Minutos de felicidad
Con la llegada de la afamada desescalada hay quienes se empe?an en dar un paso atr¨¢s y volver a un momento en que el ritmo de trabajo robaba tiempo a las personas, pero trabajar a distancia tambi¨¦n ha tra¨ªdo buenas ense?anzas
Dejar a mi hija en el cole y tener tiempo para desayunar con mi pareja antes de empezar a trabajar. Solo 15 minutos, 900 segundos de felicidad. Parece algo trivial, pero no lo es. Tomar el desayuno sin prisa, hablar de temas intrascendentes, sentir el olor a caf¨¦ en la casa... Esos minutos me dan la vida. Antes de la pandemia, gastaba ese tiempo en un metro atiborrado de gente. Me tomaba dos galletas mientras corr¨ªa hac¨ªa la estaci¨®n y me maquillaba en el vag¨®n, pero ni el r¨ªmel que alarga las pesta?...
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Dejar a mi hija en el cole y tener tiempo para desayunar con mi pareja antes de empezar a trabajar. Solo 15 minutos, 900 segundos de felicidad. Parece algo trivial, pero no lo es. Tomar el desayuno sin prisa, hablar de temas intrascendentes, sentir el olor a caf¨¦ en la casa... Esos minutos me dan la vida. Antes de la pandemia, gastaba ese tiempo en un metro atiborrado de gente. Me tomaba dos galletas mientras corr¨ªa hac¨ªa la estaci¨®n y me maquillaba en el vag¨®n, pero ni el r¨ªmel que alarga las pesta?as, ni el corrector que cubre las ojeras, ni los pintalabios de efecto permanente eran capaces de ocultar el mal humor y el cansancio que, desde hace a?os, llevaba tatuados en la cara.
Hacer la comida en casa, en el tiempo que me bajaba a tomar un caf¨¦ o a dar un paseo alrededor de la oficina. 20 minutitos, 1.200 segundos de felicidad. Antes cocinaba por la noche, agotada de los d¨ªas intensos. Hac¨ªa la comida a rega?adientes y la met¨ªa en un tupper que calentaba al d¨ªa siguiente en el microondas de la planta nueve. Es la misma comida, pero sabe distinto. En la oficina como y bebo tiempo perdido, en casa me alimento de pausa.
Recoger a la peque en el cole, que est¨¢ solo a 10 minutos de casa. Ya no hace falta apuntarla a extraescolares para hacer tiempo hasta que mam¨¢ o pap¨¢ vengan a recogerla. Aqu¨ª gano casi una hora, 3.600 segundos de felicidad. Esa cuenta no es exacta, porque hay d¨ªas que la peque va a extraescolares, pero ya no se queda en el cole porque s¨ª, sino para hacer cosas que le gustan, que le mueven, que le apasionan. La conciliaci¨®n familiar, que cre¨ªa que era una leyenda urbana, se convirti¨® en realidad. Porque finalmente el tiempo est¨¢ de nuestra parte. En total, 95 minutos al d¨ªa, 5.700 segundos contabilizados en favor de mi salud mental.
No me entend¨¢is mal, ese texto no es una cr¨ªtica al mundo laboral. Soy una de esas privilegiadas que le gusta lo que hace y siente orgullo del lugar donde trabaja. Lo que no me gusta son los minutos malgastados, perdidos entre la multitud que llena los vagones del metro, olvidados entre los coches atascados en la M30 o extraviados entre los microondas que recalientan cenas en la planta nueve.
Fue necesario una pandemia mundial, que nos oblig¨® a aislarnos en casa, para descubrir esa palabra que era tan poco usada en mi oficina y que ahora considero esencial para mi calidad de vida: teletrabajo. La vuelta a eso que llaman de normalidad, con los ni?os en el cole, la gente en la calle, la llegada de las vacunas, disolvi¨® gran parte de mis angustias y me permiti¨® descubrir esos minutos, esos peque?os par¨¦ntesis de felicidad que he conquistado cuando empec¨¦ a trabajar en casa. Ese concepto que parece nuevo, aunque no lo sea, y que, como dice la gente, lleg¨® para quedarse. Por eso no entiendo por qu¨¦ quer¨¦is que volvamos. ?Acaso somos menos productivos? ?Hemos dejado de trabajar en equipo? ?Nos comunicamos peor? ?Costamos m¨¢s a la empresa? ?Por qu¨¦ quer¨¦is arrebatarnos todos esos minutos de vida?
Yo trabajo m¨¢s y mejor cuando estoy en casa, quiz¨¢s porque estoy m¨¢s a gusto y tengo menos distracciones. O quiz¨¢s porque esos minutos de felicidad me ayudan a estar menos cansada y a tener la mente m¨¢s despejada. No creo que la productividad haya bajado en mi departamento y la comunicaci¨®n entre mis compa?eros y compa?eras es fluida. Es lo que tiene vivir en el siglo XXI, tenemos herramientas m¨¢s que suficientes para estar en contacto constante. Los coches que abarrotaban el aparcamiento de la oficina est¨¢n olvidados en sus garajes, castigados por llenar la ciudad de humo y ruido. Ya no tengo la sensaci¨®n de llegar tarde a todo, con el perd¨®n en la boca, como si la lluvia, el ascensor roto o las obras en el metro fuesen mi responsabilidad personal. Los d¨ªas que voy a la oficina se han convertido en jornadas especiales, donde me reencuentro con la gente y nos ponemos al d¨ªa. Las caras de siempre parecen nuevas y ya no hace falta recurrir a los t¨ªpicos comentarios sobre la meteorolog¨ªa para tener un tema de conversaci¨®n. Es lo que pasa cuando ir a la oficina no es una regla, sino una agradable excepci¨®n.
Ya empez¨® la afamada desescalada. Mis compa?eros y yo tenemos que despedirnos de todo ese tiempo que hemos ganado. El objetivo es regresar al pasado. Borrar de nuestra memoria la experiencia de trabajar en casa y volver al comienzo de 2019, como si nada hubiera pasado. Pero yo me resisto a aceptar esa realidad. Las historias de viajes en el tiempo nunca me han gustado. Por eso os escribo. Os cuento, con detalle, cada segundo que he ganado con el teletrabajo y os pregunto, con genuina curiosidad: ?Por qu¨¦ volver atr¨¢s? ?Qu¨¦ ha salido mal? ?La distancia f¨ªsica es realmente un impedimento para hacer bien nuestro trabajo? ?No hemos estado al pie del ca?¨®n a pesar de la pandemia? ?Acaso nuestra felicidad no es tambi¨¦n un activo importante para la empresa?
Carla Guimar?es es guionista, periodista y escritora.