Fatalidad de los talibanes
La incertidumbre sobre el futuro no permite excluir v¨ªas de contacto con el nuevo Gobierno en Afganist¨¢n
Con la salida de Kabul de los ¨²ltimos soldados y diplom¨¢ticos de la OTAN, se abre el periodo que redefinir¨¢ la relaci¨®n de los pa¨ªses aliados con un Gobierno talib¨¢n cuya composici¨®n y comportamiento son ahora mismo imprevisibles. A pesar de las contradicciones, tanto Estados Unidos como Europa necesitan afrontar...
Con la salida de Kabul de los ¨²ltimos soldados y diplom¨¢ticos de la OTAN, se abre el periodo que redefinir¨¢ la relaci¨®n de los pa¨ªses aliados con un Gobierno talib¨¢n cuya composici¨®n y comportamiento son ahora mismo imprevisibles. A pesar de las contradicciones, tanto Estados Unidos como Europa necesitan afrontar la cuesti¨®n con un enfoque pragm¨¢tico centrado en dos objetivos. Primero, que Afganist¨¢n no vuelva a convertirse en un refugio para el terrorismo yihadista internacional. Y segundo, que se refuerce un corredor humanitario capaz de gestionar las repatriaciones de miles de personas que han quedado atr¨¢s.
Rusia y China ya han tomado la iniciativa y Josep Borrell, alto representante de Pol¨ªtica Exterior y Seguridad de la UE, expuso el jueves a los socios la necesidad de cooperar con los talibanes. La UE se ha autoimpuesto, sin embargo, la l¨ªnea roja de no reconocer oficialmente al nuevo Gobierno. Borrell distingui¨® entre el reconocimiento de facto y el pol¨ªtico. El primero ya tuvo un primer examen cuando los talibanes se encargaron de la seguridad del aeropuerto y colaboraron con la OTAN durante la retirada. La UE condiciona un eventual reconocimiento pleno a que no se produzca una regresi¨®n en los derechos humanos (en particular de las mujeres), que hasta ahora se da como inevitable. Una actitud similar se aprecia en Estados Unidos, obligado a aceptar que necesita a los talibanes para seguir vigilando la amenaza terrorista. Esos son los ejes de la relaci¨®n, pero la incertidumbre actual hace improbable cualquier avance m¨¢s fiable.
El pa¨ªs de hoy es muy diferente al que los talibanes encontraron en 1996 y, aunque no hayan cambiado sus ambiciones islamistas, se intuye que no les ser¨¢ f¨¢cil imponer a corto plazo el temido retroceso en t¨¦rminos de libertades y derechos. Necesitar¨¢n dinero y cierta operatividad institucional para legitimarse, pero, a la vez, ver¨¢n en las calles a algunas mujeres valientes, en im¨¢genes emocionantes como las de ayer mismo. Los talibanes necesitan el reconocimiento: la ayuda internacional supone m¨¢s del 42% de la econom¨ªa de Afganist¨¢n, y tras la toma de Kabul, EE UU y el FMI bloquearon su acceso.
Cuando el mi¨¦rcoles le preguntaron al jefe del Estado Mayor de EE UU, el general Mark Milley, por la colaboraci¨®n con los talibanes en la evacuaci¨®n, contest¨®: ¡°En la guerra, para reducir riesgos haces lo que tienes que hacer, no necesariamente lo que quieres¡±. Se abre ahora un periodo en el que hay que preguntarse si esa misma l¨®gica debe aplicarse a las relaciones diplom¨¢ticas con los talibanes. La guerra ha terminado para Milley y sus tropas, pero no para los afganos.