Menos antifujimoristas, m¨¢s dem¨®cratas
El fujimorismo en el Per¨² no es solo un partido pol¨ªtico: es tambi¨¦n una forma de hacer pol¨ªtica que atraviesa espectros ideol¨®gicos
En el Per¨² de las ¨²ltimas d¨¦cadas, ¡°antifujimorismo¡± se convirti¨® en una categor¨ªa clave de la cultura pol¨ªtica nacional, una que aparec¨ªa casi como sin¨®nimo de ¡°dem¨®crata¡±. Yo mismo he sido muchas veces se?alado como ¡°antifujimorista¡±. Sin embargo, nunca me ha gustado la etiqueta. Porque oculta lo relevante: la afirmaci¨®n democr¨¢tica. Es decir, no creo haber sido cr¨ªtico del fujimorismo por alguna ojeriza particular, sino porque desde hace treinta a?os se dedican a derruir la democracia. Lo antifujimorista es solo el derivado de unas convicciones democr¨¢ticas. Y verlo as¨ª, adem¨¢s, nos recuerda que en la historia peruana hubo una ciudadan¨ªa que rechaz¨®, y algunas veces ayud¨® a derrocar, dictaduras muy distintas como las de Manuel Odr¨ªa (1948-1956), el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968-1980) o la de Alberto Fujimori (1992-2000). La afirmaci¨®n democr¨¢tica antecede al fujimorismo y le sobrevivir¨¢.
Los primeros dos meses del Gobierno de Pedro Castillo me han regresado a estas cavilaciones. Un presidente que encabeza una coalici¨®n de grupos de izquierda, pero en la cual quien llev¨® la voz cantante fue el partido Per¨² Libre (una izquierda verdaderamente radical) y, en especial, su secretario general, Vladimir Cerr¨®n, un incontinente tuitero leninista (adem¨¢s de sujeto de sentencias e investigaciones por corrupci¨®n). Su influencia se evidenci¨® cuando impuso como primer ministro a Guido Bellido y al sabotear la presencia en el Gabinete de pol¨ªticos de centro o centroizquierda. Felizmente, luego de dos meses en que Bellido y Cerr¨®n empujaron el pa¨ªs hacia el abismo de la polarizaci¨®n, el presidente Castillo reemplaz¨® al premier con Mirtha V¨¢squez, una mujer competente, y ahora el pa¨ªs recobra cierta serenidad.
Lo ocurrido en estos dos meses, no obstante, es relevante para el futuro de la democracia en el Per¨² y tambi¨¦n para el resto de Am¨¦rica Latina, con sus propias tonalidades. Tuvimos un Ejecutivo con ret¨®rica, impulsos y acciones re?idas con la democracia desde el primer d¨ªa. El retirado primer ministro, Guido Bellido, no deber¨ªa haber sido autoridad en ning¨²n pa¨ªs con alguna consideraci¨®n por la democracia. Para ponerlo en corto: se trata de alguien que admira cuanta dictadura de izquierda reina en la tierra, que ha hecho p¨²blicas sus simpat¨ªas por Sendero Luminoso (el grupo terrorista que asol¨® el Per¨² entre 1980 y mediados de los noventa), que se ha expresado reiteradamente en t¨¦rminos mis¨®ginos y homof¨®bicos, y que jug¨® a crispar la vida pol¨ªtica planteando una y otra vez amenazas contra las instituciones democr¨¢ticas. Otros ministros eran tambi¨¦n una provocaci¨®n andante: el de Trabajo ten¨ªa indicios de haber participado en Sendero Luminoso y de ser cercano a agrupaciones generadas por SL; el de Comunicaciones reclamaba que la televisi¨®n estatal golpeaba al Gobierno ¡°como si fuera un canal extra?o¡± y amenazaba con hacer cambios ah¨ª; el Ministro de Cultura carec¨ªa de experiencia en el sector, pero era c¨¦lebre por desenfundar su pistola borracho y echar unos buenos tiros al aire. Esta colecci¨®n de personajes, a su vez, lleg¨® a los ministerios con s¨¦quitos que parec¨ªan proponerse derruir la endeble meritocracia estatal. Muchos, adem¨¢s, ten¨ªan verdaderos prontuarios criminales. En resumen: el Gabinete combinaba autoritarismo, clientelismo, misoginia, homofobia y un elenco con antecedentes penales. O sea, ?pocas cosas m¨¢s parecidas al fujimorismo!
Pero no era el fujimorismo y, por tanto, buena parte de la izquierda aplaudi¨® al Gabinete ¡°de abajo¡±, provinciano y popular. Es decir, la misma defensa que planteaban antes los intelectuales cercanos al fujimorismo: todo estaba bien, sino que los se?oritos se escandalizan ante las maneras del Per¨² real. Y este es un argumento muy peligroso porque, arropado en sensibilidad democr¨¢tica, en realidad, plantea una nociva equivalencia entre el Per¨² popular y el Per¨² lumpen. En un pa¨ªs donde la ciudadan¨ªa de la provincia e ind¨ªgena tiene una presencia marginal en la esfera p¨²blica, designaciones as¨ª de lamentables desperdician la oportunidad de fortalecerla y legitimarla.
