Saab y el h¨¦roe civil
Todas las miserias y muertes de la crisis en Venezuela se condensan en las im¨¢genes de un delincuente con braga de mec¨¢nico color naranja en una celda de m¨¢xima seguridad
Hace poco m¨¢s de veinte a?os comenz¨® a frecuentar Venezuela un tipo de viajero de Indias que no esper¨¢bamos: el acad¨¦mico o corresponsal de izquierda europeo. Ven¨ªa, claro est¨¢, a ¡°observar el proceso¡± que Ch¨¢vez hab¨ªa echado a andar.
No que fuese una absoluta novedad la invasi¨®n de europeos y estadounidenses de todas las edades y g¨¦neros que vol¨® a Venezuela, todos ellos ¨¢vidos de vivir una experiencia primordial entre buenos salvajes y mejores revolucionarios. Todos en procura de la proverbial ¡°originalidad de las revoluciones¡±, ese frescor del experimento tercermundista que invariablemente termina en dictadura, miseria y muerte. Al fin y al cabo, hay suficiente registro de la visita que hizo a Cuba la pareja Sartre-de Beauvoir para ver de cerca el hurac¨¢n que acab¨® con el ca?averal.
Puede decirse que gracias a los comandantes Pi?eiro y Vald¨¦s del Departamento Am¨¦ricas, a casi todas las naciones del continente correspondi¨® un foco de guerrilla guevarista y un ilustre visitante del primer mundo comprometido con la causa. Es as¨ª como, al menos en la Cuenca del Caribe, cada comandante en apogeo tuvo su periodista, su historiador, su ex¨¦geta. En realidad, quise escribir ¡°etc¨¦tera¡± y miren lo que sali¨®.
De mismo modo con que Fidel Castro tuvo su Gabo, a cada Torrijos con pistola a cinto toc¨® su Graham Greene. Hugo Ch¨¢vez no fue diferente.
Claro, la tendencia decreciente de los retornos simb¨®licos de izquierda a fines del siglo pasado, fen¨®meno estacional que acompa?¨® el auge del Consenso de Washington en la regi¨®n durante los a?os 80, hizo que Ch¨¢vez tuviese que contentarse con Ignacio Ramonet, Heinz Dieterich y Marta Harneceker. Las infatuaciones de Oliver Stone, me parece, ya son de otro g¨¦nero.
Lo cierto es que, de aquellas auroras del socialismo del siglo XXI, retengo la imagen de una documentalista inglesa que, all¨¢ por 2001, entusiasmada con la idea que, desde Notting Hill, se hab¨ªa hecho de los c¨ªrculos bolivarianos, se disgust¨®¡ª?hey!, se puso muy brava, se apart¨® de la tertulia llev¨¢ndose su c¨¢mara y sus luces¡ªcuando los compar¨¦ con ciertos personajes de Guerrillas, la estremecedora novela de V.S.Naipaul ambientada en una ficticia isla del Caribe angl¨®fono donde ocurre una ¡°revoluci¨®n¡±.
Comparar Venezuela con uno de esos pa¨ªses naipaulianos, cruelmente disfuncionales y violentos hasta el asesinato, como ese donde trascurre Un recodo en el r¨ªo, es cortejar la fulminaci¨®n del combo progresista multicultural pero¡ª dicho sea al pasar y solo por hoy¡ª, cada salvaje ocurrencia de estos a?os chavista-maduristas confirma el s¨ªmil para m¨ª: el chavismo-madurismo es el infierno tercermundista seg¨²n Sir Vidia Naipaul. Y a¨²n peor.
Todas las miserias, dolores y muertes, todo el sinsentido de estos a?os que han llevado a mi pa¨ªs al extremo de que un 95% de nuestra poblaci¨®n vive en la pobreza mientras seis millones de personas han optado por desterrarse, se condensan en las im¨¢genes de un delincuente con braga de mec¨¢nico color naranja en una celda de m¨¢xima seguridad. El socialismo del siglo XXI no es autoritarismo competitivo, ni r¨¦gimen h¨ªbrido ni populismo resignificado, sino un Estado mafioso.
Se puede y se debe condenar la desmesura inconducente de la guerra contra las drogas desatada por Richard Nixon, pero cuando se vive en un continente donde el sobreseimiento a los poderosos es la norma, ver esposado y tras las rejas al testaferro de Nicol¨¢s Maduro reconcilia inescapablemente con la DEA.
La apostilla de esta columna es toda gratitud y reconocimiento a los perdigueros del portal Armando.Info, en especial al tesonero Roberto Deniz, arquetipo del periodista del futuro, amable encarnaci¨®n de la modestia del h¨¦roe civil.
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