Llamar a mi amigo Juan
Mi amigo Juan Arias cumpli¨® 89 a?os. ?l era al que buscaba constantemente para preguntarle sobre Brasil cuando viv¨ªa en el pa¨ªs. Y me gui¨® sin condescendencia ni petulancia
Cuando me fui a Brasil a ejercer de director de la edici¨®n brasile?a de EL PA?S, todo el mundo en el peri¨®dico en Madrid me aconsej¨®: ¡°Si tienes alg¨²n problema, llama a Juan Arias¡±.
Al llegar todo me pareci¨® incomprensible y abrumador: el pa¨ªs mismo, la pol¨ªtica, las dimensiones, la historia las relaciones laborales, el tama?o descomunal de las ciudades, las relaciones humanas, la manera amable, simp¨¢tica, pero con frecuencia sinuosa que tienen los brasi...
Cuando me fui a Brasil a ejercer de director de la edici¨®n brasile?a de EL PA?S, todo el mundo en el peri¨®dico en Madrid me aconsej¨®: ¡°Si tienes alg¨²n problema, llama a Juan Arias¡±.
Al llegar todo me pareci¨® incomprensible y abrumador: el pa¨ªs mismo, la pol¨ªtica, las dimensiones, la historia las relaciones laborales, el tama?o descomunal de las ciudades, las relaciones humanas, la manera amable, simp¨¢tica, pero con frecuencia sinuosa que tienen los brasile?os de comportarse, la costumbre de no decir que no pero no hacer lo que consideran que no hay que hacer¡
As¨ª que llamaba a Juan Arias constantemente para preguntarle sobre Brasil y los brasile?os. Sobre lo importante y lo anecd¨®tico, sobre lo bueno y lo malo, a veces varias veces en un d¨ªa. ¡°Juan, ?t¨² qu¨¦ opinas?¡±, ¡°Juan, a ti qu¨¦ te parece?¡±, ¡°?Juan, qu¨¦ va a pasar?¡±, ¡°Juan, ?de verdad t¨² crees que¡?¡±
Y Juan, desde su preciosa casa de la playa de Saquarema, respond¨ªa siempre el tel¨¦fono con su paciencia infinita y me guiaba, despacio, sin condescendencia ni petulancia.
Despu¨¦s de gastarme una fortuna al tel¨¦fono fui a visitarle, conoc¨ª a su inteligent¨ªsima esposa Roseana, me enamor¨¦ de las vistas que se divisan desde la puerta de su casa y, al despedirme, al d¨ªa siguiente, me dije que hay que saber mucho de la vida para acabar en un rinc¨®n as¨ª, acompa?ado de una mujer as¨ª, haciendo las cosas que ¨¦l hace.
Me dijo que se levanta cada d¨ªa temprano y camina varios kil¨®metros solo por la playa y que es en esos momentos cuando elabora mentalmente los art¨ªculos, o la forma de los art¨ªculos, o el tema de los art¨ªculos, y yo pens¨¦ en los periodistas atribulados y veloces que corremos de un lado para otro persiguiendo eso que encuentra Juan cada d¨ªa a las siete de la ma?ana mientras camina por el para¨ªso en forma de playa que tiene al cruzar la calle.
Despu¨¦s de conocerle personalmente, claro, ya no solo le pregunt¨¦ sobre Brasil y los brasile?os, sino sobre Espa?a, la lejan¨ªa, los amigos, la literatura, la soledad o la tristeza. Sobre su enorme vida, sobre sus viajes, sobre sus libros. Sobre m¨ª mismo. Y Juan, desde su preciosa casa de Saquarema, respond¨ªa siempre al tel¨¦fono con su paciencia infinita y me guiaba, con sabidur¨ªa, con calma.
Ahora que vivo en Espa?a, utilizamos el guasap, que es m¨¢s barato.
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