Los monstruos quieren saber
De todas las cosas que sospechamos de nosotros mismos, incluidas muchas buenas, para qu¨¦ jugar a acertar cu¨¢l es la que hace que la gente nos ame o nos odie
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Hay un momento de Al final siempre ganan los monstruos (Blackie Books), de Juarma, en que a uno de los protagonistas le visita su novia, que le quer¨ªa infinito el d¨ªa anterior, para anunciarle que lo deja por ¡°monstruo¡± y ¡°mentiroso¡±. El chico reacciona con una entereza admirable. ¡°No le pregunt¨¦ qu¨¦ hab¨ªa pasado, de qu¨¦ se hab¨ªa enterado, porque le ocultaba tantas cosas que no quer¨ªa cagarla m¨¢s todav¨ªa¡±. A una amiga antes de las vacaciones le pas¨® algo parecido con su novio, pero mucho m¨¢s extra?o; se despidieron al mediod¨ªa para ir a trabajar, y su pareja volvi¨® por la noche a casa hecho un basilisco, entre la furia y el llanto, diciendo que la dejaba mientras recog¨ªa sus cosas. ¡°?No le preguntaste por qu¨¦?¡±, quise saber. ¡°No, que se joda¡±.
Hay gente que se enfada un mont¨®n con su pareja y, no contenta con eso, no dice las razones del enfado y espera que sea la pareja la que pregunte. Para qu¨¦ va a preguntar, alma de c¨¢ntaro, si en cualquier relaci¨®n hay a diario dos o tres motivos difusos por los que esa relaci¨®n puede romperse. De repente me veo a m¨ª mismo de peque?o, m¨¢s elegante y l¨²cido que ahora, recibiendo un zapatillazo de mi madre sin ninguna explicaci¨®n mientras calculo en silencio, por la fuerza con que se ha dado, a qu¨¦ trastada puede deberse. ?Pero preguntarlo? No, para qu¨¦: solo para enfadarla m¨¢s; tiene que recordarlo, y a medida que lo verbaliza cae otro zapatillazo m¨¢s. Algo que nos lleva directamente a aquella historia que le le¨ª a Juan Tall¨®n sobre Mark Twain, cuando Twain envi¨® a modo de broma un telegrama a varios amigos diciendo: ¡°Huye inmediatamente. Se ha descubierto todo¡±, y salieron todos al d¨ªa siguiente, sin excepci¨®n, de la ciudad. Qu¨¦ m¨¢s da lo que se haya descubierto: el caso es que para cada uno se descubri¨® algo. La culpa puede llegar a ser algo bello si uno, acept¨¢ndola, evita los detalles m¨¢s escabrosos. En el amor, como en ciertas personas (los protagonistas del libro de Juarma, por ejemplo), muchas veces es mejor morir sin saber por qu¨¦; a cuento de qu¨¦ abrir el cuerpo para ver qu¨¦, si ya no se mueve.
Dedico los ¨²ltimos d¨ªas de agosto a leer Insolaci¨®n, de Emilia Pardo Baz¨¢n, y Al final siempre ganan los monstruos, dos libros escritos desde dos universos distintos que tienen en com¨²n una revoluci¨®n interior en sus p¨¢ginas: la independencia y la honestidad de sus autores, el hast¨ªo formidable de sus protagonistas. Los de la novela de Juarma son de una violencia y de una ternura inacabada, sometidos a una adicci¨®n enfermiza a la coca¨ªna y a algo m¨¢s poderoso, el no futuro, eso que les priva no solo de decir m¨¢s palabras de las que deben sino a ahorrarse las hostias, como cuando Lolo se dirige a unos chuletas de fuera de Villa de la Fuente, en silencio y con un porro en la boca, y tuerce su camino, coge la Yamaha de uno y la tira al embalse; partida ganada: con alguien as¨ª qui¨¦n se va a poner a pelear. ?C¨®mo va a preguntar ese ser humano, cuando lo deja la novia que lo quer¨ªa infinito el d¨ªa anterior, por qu¨¦ lo deja? De todas las cosas que sospechamos de nosotros mismos, incluidas muchas cosas buenas, para qu¨¦ jugar a acertar cu¨¢l es la que hace que la gente nos ame o nos odie.
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