La nomenklatura del ¡®proc¨¦s¡¯
En la ¨²ltima d¨¦cada no se ha formado una clase dirigente con capacidad o influencia para desarrollarse m¨¢s all¨¢ de la Generalitat
A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada la independencia ha estado en el primer punto de la agenda pol¨ªtica en Catalu?a. Los dos principales partidos que la defienden ¡ªEsquerra y las sucesivas transfiguraciones de Converg¨¨ncia¡ª, aunque compet¨ªan por la hegemon¨ªa en el mismo espacio nacionalista desde tiempo atr¨¢s, compartieron estrategia durante el lustro 2012 y 2017. Ese a?o perdieron el pulso insurreccional que plantearon al Estado. Desde entonces la estrategia de uno y otro ha sido opuesta y la distancia creciente entre ambos partidos ha ido averiando la acci¨®n de la Generalitat. M¨¢s y m¨¢s. Y aqu¨ª estamos. Tras el gatillazo del aeropuerto la semana pasada, esta nos ha tocado vodevil y enredos a prop¨®sito de qui¨¦n integraba y qui¨¦n no la delegaci¨®n catalana en la mesa de di¨¢logo.
No ha sido un episodio menor: Junts ha intentado boicotear, a las claras y desde dentro, el giro estrat¨¦gico de su socio estable y el ¨²nico posible. Despu¨¦s de eso, ?c¨®mo los ¡°enemigos ¨ªntimos¡± ¡ªpara decirlo con el t¨ªtulo de la espl¨¦ndida cr¨®nica de los periodistas March y Serra¡ª pueden seguir gobernando en coalici¨®n? Por diversos motivos. El principal es el mantenimiento del pacto de gobierno, ni que sea en cuidados intensivos, porque garantiza el cumplimiento de una cl¨¢usula no escrita: la permanencia en el poder institucional de una nomenklatura nutrida por una autonom¨ªa que ellos mismos prometieron quebrar.
Para impugnar la burocratizaci¨®n del Estado sovi¨¦tico, dos disidentes sustanciaron una teor¨ªa cr¨ªtica sobre la nomenklatura. Primero Milovan Djilas en La nueva clase, despu¨¦s Michael Voslensky en Nomenklatura. Uno la aplic¨® al caso yugoslavo, el otro al ruso. Los dos explicaron que quienes estaban en el v¨¦rtice de la burocracia se hab¨ªa hecho con el control de puestos clave del poder pol¨ªtico. Desde esas posiciones hab¨ªan acabado por constituirse en clase privilegiada y dominante ¡ªque no es lo mismo que clase dirigente¡ª. No estaban all¨ª por su pericia en el ejercicio de su responsabilidad ni tampoco por su capacidad de liderazgo. Estaban donde estaban, y el lugar pod¨ªa ser intercambiable, porque formaban parte del aparato del partido. En la Generalitat ha ido consolid¨¢ndose una din¨¢mica similar y parece dif¨ªcil de corregir.
Son 40 millones en sueldos y entre 500 y 600 altos cargos, como enumer¨® y cifr¨® la prensa durante las negociaciones para formar gobierno, que dependen del mantenimiento de dicho pacto entre Junts y Esquerra. Est¨¢n en la Mesa del Parlament, en los despachos de consellers del actual gobierno y del anterior, en la presidencia de empresas p¨²blicas¡ Son j¨®venes cuya ense?anza general b¨¢sica fue la obediencia aprendida en su partido, acad¨¦micos sin plaza fija, una n¨®mina selecta de periodistas en excedencia. Ellos constituyen la nomenklatura del proc¨¦s. As¨ª, legislatura tras legislatura, han conformado una clase con escasa renovaci¨®n, que impide el mejoramiento de la administraci¨®n y sin incentivos profesionales, m¨¢s bien lo contrario, para modificar la agenda de prioridades de la Generalitat.
Podr¨ªa pensarse que esta din¨¢mica se replica en otras instituciones donde no se respira el ox¨ªgeno de la alternancia. La singularidad del caso actual, si se compara con la posici¨®n de sus predecesores en el per¨ªodo democr¨¢tico, es que en la ¨²ltima d¨¦cada no se ha formado una clase dirigente con capacidad o influencia para desarrollarse m¨¢s all¨¢ de la Generalitat. Sobrevive en la autonom¨ªa u orbitando entorno a ella. Dicho con otras palabras: se ha quedado sin palancas para ejercer cargos de responsabilidad en el sector privado equiparables a los que desempe?an en el p¨²blico. Claro que hay excepciones, en especial entre quienes ten¨ªan una carrera profesional previa. Para los profesionales del proc¨¦s, en cambio, las puertas giratorias se han atascado. Ni est¨¢n ni se les espera en consejos de administraci¨®n de grandes empresas ni para ocupar cargos en puestos clave del Estado. S¨ª ocurri¨® en tiempos del pujolismo. S¨ª le sigue pasando a un empoderado PSC. Para la nomenklatura actual, m¨¢s all¨¢ de la Generalitat, nuestro desierto.
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