?Qu¨¦ pereza!
Esto va de pol¨ªtica, de resolver problemas, no de crearlos. Va de conciliar antagonismos, no de reforzarlos. No va de leales o traidores, de fieles o de herejes, va de ciudadanos, y estos valen todos lo mismo
Ya me he pronunciado alguna vez a favor de la cuesti¨®n de los indultos. No s¨¦ si eso me incluye entre el grupo de aquellos a denostar, el de los corifeos de S¨¢nchez, o si se entiende que es mi opini¨®n y, por tanto, tan merecedora de respeto como cualquier otra. En este mundo nuestro es imposible que alguien abra la boca sin que lo adscriban de modo autom¨¢tico a uno u otro bando, y que, si no coincide con la opini¨®n de quien lo enjuicia, se piense que responde a motivos espurios distintos de un convencimiento personal. La hubiera mantenido aunque no escribiera en EL PA?S o hablara por la SER, uno ya es demasiado viejo como para tener que estar pendiente de esas cosas. Pero comprender¨¢n que da mucha pereza tener que entrar en estas disquisiciones, parece casi una excusatio non petita. Nuestra galopante polarizaci¨®n est¨¢ acabando con la pr¨¢ctica misma de la tolerancia.
Esa exclamaci¨®n de pereza que preside esta columna no va, sin embargo, de eso. O quiz¨¢ s¨ª, indirectamente. Va de c¨®mo el tema de los indultos ha vuelto a abrir la caja de los truenos de las soflamas patri¨®ticas y ha exacerbado todav¨ªa m¨¢s los motivos para encontrar disensos irreconciliables. No hay nada peor que el choque de nacionalismos; o, formulado de otra manera, que se utilice de forma partidaria lo que deber¨ªa ser com¨²n a todos. Escuchando estos d¨ªas a Casado he tenido la impresi¨®n de que eso que llamamos Espa?a se ha convertido en el objeto central de la guerra entre bloques. O sea, que volvemos a la discusi¨®n sobre las esencias. Lo extra?o es que se haga ampar¨¢ndose en la Constituci¨®n. Recordemos que si algo qued¨® fuera del consenso originario fue precisamente el t¨ªtulo VIII, que se ha ido desarrollando a lo largo de estas d¨¦cadas. Pero los l¨ªmites de hasta d¨®nde puede llegar dicho desarrollo quedan ya claramente establecidos en el art¨ªculo 2, el relativo a la indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola. ?Cree Casado que este art¨ªculo se puede cambiar sin una reforma de la Carta Magna, por un mero compadreo entre Gobierno e independentistas? ?l tiene capacidad de vetarlo, entonces ?por qu¨¦ le preocupa tanto?
Hay buenos argumentos de quienes se muestran en contra de los indultos, m¨¢s a¨²n despu¨¦s de escuchar todas las soflamas de los protagonistas del proc¨¦s al salir de Lledoners, otro ejemplo de inflamaci¨®n patri¨®tica. Pienso, sin embargo, que sobre ellos, los contrarios a los indultos, recae la carga de la prueba: ?qu¨¦ plan alternativo tienen para Catalu?a que no pase por establecer un proceso de negociaci¨®n? Ninguno, que se sepa. Seguir como est¨¢bamos, decidir no decidir. ?No fue eso lo que nos llev¨® hasta aqu¨ª?
Como nos muestra la propia Catalu?a, nada inflama m¨¢s las pasiones que el sentimiento nacional. De ah¨ª que sea tan irresponsable espolearlos desde arriba, desde un determinado liderazgo. Un pa¨ªs acaba siendo lo que se corresponde con su propia realidad sociol¨®gica, no con clich¨¦s aprior¨ªsticos. Esto va de pol¨ªtica, de resolver problemas, no de crearlos. Va de conciliar antagonismos, no de reforzarlos. No va de leales o traidores, de fieles o de herejes, va de ciudadanos, y estos valen todos lo mismo. Pero, sobre todo, va de saber convivir a pesar de nuestras diferencias. Este deber¨ªa de ser el objetivo, no el instrumentalizarlo todo para obtener peque?as ventajas partidistas. ?Qu¨¦ pereza, tener que volver sobre todo esto!
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