La valent¨ªa de Pablo Milan¨¦s
Puede decirse que las desgracias de Cuba vinieron por no seguir la ruta que tom¨® el canto democr¨¢tico de Milan¨¦s, due?o del comercio cotidiano de la emoci¨®n
Pablo Milan¨¦s es el embajador cubano en la tierra de humo del porvenir. Vamos a sus conciertos para que nos traiga noticias de aquellos lugares difusos, falsamente prometidos, que nunca llegamos a habitar y que sus canciones todav¨ªa evitan que desaparezcan del todo. La nostalgia obtura la posibilidad de padecer el presente, trabaja sobre conjuntos cerrados y muertos. La melancol¨ªa, en cambio, es tristeza anticipada, la sospecha de que el pasado no ha ocurrido completamente a¨²n, la memoria como f¨¢bula traviesa dispuesta a encontrar nuevas figuras de dolor.
En octubre, atravesando la estaci¨®n acorralada que es el oto?o, Pablo emprendi¨® una breve gira por cinco ciudades de Estados Unidos: San Francisco, Los ?ngeles, Miami, New York y Washington D.C. Yo lo esper¨¦ en la pen¨²ltima parada, en el teatro Town Hall de Manhattan, ubicado en el circuito de Broadway. Avanz¨® con pasos cortos hasta su asiento en el escenario. Alguien lo acompa?aba y sosten¨ªa. Lo que ambos trasladaban con cierta dificultad no era el cuerpo de Pablo, fr¨¢gil de salud a los 78 a?os, sino su voz, que pesa como un ej¨¦rcito de sombras.
Esa voz es la consciencia de un pueblo, el tono susurrante de una ¨¦pica generosa, la conversaci¨®n silenciosa que un pa¨ªs establece con los fantasmas hu¨¦rfanos y los caminos truncos y las juventudes perdidas o dispersas y todas esas posibilidades infinitas que no fueron a ninguna parte y que trazan la fisonom¨ªa extra?a de la reconciliaci¨®n. Gente, desde los padres hasta los amigos, que sueltos por ah¨ª no triunfaron de igual modo, pero que s¨ª fracasaron de la misma manera.
Puede decirse que las desgracias de Cuba vinieron por no seguir la ruta que tom¨® la voz de Pablo Milan¨¦s, un canto democr¨¢tico, milagrosamente repartido entre todos, due?o del comercio cotidiano de la emoci¨®n. Somos, en cambio, el pa¨ªs en el que Pablo Milan¨¦s y Silvio Rodr¨ªguez se enemistaron para siempre, gracias al Yoko Ono de la revoluci¨®n traicionada, una ideolog¨ªa compartida de la que ambos trovadores fueron sus embajadores m¨¢s conspicuos. Lo que en otros habr¨ªa supuesto un c¨²mulo de infidelidades, en Pablo Milan¨¦s se lee como la honestidad particular de alguien que se desplaza entre contradicciones.
En medio de una incesante cacer¨ªa de brujas nacional, ¨¦l tiene un pase exclusivo y necesario. El juicio del estalinismo neoliberal cubano, que cae angustiosamente sobre cualquiera, no lo alcanza y, si lo alcanza, no lo cancela. La gente lo autoriz¨® para que, antes de que se despida, su canto contin¨²e dibujando la geograf¨ªa mel¨®dica de la patria y revele, desde el negativo de la distancia, las constelaciones de la pertenencia.
Nadie que haya dicho que preferimos hundirnos en el mar, antes que traicionar la gloria que se ha vivido, puede presentarse hoy en Miami, y nadie que haya emitido opiniones severas sobre el r¨¦gimen cubano puede presentarse en el teatro Karl Marx de La Habana. Solo ¨¦l.
La gente opone a esos dos Pablo Milan¨¦s, pero se trata de uno solo, al que hay que preguntarle a¨²n por su recorrido accidentado. Probablemente asistir¨ªamos a las respuestas de un curandero que ha explorado con el salvoconducto de su m¨²sica los aparentes frentes enemigos. Hay algo posnacional en su obra. Un mensajero, instalado en el d¨ªa del despu¨¦s, que entendi¨® que no est¨¢bamos, algunos, exiliados del territorio, sino que nos encontr¨¢bamos, todos, exiliados del tiempo, el verdadero punto de reuni¨®n de una larga tribu constantemente desterrada de su ¨¦poca, rumiando en su desplazamiento cabizbajo el r¨¦quiem eleg¨ªaco que representa, en general, la obra de su cantante m¨¢s exuberante e ¨ªntimo.
Es dif¨ªcil traducir ese mon¨®logo de la virtud, el espanto seco de su poes¨ªa sencilla y estremecedora. La gente llora deliberadamente en sus conciertos porque vamos a darnos cuenta de que ya nunca lo podremos escuchar suficientemente acompa?ados. Su valent¨ªa es la lecci¨®n ¨²ltima. Se trata de un hombre que nunca temi¨® a los sentimientos.
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