El monumental desaf¨ªo de Gabriel Boric
El triunfo del l¨ªder de izquierdas deja un inventario de interrogantes: el m¨¢s importante se refiere a la gobernabilidad en sistemas pol¨ªticos signados por una alarmante fragmentaci¨®n
El triunfo del l¨ªder de izquierdas Gabriel Boric sobre el ultraderechista Jos¨¦ Antonio Kast despej¨® la inc¨®gnita sobre qui¨¦n estar¨¢ a cargo del Gobierno chileno. Sin embargo, queda sobre la mesa un inventario de interrogantes que se proyectan mucho m¨¢s all¨¢ de Chile. El m¨¢s importante se refiere a la gobernabilidad en sistemas pol¨ªticos signados por una alarmante fragmentaci¨®n. El r¨¦gimen de segunda vuelta resuelve de manera muy parcial ese problema. Logra fortalecer a un liderazgo personal para ejercer el Poder Ejecutivo. Pero expone al ganador a gobernar en minor¨ªa en el Congreso. Esta dificultad, que se est¨¢ difundiendo en toda la regi¨®n, abre un horizonte problem¨¢tico para las democracias de Am¨¦rica Latina.
Las elecciones del domingo registraron la m¨¢xima participaci¨®n de la historia democr¨¢tica de Chile. Y Boric obtuvo la mayor cantidad de votos que postulante alguno haya obtenido jam¨¢s: 4.620.671. Esa contundencia contrasta con la situaci¨®n del propio Boric en la primera vuelta. En esa oportunidad sali¨® segundo con 1.814.777 votos. Quiere decir que entre aquella instancia y la del domingo pas¨® de contar con el 25,83% del electorado a alcanzar el 55,87%.
En la peripecia de Boric aparecen las fragilidades que ense?an los manuales sobre el sistema de ballotage. Es un m¨¦todo cuyo principal objetivo no es potenciar, sino obstruir la carrera de un aspirante a un cargo. No promover, sino impedir que una determinada fracci¨®n se quede con el gobierno. Inventado por los belgas, lo pusieron en pr¨¢ctica con m¨¢s frecuencia los franceses. Primero, para bloquear el triunfo del comunismo. M¨¢s tarde, para cortar el camino a la ultraderecha. En la Argentina fue el dispositivo para hacer m¨¢s trabajoso el establecimiento del peronismo en el poder. En Brasil, facilit¨® la convergencia de corrientes de centro y centroderecha para obturar la marcha del PT. La esencia del r¨¦gimen de segunda vuelta podr¨ªa estar cifrada en aquel verso que Borges dedica a Buenos Aires: ¡°No nos une el amor, sino el espanto¡±. Ese es el v¨ªnculo de quienes se resignan a formar una mayor¨ªa contra alguien. No a favor.
Ah¨ª est¨¢ el primer desaf¨ªo que debe enfrentar Boric. De las 4.620.671 adhesiones que conquist¨®, 2.805.894 son condicionales. Deber¨¢ exhibir una gran sabidur¨ªa para identificar los l¨ªmites de su contrato electoral con esa base. Demarcar con claridad el contorno del encargo que recibi¨®, que no es el mandato de su feligres¨ªa m¨¢s convencida. Se trata de una tarea todav¨ªa m¨¢s compleja, porque el nuevo presidente tampoco es due?o absoluto de los 1.814.777 votos de noviembre: una parte de ellos los obtuvo a trav¨¦s de partidos distintos del propio. Boric no fue el candidato de un partido. Fue el candidato de una coalici¨®n. Pertenece al partido Convergencia Social, que integra el Frente Amplio, que a la vez forma parte del conglomerado Apruebo Dignidad. ?l est¨¢, por lo tanto, en el centro de un conjunto de ciudadanos que se distribuye en c¨ªrculos conc¨¦ntricos. Y, de esos c¨ªrculos conc¨¦ntricos, el m¨¢s numeroso es el m¨¢s lejano.
El segundo reto que plantea el sistema electoral al nuevo presidente de Chile es que el r¨¦gimen de ballotage distribuye las bancas parlamentarias en la primera vuelta. En esa oportunidad, la alianza que postul¨® a Boric obtuvo 37 diputados de los 155 que integran la C¨¢mara. Y cuatro de los 50 miembros del Senado. Deber¨¢ gobernar con una minor¨ªa ¨ªnfima. Los bloques m¨¢s numerosos del Congreso son de derecha y centroderecha. El destino de su Presidencia depender¨¢ de su ductilidad para negociar con esa aritm¨¦tica endiablada.
