨¦llez, forjadora de esa misma revoluci¨®n, existe una gran distancia. Pero ambas luchan juntas por una naci¨®n diferente, donde alguna vez impere el estado de derecho.
Dora Mar¨ªa fue uno de los iconos de la gesta contra la anterior dictadura de Anastasio Somoza. Abandon¨® sus estudios de medicina para irse a la clandestinidad, y a los 22 a?os, en 1978, fue la segunda al mando en la toma del Palacio Nacional, y la encargada de las negociaciones con Somoza para el canje de los m¨¢s de 60 presos pol¨ªticos por los diputados del Congreso Nacional retenidos por el comando. Un a?o despu¨¦s, dirigi¨® la toma de la ciudad de Le¨®n, cuadra por cuadra, a la cabeza de los contingentes guerrilleros, y puso en huida al general de cinco estrellas, comandante militar de la plaza.
Igual que Violeta, no rehuy¨® su captura, un operativo que involucr¨® a decenas de veh¨ªculos policiales, un cerco militar en las calles adyacentes, y drones volando sobre su casa. Y tambi¨¦n, igual que Violeta, fue golpeada y esposada, a pesar de que nunca opuso ninguna resistencia.
Esta forma de lucha se presenta como nueva en la historia de un pa¨ªs eternamente atribulado por las guerras civiles. Cuando se ocultaba en casas de seguridad en tiempos de Somoza, a Dora Mar¨ªa nunca la habr¨ªan cogido viva. Sucedi¨® muchas veces. Guerrilleros solitarios que se enfrentaban a contingentes militares enteros, y su sacrificio era el ejemplo.
Hoy, el ejemplo es otro. La resistencia que se hace sin armas busca alterar radicalmente la manera en que los cambios pol¨ªticos se han dado en la historia de Nicaragua desde hace m¨¢s de un siglo, siempre un caudillo armado que encabeza una guerra contra otro caudillo que detenta el poder, y, al final, ese nuevo caudillo liberador vuelve a entronizar una nueva dictadura.
Suena quiz¨¢s a Gandhi, y suena a Martin Luther King. Y quiz¨¢s se est¨¢ abriendo una v¨ªa para romper el eterno c¨ªrculo vicioso que ha convertido al pa¨ªs en un paria de la democracia, desprovisto de instituciones capaces de parar la mano de la voluntad omn¨ªmoda que siempre est¨¢ dictando desde arriba capturas, tortura, muerte, exilio.
El secuestro de candidatos a la presidencia y de numerosos dirigentes pol¨ªticos, y hasta de empresarios y banqueros, basado en leyes sacadas de la oscura manga de la arbitrariedad, dejan atr¨¢s la idea de que unas elecciones con un m¨ªnimo de credibilidad pueden darse en el mes de noviembre en Nicaragua.
Ortega mismo ha dinamitado esa posibilidad, y cualquier remedo de elecciones que intente, ser¨¢n solo eso, un remedo, incapaz de otorgarle la legitimidad que busca para continuar indefinidamente en el poder.
Sergio Ram¨ªrez es escritor, premio Cervantes 2017.
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