La tempestad rom¨¢ntica y los nacionalismos
Un nuevo museo en Fr¨¢ncfort revisa la vitalidad de un movimiento que lo mismo exalt¨® al individuo que al gran yo del pueblo
El romanticismo es una vieja historia que ocurri¨® hace m¨¢s de 200 a?os, pero sus arrebatos siguen estando ah¨ª y alimentan tambi¨¦n el esp¨ªritu del siglo XXI. Hay una frase de Novalis que resume aquel proyecto: ¡°Lo que quiero, lo puedo; en el hombre nada es imposible¡±. Ese gesto de radical afirmaci¨®n sirvi¨® para destruir cualquier cors¨¦ y fue la llama que encendi¨® grandes pasiones y que aliment¨® el af¨¢n de aventurarse por zonas oscuras y peligrosas. El fil¨®sofo R¨¹diger Safranski pone una fecha concreta para situar los inicios de esa corriente que cambi¨® profundamente a Europa, y que la condujo tanto al para¨ªso como al infierno. El 17 de mayo de 1769, Johann Gottfried Herder abandona Riga y emprende un viaje por barco hacia Francia. Quiere abandonar lo firme para precipitarse en el oleaje tumultuoso del mar, dinamitar sus certezas, abrirse a nuevas experiencias, ampliar horizontes. ¡°En tierra estamos pegados a un punto muerto; y, ?alma m¨ªa!, cerrada en el c¨ªrculo estrecho de una situaci¨®n¡ ?c¨®mo te sentir¨¢s cuando salgas de este mundo?¡±, apunt¨® en el diario de ese viaje. Y se respond¨ªa dentro de la nave que avanzaba vacilante: ¡°El mundo desaparece, ha desaparecido debajo de ti. ?Cu¨¢ndo estar¨¦ tan adelantado que destruya en m¨ª todo lo aprendido, y encuentre tan solo por m¨ª mismo lo que pienso, aprendo y creo?¡±.
Contaba Patricio Pron hace unos d¨ªas en este peri¨®dico que en septiembre se inaugur¨® en Fr¨¢ncfort el Museo Alem¨¢n del Romanticismo, que re¨²ne en 1.600 metros cuanto sirve para ilustrar aquel tumultuoso movimiento, y que no evita abordar sus zonas m¨¢s inquietantes, ¡°como el chovinismo y antisemitismo de algunas de sus principales figuras¡±. Curiosa historia: los primeros que le dieron alas al individuo para que se asomara a todos los abismos celebraron la libertad que lleg¨® con la Revoluci¨®n Francesa e incluso admiraron el genio de Napole¨®n. Pero los que tomaron la bandera del romanticismo un poco despu¨¦s cambiaron dr¨¢sticamente de posici¨®n, apuntaron a otro sitio, enfilaron hacia otros derroteros.
El Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico sucumbi¨® en 1806 ante el atronador avance de las tropas napole¨®nicas. Fue entonces cuando empez¨® a desarrollarse la idea de Alemania como ¡°naci¨®n cultural¡± y, frente a la reivindicaci¨®n de la igualdad que ven¨ªa de Francia, la afirmaci¨®n de las singularidades propias. El fil¨®sofo Johann Gottlieb Fichte encarn¨® ese giro y fue el que en los discursos que dirigi¨® a la naci¨®n alemana en 1807 y 1808 hizo de la patria ¡°el aut¨¦ntico sujeto de la libertad¡±, explica Safranski. Se produjo as¨ª un sutil cambio: de la defensa de ese yo que iba a encontrar por s¨ª mismo ¡°lo que pienso, aprendo y creo¡±, a la manera de Herder, se pas¨® a la glorificaci¨®n del gran yo del pueblo (del pueblo alem¨¢n). Miraron hacia atr¨¢s, a la Edad Media, reforzaron la religi¨®n, y se aplicaron a la construcci¨®n de un pu?ado de mitos que los consagraron como distintos frente a los dem¨¢s.
Por las venas del siglo XXI corre la sangre ilustrada, y el af¨¢n de gobernar los asuntos del mundo con la raz¨®n, pero tambi¨¦n la rom¨¢ntica, con su radical afirmaci¨®n de los sentimientos y las emociones y la autonom¨ªa del individuo. Y, ay, con su querencia tambi¨¦n por las identidades nacionalistas: en la historia no es dif¨ªcil encontrar los terribles episodios a los que condujo esa exaltaci¨®n del yo del gran pueblo.
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