Pedro Castillo, Pedro Navaja
Somos los herederos del colapso de los partidos pol¨ªticos, con sobrevivir nos basta. Las crisis no nos abandonar¨¢n, solo encontrar¨¢n la manera de habituarse
El Per¨² no es el pa¨ªs de las maravillas, pero nuestras crisis pol¨ªticas son eternas y su eternidad a veces solo dura un segundo, como le dir¨ªa el conejo a Alicia. O al menos parecen que, durando una eternidad, terminan por acelerarse en un segundo. Como una enfermedad cr¨®nica que se agudiza, pero no nos termina de matar. La crisis del Gabinete Bellido en Per¨² se hab¨ªa enquistado y no parec¨ªan entrarle las balas, las bravatas del primer ministro eran cada vez m¨¢s frecuentes, al punto que expuso varias infidencias del mismo presidente (como la reuni¨®n con Nicol¨¢s Maduro). Si se manten¨ªa en el cargo, a pesar de serias discrepancias con sus ministros, era m¨¢s por inconciencia del presidente que por convicci¨®n de mantener su ideario radical. ?Qu¨¦ radicalismo representaba Bellido? El ca¨®tico y quiz¨¢ eso hizo que no pareciera tan radical, pero en los ¨²ltimos d¨ªas comenz¨® a paralizar al Gobierno, al punto de que no hubo sesiones del Consejo de ministros por casi tres semanas. Una eternidad que parec¨ªa durar un segundo, y, entonces, el presidente Castillo le pidi¨® su renuncia. La ped¨ªa a gritos con cada arrebato. Bellido, inmediatamente, comenz¨® a alardear de su fidelidad revolucionaria y que si dejaba el cargo era exclusivamente porque el presidente se lo hab¨ªa pedido. Fanfarroneaba como siempre lo hizo.
Bellido se pas¨® su ef¨ªmera e insignificante gesti¨®n alardeando de un poder que nunca tuvo. Alarde¨® de que har¨ªa cuesti¨®n de confianza si le censuraban un ministro, en una amenaza evidente al Congreso; alarde¨® cuando desautoriz¨® a Canciller¨ªa sobre nuestra postura sobre Venezuela y alarde¨® cuando entr¨® montado a caballo a Chumbivilcas para resolver el conflicto con la minera Las Bambas. En todos estos casos no hizo nada. Y lo peor es que algunos de sus ministros casi nunca le hicieron caso en nada. Era un p¨ªcaro provocador, pero de la amenaza no pasaba. Si tanto ten¨ªa que gritar que ten¨ªa poder, pues no lo ten¨ªa. Se convirti¨® en una caricatura del revolucionario radical. El nivel de desconexi¨®n de Bellido con la realidad era tan evidente que al renunciar tuite¨® una imagen de Russell Crowe combatiendo contra un le¨®n en El Gladiador, diciendo que volv¨ªa a donde pertenec¨ªa. Acaso quiso alardear imagin¨¢ndose como un gladiador y volv¨ªa la arena de combate, algo as¨ª como cuando tuite¨® una pintura que le hab¨ªan regalado donde se lo dibujaba a caballo al estilo del Napole¨®n cruzando los Alpes. Una irreverencia egoc¨¦ntrica del radical ca¨®tico.
El consuelo que nos queda es que, por lo menos hasta ahora, en el Per¨² nos hemos arreglado para encontrarle salidas constitucionales a nuestras crisis, como sucedi¨® cuando Francisco Sagasti asumi¨® la presidencia de la rep¨²blica y Mirtha V¨¢squez la presidencia del Congreso. La institucionalidad sobreviv¨ªa, colgaba de la tela de una ara?a, pero se balanceaba. ?Hasta cu¨¢ndo? No lo sabemos. Somos los herederos del colapso de los partidos pol¨ªticos, con sobrevivir nos basta. Las crisis no nos abandonar¨¢n, solo encontrar¨¢n la manera de habituarse. Precisamente, fue Mirtha V¨¢squez la que finalmente volver¨ªa a la arena pol¨ªtica como primera ministra.