El nuevo presidente ha ofrecido muchas demostraciones de perspicacia para construir una mayor¨ªa desde un punto de partida tan precario. Desde el primer minuto posterior a la primera vuelta aclar¨®, para esc¨¢ndalo de sus aliados m¨¢s dogm¨¢ticos, que su programa no estaba escrito sobre piedra. Moder¨® su discurso. Y se rode¨® de un equipo de economistas que, sin renunciar al progresismo, cuentan con excelentes pergaminos profesionales. All¨ª est¨¢n Eduardo Engel, Ricardo Ffrench-Davis, Andrea Repetto y Roberto Zahler. Ellos tienen en com¨²n haberse formado en universidades de Estados Unidos y haber colaborado, con diversos grados de proximidad, con los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
La selecci¨®n de estos economistas hace suponer que Boric, que lleg¨® a la pol¨ªtica para reemplazar a la izquierda de la cl¨¢sica concertaci¨®n chilena, se aproximar¨¢ a ella en t¨¦rminos conceptuales para administrar la vida material. Este movimiento requerir¨¢ de una gran clarividencia para discernir lo que ya qued¨® planteado: cu¨¢les son las posibilidades, y cu¨¢les los l¨ªmites, que le asigna su mandato electoral. Es un ejercicio crucial, sobre todo si se recuerda que Boric se ha fijado un programa de reformas que toca varios nervios del r¨¦gimen econ¨®mico chileno. Desde una remodelaci¨®n de los impuestos hasta una modificaci¨®n del sistema de pensiones.
La historia se ha vuelto muy creativa en el laboratorio chileno. El presidente que asumir¨¢ el pr¨®ximo 11 de marzo deber¨¢, adem¨¢s, convivir con una Convenci¨®n Constituyente cuyas reformas deben ser convalidadas por un plebiscito el 28 de mayo del a?o pr¨®ximo. La coexistencia con esta convenci¨®n es muy significativa. Pero mucho m¨¢s lo es el clima p¨²blico que dio lugar a ella: a Boric le toca gobernar ese Chile que protagoniz¨® en octubre de 2019 un estallido social que s¨®lo se detuvo ante el coronavirus. Dicho de otro modo: con un instrumental pol¨ªtico muy fr¨¢gil debe dar respuesta a la demanda de una regeneraci¨®n muy ambiciosa. ?l mismo fue uno de los agentes de ese impulso por el cambio, en su etapa de dirigente estudiantil.
La escena en la que est¨¢ instalado el nuevo presidente de Chile parece extravagante. Sin embargo, en sus rasgos est¨¢ cifrada la inquietante encrucijada que enfrentan muchas democracias de Am¨¦rica Latina. El contraciclo que sigui¨® a una gran ola de bonanza de la d¨¦cada pasada ha impuesto duros ajustes y, con ellos, dolorosas frustraciones. Sobre ese terreno se ha desplegado, adem¨¢s, una pandemia. Muchas sociedades se muestran insatisfechas con las fuerzas pol¨ªticas que han estado al frente del gobierno en los ¨²ltimos lustros. Los partidos tradicionales fueron corro¨ªdos por ese malestar. La opini¨®n p¨²blica se radicaliz¨® hacia ambos extremos. Pero el viejo sistema no ha sido sustituido por otro. Impera la fragmentaci¨®n, alentada por las redes sociales. Reaparece, a la vista de todos, con otras peculiaridades y ropajes, el viejo problema de la representaci¨®n pol¨ªtica.
No es un problema chileno. En Per¨², Pedro Castillo surgi¨® de un ballotage que logr¨®, si no corregir, al menos disimular un sistema de partidos que se hab¨ªa pulverizado. En la primera vuelta hab¨ªa sacado 18,92% de los votos. En Ecuador, Guillermo Lasso conquist¨® la presidencia despu¨¦s de salir segundo en el turno inicial con 19,74% de los votos. Ambos deben dirigir el pa¨ªs sostenidos por una peque?¨ªsima minor¨ªa en el Congreso. No es un fen¨®meno propio de las rep¨²blicas andinas. Entre 2015 y 2019 Mauricio Macri gobern¨® Argentina sin mayor¨ªa en ninguna de las dos c¨¢maras. A Jair Bolsonaro le sucede lo mismo en Brasil desde 2019. La inconsistencia se ve agravada porque ya no gobiernan los partidos. Gobiernan coaliciones que, muchas veces, se forman no a favor de un programa sino contra un adversario.
El desaf¨ªo es extraordinario. Los nuevos l¨ªderes deben dar respuesta a las ansiosas insatisfacciones que desmantelaron los viejos sistemas hasta ponerlos a ellos mismos en el poder. Pero el instrumental para lograrlo presenta una debilidad llamativa por razones de dise?o. Las primeras horas posteriores al resultado electoral han puesto en evidencia la racionalidad de la dirigencia pol¨ªtica chilena. Desde la otra orilla, Kast y el presidente, Sebasti¨¢n Pi?era, saludaron al nuevo mandatario. Har¨¢ falta mucho de esa buena voluntad para compensar las flaquezas del sistema. Boric ha dejado bastante claro que pretende desmantelar. Ser¨¢ indispensable que con la misma claridad exhiba lo que pretende construir.
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