Las vacaciones de tu vida
Lo importante no es la meta, sino el camino, se dec¨ªa. Ahora ni siquiera importa llegar, se trata de la foto
Voy a dar un rodeo para entrar en el tema y hablar¨¦, en primer lugar, de la sala de espejos de un parque de atracciones que frecuent¨¦ durante mi infancia. Cuando a¨²n no ten¨ªas la edad para atreverte con el t¨²nel del terror e incluso antes de que te permitieran subir en aquella monta?a rusa que se enroscaba en incre¨ªbles cabriolas, no te quedaba m¨¢s opci¨®n que pasar largas horas en la sala de los espejos. Ah¨ª, boquiabierto, te buscabas en el reflejo de aquellas magn¨ªficas deformaciones y quiz¨¢s descubrieras que tu figura se hab¨ªa alargado tanto que tu cabeza diminuta casi no cupiera en el extre...
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Voy a dar un rodeo para entrar en el tema y hablar¨¦, en primer lugar, de la sala de espejos de un parque de atracciones que frecuent¨¦ durante mi infancia. Cuando a¨²n no ten¨ªas la edad para atreverte con el t¨²nel del terror e incluso antes de que te permitieran subir en aquella monta?a rusa que se enroscaba en incre¨ªbles cabriolas, no te quedaba m¨¢s opci¨®n que pasar largas horas en la sala de los espejos. Ah¨ª, boquiabierto, te buscabas en el reflejo de aquellas magn¨ªficas deformaciones y quiz¨¢s descubrieras que tu figura se hab¨ªa alargado tanto que tu cabeza diminuta casi no cupiera en el extremo superior del espejo, o te observaras a ti mismo chaparro y redondo concentrado en el centro del reflejo. Se trataba de una diversi¨®n inocente que te ofrec¨ªa la oportunidad de mudarte a otro cuerpo antes de volver a ser t¨². Porque nunca te olvidabas de eso: que t¨² eras el de fuera del espejo.
Fin del rodeo porque ahora s¨ª que el verano ya lleg¨®, otro verano extra?o, aunque no m¨¢s que el pasado, e inauguramos t¨ªmidamente esa ¨¦poca de playas y expectativas, de promesas y ganas de salir, a¨²n con miedo, y desde mi pantalla del tel¨¦fono vuelvo a menudo a aquellas tardes en la sala de los espejos. Lo hago cada vez que entro en cualquiera de mis redes sociales y salen a mi encuentro cientos de fotograf¨ªas que cada d¨ªa son las mismas, repetidas en un bucle infinito. Esa pose en la playa, dos copas de vino blanco entrechoc¨¢ndose en el horizonte de una puesta de sol inolvidable, la Torre Eiffel en el fondo de un selfi de una pareja acaramelada, unos pies con una pedicura perfecta sobre la impoluta arena blanca o esa familia feliz ¡ªque t¨² sabes que no es tan feliz¡ª sonriendo como si les acabaran de contar a todos el mejor chiste de sus vidas. En fin: la retransmisi¨®n en directo de las vacaciones en esta estandarizaci¨®n perversa de la felicidad que ofrecen los escaparates digitales. ?Que pasas las vacaciones de tu vida? Sin foto no existen. ?Que no pasas las vacaciones de tu vida? Con foto pueden existir.
Un eslogan de Kodak de principios del siglo XX contaba que ¡°unas vacaciones sin Kodak son unas vacaciones perdidas¡±. Generaba la obligaci¨®n de fotografiar lo vivido, pero entonces exist¨ªan las limitaciones del carrete y hab¨ªa que administrar la expectativa, y, por otro lado, las im¨¢genes solo eran vistas por un c¨ªrculo muy limitado de personas. Ahora, sucede al contrario. Cientos de miles y miles de fotograf¨ªas, a menudo edulcoradas de amables filtros que afilan nuestros rostros y redondeces, y que destilan cierto tufillo a spot publicitario, se disponen con el fin de ser compartidas con los dem¨¢s, los conozcamos o no, calculando el impacto y las visualizaciones.
Son fotograf¨ªas que consiguen transmitir que la felicidad y la belleza es justamente eso reproducido en bucle: la puesta de sol y las copas de vino, y todo dispuesto de esa manera que comporta cierto anonimato de la experiencia. Quiz¨¢s opere aqu¨ª el principio del deseo mim¨¦tico de Ren¨¦ Girard ¡ªel hombre es un ser mim¨¦tico, es decir, imita los deseos del otro¡ª aplicado a las vacaciones, porque lo cierto es que ahora la imagen de la felicidad no es ya ¨²nica para cada uno, sino que es algo estereotipado y susceptible de imitaciones m¨¢s o menos burdas. Adem¨¢s, todas esas versiones que hacemos hasta dar con la imagen perfecta quedan almacenadas en nubes, archivos, en memorias de tel¨¦fonos que pronto se nos quedan peque?os, y en vez de borrar seguimos comprando m¨¢s espacio para no perder nada. Fotograf¨ªas a las que, en su mayor¨ªa, una vez hechas no volvemos nunca m¨¢s y conforman un cementerio de im¨¢genes, una suerte de purgatorio de lo no memorable en esta obsesi¨®n nuestra por fotografiarlo todo.
En Los amores dif¨ªciles, Italo Calvino cuenta que ¡°hay que fotografiar todo lo que se pueda, y para fotografiarlo todo es preciso: o bien vivir de la manera m¨¢s fotografiable posible, o bien considerar fotografiable cada momento de la propia vida. La primera v¨ªa lleva a la estupidez, la segunda, a la locura¡±. En las redes sociales, en esta amplificaci¨®n de la sala de los espejos, ambas, fingimiento y cantidad, se dan cita. Es como si quisi¨¦ramos convertirnos, a base de forzarlo, en la propia imagen. Las demandas del ego, motor de las redes sociales, nos llevan detenernos frente a ese espejo hipot¨¦tico y deformado para convencernos de que ya no somos nosotros, sino que podemos ser otros, que nos hemos convertido en la idea que queremos transmitir nosotros mismos. O sea, en algo que no existe.
Es un t¨®pico que se ha repetido hasta el infinito: no importa llegar, lo que importa es el camino. Ahora ni siquiera importa llegar, lo que importa es la foto. Y quiz¨¢s si miras muchas veces una misma foto consigues la magia: consigues cre¨¦rtela.
Laura Ferrero es escritora. Su ¨²ltimo libro es La gente no existe (Alfaguara).