As¨ª en la tierra como en Facebook
Hace ya un tiempo que las redes sociales vienen rob¨¢ndole protagonismo a Dios, se han convertido en las principales competidoras de la Iglesia
Dicen que en un tiempo no muy lejano, existir¨¢n en Facebook m¨¢s perfiles de muertos que de vivos. Que la red se convertir¨¢ en una especie de Walking Dead, o m¨¢s bien de Surfing Dead, donde navegaremos entre zombis, como en una jornada en el r¨ªo Ganges.
El face me recuerda hoy tu cumple, c¨®mo olvidarlo. Las cuentas conmemorativas ser¨¢n legi¨®n, el cielo prometido se tornar¨¢ azul Facebook, construy¨¦ndose una nueva forma de inmortalidad.
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Dicen que en un tiempo no muy lejano, existir¨¢n en Facebook m¨¢s perfiles de muertos que de vivos. Que la red se convertir¨¢ en una especie de Walking Dead, o m¨¢s bien de Surfing Dead, donde navegaremos entre zombis, como en una jornada en el r¨ªo Ganges.
El face me recuerda hoy tu cumple, c¨®mo olvidarlo. Las cuentas conmemorativas ser¨¢n legi¨®n, el cielo prometido se tornar¨¢ azul Facebook, construy¨¦ndose una nueva forma de inmortalidad.
Siempre estar¨¢s en nuestros corazones porque nunca te has ido. Hace ya un tiempo que las redes sociales vienen rob¨¢ndole protagonismo a Dios, se han convertido en las principales competidoras de la Iglesia. Son el lugar predilecto para la congregaci¨®n de fieles, ese fuego alrededor del cual se re¨²ne la tribu para pedirle al santo Like. Tecleamos con una idea de posteridad pegada a la yema de los dedos, observados por el gran ojo que todo lo ve. Como si Dios asomara la cabeza a trav¨¦s de la conciencia colectiva, que es la suma de todas las conciencias.
Dicen que si entre un mont¨®n de gente se busca un n¨²mero exacto que se desconoce, como por ejemplo, cu¨¢l es la temperatura media en el desierto de Gobi, o cu¨¢ntos metros cuadrados tiene el estadio de La Romareda, la media de todas las respuestas se acercar¨¢ al resultado. A m¨¢s audiencia, m¨¢s exactitud. Tal vez la media de la humanidad arroje como n¨²mero exacto a un dios.
La muerte se llev¨® tu cuerpo pero tu alma vivir¨¢ eternamente en nuestra memoria. Lo que s¨ª parece indiscutible es que el entorno digital est¨¢ cambiando nuestra percepci¨®n de la muerte. Si anta?o era un acto comunitario, con el cortejo f¨²nebre recorriendo las calles, las pla?ideras desga?it¨¢ndose, y el luto de las viudas como un post it negro, la modernidad trajo consigo que los ritos se nos fueran adelgazando y los muertos transparent¨¢ndose como langostinos crudos. A los anticipos de fantasma hab¨ªa que esconderlos en hospitales, en oscuros s¨®tanos hasta sepultarlos en el cementerio. La muerte dej¨® de ser un acto p¨²blico, involuntariamente solidario, espera que salgo y dejo sitio, para convertirse en un secreto que se barre hacia dentro, en el fracaso de la gesti¨®n corporal.
Hasta la llegada de las redes.
Te fuiste al cielo para ser parte de las estrellas. La ultim¨ªsima tecnolog¨ªa ha creado un pasadizo para volver a estos ritos ancestrales. En los muros se comparte el dolor, los velatorios virtuales no tienen fin. V¨ªdeos, canciones, comentarios rebotan en la red para enfilar hacia el cielo, devolviendo al difunto a la comunidad, colocando la muerte en el centro de la vida.
En un cap¨ªtulo de Black Mirror, una mujer embarazada que ha perdido a su pareja contrata un servicio para recrear virtualmente al muerto mediante un programa de ordenador. Pero no tiene suficiente y le dan un cuerpo bi¨®nico, de carne sint¨¦tica, donde alojar el software. Acaba sinti¨¦ndose frustrada porque su androide hace siempre lo que ella le pide.
Nuestra sociedad corre tan r¨¢pido que se empe?a en alcanzar a las series dist¨®picas. Y ya existe una empresa, Eternime, que ofrece la posibilidad de virtualizar a tus muertos, de crear un avatar con la cara, la voz, las palabras del fallecido, un clon inmortal hecho de bits. En ocasiones no solo veo muertos, tambi¨¦n me hablan.
Te sigo viendo en cada luz, en cada sombra. No s¨¦ si resulta macabro o esperanzador constatar que solo somos informaci¨®n. O simplemente absurdo. Claro que tambi¨¦n lo fue enterrar con comida a los cuerpos en descomposici¨®n, con monedas y joyas para que las gastaran en el m¨¢s all¨¢. Qui¨¦n sabe si en el futuro no encontrar¨¢n absurda la idea de que los muertos viven en nuestra memoria, que la muerte definitiva solo acontece con el olvido.
No hace mucho, por un error de la compa?¨ªa, miles de usuarios de Facebook pudieron ver en sus perfiles, durante unas horas, un mensaje destinado a las cuentas conmemorativas, como un anuncio de su pr¨®xima muerte.
Esperamos que la gente que quer¨ªa a Mark Zuckerberg encuentre consuelo en lo que otros compartieron aqu¨ª para recordar y celebrar su vida. La empresa pidi¨® disculpas encarecidamente.
Es indudable que la muerte sigue siendo el mayor de los misterios. Pero hoy ese cielo imaginario, ese cielo b¨ªblico donde se situaba el para¨ªso, parece haberse concretado. La vida del m¨¢s all¨¢ est¨¢ un poquito m¨¢s ac¨¢.
Tu ausencia cada a?o es un agujero negro que se hace m¨¢s y m¨¢s grande. Tal vez en eso consiste el progreso: en la materializaci¨®n de la idea, en hacer de la velocidad un coche, de la comodidad una cama, de la muerte un lugar. En predecir el futuro cuando a¨²n no ha sucedido, en ver ese cielo que no hemos alcanzado. En hacer de la necesidad, no ya virtud, sino virtualidad.
Cari?o, aunque ya no est¨¢s f¨ªsicamente, sigues ah¨ª. Sigues aqu¨ª.
B¨¢rbara Blasco es escritora.