Sorprendentemente, Ver¨®nika Mendoza y su partido Nuevo Per¨², que hab¨ªan navegado con bandera de modernos y posmateriales, lucieron encantados con el Gabinete. Cuando el presidente Castillo consider¨® despedir a Bellido hace m¨¢s de un mes, Mendoza le dio una protecci¨®n crucial para su supervivencia. De un Gabinete con dos ministras sobre un total de 19, afirm¨® que expresaba ¡°por primera vez en la historia la diversidad de nuestro pueblo¡±. Y su partido la sigui¨® en el entusiasmo. La feminista ministra de la Mujer afirm¨® sentirse c¨®moda en el Gabinete del mis¨®gino Bellido. La congresista Sigrid Baz¨¢n acudi¨® a tomarse fotos con el ministro de Trabajo cuando se destapaba su cercan¨ªa con Sendero Luminoso. Hoy queda claro que por mucho tiempo hubo una errada equivalencia entre izquierda lime?a e izquierda democr¨¢tica.
En fin, el fujimorismo de izquierda estaba muy bien. Y los cr¨ªticos ¡ªaun cuando muchos hab¨ªamos defendido el triunfo de Castillo contra una derecha que busc¨® asesinar la democracia peruana con el embuste del fraude¡ªfueron descalificados como ¡°racistas¡±, ¡°clasistas¡±, ¡°golpistas¡± y acusados, c¨®mo no, de hacerle el juego al fujimorismo. Como ha sostenido el polit¨®logo Daniel Encinas, m¨¢s que dem¨®cratas de convicciones d¨¦biles, aparecieron como autoritarios en ciernes.
Felizmente, la izquierda autoritaria de Per¨² Libre y su valedora de Nuevo Per¨² no son las ¨²nicas en el pa¨ªs. Aunque no exista una socialdemocracia partidaria, algunos l¨ªderes de izquierda han dado pelea democr¨¢tica y consiguieron que Castillo desechara a los personajes m¨¢s retardatarios del Ejecutivo. Pedro Francke, Ministro de Econom¨ªa, puso condiciones desde el primer d¨ªa, ha nombrado funcionarios competentes y ha sido pieza fundamental para que la econom¨ªa no se desmorone. El Ministro de Justicia, An¨ªbal Torres, en m¨¢s de una ocasi¨®n critic¨® al Premier y a Cerr¨®n, lo que le vali¨® ser tildado de de traidor. La congresista de Per¨² Libre y ahora Ministra de Trabajo, Betssy Ch¨¢vez, tambi¨¦n se gan¨® agresiones por declarar sin ambig¨¹edades democr¨¢ticas.
Estas personas ¡ªy algunas otras¡ª junto a una esfera p¨²blica cr¨ªtica fueron clave para que el presidente Castillo tomase las riendas de su Gobierno y debilitase a la facci¨®n m¨¢s da?ina de su coalici¨®n. Ahora Per¨² Libre reclama enfurecido y promete venganza, mientras la izquierda de Ver¨®nika Mendoza celebra la salida de Bellido y a la nueva primera ministra Mirtha V¨¢squez: pareciera que de tanto vivir en Twitter su principal identidad es ser followers (seguidores).
Hoy la tensi¨®n ha disminuido. V¨¢squez ha tra¨ªdo alivio a un pa¨ªs agotado de polarizaci¨®n. Ojal¨¢ su gesti¨®n demuestre que se puede contar con una izquierda democr¨¢tica y no solo antifujimorista. Porque la consigna (y el ¨¢nimo) ¡°Fujimori nunca m¨¢s¡± han sido ¨²tiles en tiempos electorales y evitado tres veces que Keiko Fujimori llegue a la presidencia, pero hoy estorban m¨¢s de lo que ayudan. En la medida en que se propone como objetivo principal impedir el retorno al poder del fujimorismo, se constituye en una f¨¢brica de condescendencia pues el Gobierno siempre es evaluado de manera benigna, ya que ¡°peor ser¨ªa tener a Fujimori¡±. El fujimorismo en el Per¨², hay que repetirlo, no es solo un partido pol¨ªtico: es tambi¨¦n una forma de hacer pol¨ªtica que atraviesa espectros ideol¨®gicos. Y solo la afirmaci¨®n democr¨¢tica podr¨¢ combatirlo de manera integral.
Lo expuesto aqu¨ª vale tambi¨¦n para la centroderecha. As¨ª como la centroizquierda se volvi¨® comparsa de un gabinete de posturas antidemocr¨¢ticas, la polarizaci¨®n ha llevado a que muchos liberales ¡ªentre los que Mario Vargas Llosa es el m¨¢s notable, pero no el ¨²nico¡ª abandonen la defensa de la democracia para aliarse, en nombre del anticomunismo, con una derecha cavernaria.
Es el viejo problema de las polarizaciones que vuelve a atravesar hoy Latinoam¨¦rica. Habr¨ªa que regresar al libro notable del polit¨®logo Arturo Valenzuela sobre el golpe de Estado en Chile en 1973. El autor argumentaba ah¨ª que si bien las posiciones maximalistas de derecha e izquierda hab¨ªan favorecido el quiebre de la democracia, tambi¨¦n hab¨ªa colaborado un centro que fracas¨® en mantener a flote el sistema, entre otras cosas, porque muchos centristas desertaron de su papel. Esto mismo es un riesgo enorme hoy en la regi¨®n. Si los liberales y socialdem¨®cratas ¡ªpor llamar de alguna manera a la centroderecha y la centroizquierda¡ª se dejan arrastrar hacia los extremos ser¨¢ muy dif¨ªcil sostener nuestras democracias.
Alberto Vergara es polit¨®logo e investigador acad¨¦mico peruano. Es profesor en la Universidad del Pac¨ªfico, Lima.
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