?Ni con Franco!
Soy una enemiga de la libertad. Me siento sierva, c¨®mplice voluntaria, por haber asumido sin rechistar, sin poner en duda su legalidad, aquellas normas que seg¨²n los sanitarios salvaban vidas
Hay calles en las que se celebra a diario la hora del verm¨², por darle a ese momento sagrado el nombre de una bebida castiza. La madrile?a calle Hermosilla bulle a esas horas del aperitivo en las que una pasea esquivando terrazas y atrapando frases. Hay un tipo de se?oras muy empoderadas a las que el camarero conoce por el nombre. Si alguien pens¨® que el empoderamiento era un sustantivo feminista yo les animar¨ªa a pasear, incluso me presto como gu¨ªa, por esa fila de terrazas para que se vea a qu¨¦ nivel estas mujeres de edad, como antes se dec¨ªa, viven imbuidas de su poder¨ªo. Estas empod...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Hay calles en las que se celebra a diario la hora del verm¨², por darle a ese momento sagrado el nombre de una bebida castiza. La madrile?a calle Hermosilla bulle a esas horas del aperitivo en las que una pasea esquivando terrazas y atrapando frases. Hay un tipo de se?oras muy empoderadas a las que el camarero conoce por el nombre. Si alguien pens¨® que el empoderamiento era un sustantivo feminista yo les animar¨ªa a pasear, incluso me presto como gu¨ªa, por esa fila de terrazas para que se vea a qu¨¦ nivel estas mujeres de edad, como antes se dec¨ªa, viven imbuidas de su poder¨ªo. Estas empoderadas de raza jam¨¢s est¨¢n solas porque si se da el caso de que les ha fallado la amiga de toda la vida charlan con el camarero de toda la vida, tambi¨¦n le hablan al perro, de pedigree de toda la vida, al que atan a la pata de la mesa con una correa con los colores de la bandera de Espa?a. El perro hace las veces de marido, pero en mejor, en mucho mejor. Come patatas, la mira con arrobo, y calla. Hay un tipo de mujeres que viven en los a?os de viudedad su tiempo de gloria. Ahora adem¨¢s cuentan con el m¨®vil si es que sienten la necesidad de expresarle a otro ser humano sus pensamientos, porque con el perro, como ocurr¨ªa con el marido, los temas se limitan a los agentes atmosf¨¦ricos. El m¨®vil les permite a estas damas hablar a voz en grito, una reminiscencia de c¨®mo se hablaba antes a los tel¨¦fonos de toda la vida, as¨ª que sus afirmaciones alcanzan incluso a las transe¨²ntes de la acera de enfrente (dicho esto sin doble sentido).
Hay una dama empoderada que es, sin duda, mi favorita. He estado fuera unos d¨ªas en la playa y confieso que siempre regreso con el miedo de que me haya desaparecido. Pero no. Mi se?ora estaba ah¨ª, fiel a su estilo: melena cardada, que es un peinado para el que hay que ser valiente; gafas de concha de aquellos setenta; la mascarilla al cuello, cucamente ocultando la decadencia; la piel curtida por el sol de la finca; una blusa con uno de esos estampados retro que ahora imitan las grandes firmas; la pitillera en la mesa; el gin&tonic bien de hielos; el perro mir¨¢ndola con ojos del difunto; el humo saliendo a bocanadas de su boca; la voz grave del fumeteo y de haber sido fiel a la hora del verm¨² como a la comuni¨®n. Habla mi se?ora por el m¨®vil con una amiga, dando la batalla cultural, exponiendo su opini¨®n sobre los temas urgentes que ocupan estos d¨ªas y por eso la traigo a colaci¨®n:
¡ªVamos, hija, que es que una ya no puede m¨¢s (suelta el humo). Ni con Franco viv¨ªamos estas restricciones. Esto es peor que una dictadura. ?Ni con Franco!
Tal vez el solazo me haga ver alucinaciones, pero por un momento me parece observar que desde otras mesas asienten. Sin duda hay un mundo constre?ido ah¨ª fuera. A esta frase le siguen otras de igual calado, y yo me siento afortunada por haber pisado este tramo de calle en momento tan revelador. Ahora, de pronto, logro entender la declaraci¨®n de inconstitucionalidad del estado de alarma que ha fallado el Tribunal Constitucional. No me cabe la menor duda de que esta franca se?ora jam¨¢s hubo de callarse la boca en tiempos del dictador, porque seguramente sus severas afirmaciones estaban en consonancia con aquellos tiempos. Ella, por as¨ª decirlo, es m¨¢s del estado de excepci¨®n, y menos de estas insoportables prohibiciones que solo sirvieron y sirven para que un Gobierno social-comunista imponga su criterio por las bravas.
Sigo mi paseo con la cabeza gacha, reconoci¨¦ndome como sierva m¨¢s que como ciudadana, c¨®mplice voluntaria, por haber asumido sin rechistar, sin poner en duda su legalidad, aquellas normas que seg¨²n los sanitarios salvaban vidas. He aqu¨ª una enemiga de la libertad.