?Qu¨¦ puede haber llevado a tal desenlace? El ala m¨¢s radical del gobierno, aquella que encarna Vladimir Cerr¨®n, ha fustigado duramente esta dimisi¨®n. El gobierno se ha ¡°caviarizado¡±, arguyen. El caviar, ese izquierdista progresista, vergonzante, burgu¨¦s y acomodado, es odiado con la misma intensidad por el radical de derecha y el de izquierda. ?Es Mirtha V¨¢squez una ¡°caviar¡±? Para Cerr¨®n seguramente que s¨ª, quiz¨¢ hasta le debe haber molestado m¨¢s que proponer un primer ministro de derecha. Lo cierto es que V¨¢squez, cajamarquina como el presidente Castillo, es una persona con mayor credibilidad y equilibrio que Bellido. Se manej¨® con prudencia como presidenta del Congreso, lo que anticipa un estilo de relacionamiento distinto al confrontador de Bellido. La izquierda progresista ha ganado espacio en este nuevo Gabinete. Tal vez, tambi¨¦n han ganado mayor peso espec¨ªfico algunos cr¨ªticos con el radicalismo ca¨®tico como Betssy Ch¨¢vez, la ahora ministra de Trabajo, quien no tuvo empacho en criticar a Vladimir Cerr¨®n en su momento. ?Ha renunciado a sus banderas reformistas Castillo? En absoluto. V¨¢squez y Ch¨¢vez son mujeres de izquierda y si algo es muy resaltante en ellas es que no tienen reparos en discutir con los izquierdistas m¨¢s intransigentes. Si alguna parlamentaria pudo aterrizar los delirios de Per¨² Libre, fue Betssy Ch¨¢vez, era la pinchaglobos del radicalismo ca¨®tico. Que V¨¢squez est¨¦ all¨ª es tambi¨¦n una respuesta a las cr¨ªticas por la ausencia de mujeres en el Gabinete anterior, y, por qu¨¦ no, a la misoginia que Bellido mostr¨® a?os atr¨¢s en sus redes sociales.
Tras el nombramiento de V¨¢squez, vino la ratificaci¨®n del hombre hecho instituci¨®n en el Per¨², el presidente del Directorio del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, quien sonre¨ªa en una foto con Pedro Castillo. A los peruanos nos intranquilizan muchas cosas, pero si algo nos llena de calma es ver a Julio Velarde sonriendo. Es como un abrazo tranquilo que nos exorciza los demonios de la inflaci¨®n y la recesi¨®n econ¨®micas. El d¨®lar peg¨® una ligera ca¨ªda despu¨¦s de alcanzar sus m¨¢ximos hist¨®ricos y la bolsa registr¨® un alza. Las bases macroecon¨®micas del Per¨² son muy s¨®lidas, tanto, que gestos m¨ªnimos devuelven cierta estabilidad al pa¨ªs. Pero no bastan estos gestos, se necesita recuperar tiempo perdido en debates est¨¦riles, y ojal¨¢ el presidente entienda que sus reformas dependen de su cr¨¦dito pol¨ªtico. Sin embargo, preocupan los nombramientos en Educaci¨®n y en Interior, en este ¨²ltimo, el abogado de Cerr¨®n asume la cartera, por lo que el divorcio entre Castillo y Cerr¨®n no se ha consumado, aunque Cerr¨®n ventile por todo Twitter que este nuevo Gabinete es una traici¨®n a las promesas de campa?a. Lo que s¨ª se han enfriado son las relaciones con la bancada oficialista en el Congreso, cuya mayor¨ªa ha desaprobado los cambios. Ese es un grueso problema.
En el Per¨² de la crisis eterna presente, los presidentes que se quedan sin bancada, o con una bancada enclenque, no acaban bien, o m¨¢s bien, no acaban su presidencia. Bustamante y Rivero, Bela¨²nde, Kuczynski y Vizcarra terminaron bajo las ruedas de los caballos. Pedro Castillo ha sacado la navaja y se enfrenta a un momento crucial de su mandato, el primer desencuentro oficial con el partido de gobierno. A juzgar por el estilo del presidente, intentar¨¢ otra vez conciliar las cuotas de poder para que nadie quede descontento, especialmente aquellos que lo auparon a palacio. Pero presidente, cuidao¡¯ camar¨¢ que el que no corre vuela y usted no quiere que la vida le d¨¦ sorpresas.
Gonzalo Banda es analista pol¨ªtico y profesor universitario en Arequipa, Per¨².
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