Velatorio digital por el abuelo
Respetando obedientemente la distancia de seguridad, mi t¨ªo le recit¨® los nombres de todos sus hijos y nietos
Nunca antes hab¨ªa llorado frente a una pantalla. Ha sido un debut coral, junto a otros tantos familiares que emit¨ªan sus l¨¢grimas por videoconferencia. Lo hac¨ªan desde Chicago, Tolosa, Barcelona y Murcia, aunque los de Madrid ¨¦ramos mayor¨ªa. Un rito digital cargado de dolor por nuestro abuelo, que ha muerto en el d¨ªa del padre. Otra v¨ªctima m¨¢s del pat¨®geno homicida, pero esta vez el impacto nos ha herido a nosotros.
En otro tiempo, el clan improvisar¨ªa un encuentro. Quienes viven fuera se apresurar¨ªan a sacar su billete. El comit¨¦ de crisis deliberar¨ªa, por ejemplo, en el caf¨¦ del hospital o bajo el techo del primog¨¦nito. Pero estos son d¨ªas extra?os, la cuarentena influye hasta en el duelo. Encerrados como estamos, solo nos queda la ceremonia virtual, la despedida en un chat de Zoom. Es tozuda la imagen de los m¨¢s veteranos pele¨¢ndose con el tel¨¦fono m¨®vil. Apenas logran enfocarse por entero. Su primera video llamada es para decir adi¨®s a uno de los nuestros.
M¨¢s tarde rebuscamos en el arsenal de recuerdos. Damos con fotograf¨ªas que compartir compulsivamente por el grupo de Whatsapp. El abuelo encorbatado en la boda de su nieto;apurando, con gesto brib¨®n, un cucurucho de helado el verano pasado; cenando con el pijama puesto, o en su ¨²ltimo paseo por el barrio, antes de que le asaltara la fiebre criminal. Incluso circula una grabaci¨®n in¨¦dita donde evoca c¨®mo le dictaba cartas a la abuela, y ella, afanosa, las taquigrafiaba en tiempo r¨¦cord. Alguien contesta con una risotada. Otro exclama que desconoc¨ªa tal joya. As¨ª ser¨¢n los velatorios mientras rija la pandemia.
Entre todos le buscamos un sentido a tanto horror. Ha sido r¨¢pido, nos decimos. Fue indoloro, aseguran los m¨¦dicos. Mi t¨ªo relata c¨®mo se enfund¨® un traje de astronauta para ver en sus ¨²ltimos instantes al abuelo. Respetando obedientemente la distancia de seguridad, le recit¨® los nombres de todos sus hijos y nietos. El protocolo admite una sola visita antes incluso de que lo trasladen a la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI). Es un adi¨®s cauteloso, imbricado en el miedo a la propia finitud. Adem¨¢s, no siempre llega a tiempo: en ocasiones la insuficiencia respiratoria tiene el m¨¦rito de ser m¨¢s veloz.
A todo esto, el n¨²mero de mi abuelo sigue dentro del grupo familiar de Whatsapp. Asiste en primera l¨ªnea al revuelo de pasiones codificado en lenguaje Android. Su ¨²ltima conexi¨®n fue por la ma?ana, a las 10:47. Una enfermera le facilit¨® el aparato para que estuvi¨¦semos en contacto, pero nunca lleg¨® a o¨ªr mis mensajes de voz. Supongo que permanecer¨¢n por siempre suspendidos en un limbo inform¨¢tico. Quiz¨¢ dentro de unos a?os se los encuentre un pirata de la red. Mientras lidiamos como podemos con la huella digital, los aplausos de las ocho en punto rasgan el silencio tenso. Por un momento, sentimos que esa ovaci¨®n tambi¨¦n es para ¨¦l.
La experiencia personal: anecdotario de los madrile?os durante la crisis sanitaria
Todos tendremos una historia que contar sobre c¨®mo vivimos el confinamiento por la pandemia del coronavirus. Este es un relato coral de los vecinos de Madrid a trav¨¦s de textos en primera persona.
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