Los hechos
El asesinato de dos mujeres por sus parejas en el fin de semana ya no sacude las conciencias pues todo lo hemos reducido a una cifra m¨¢s
El asesinato de dos mujeres por sus parejas en el fin de semana ya no sacude las conciencias pues todo lo hemos reducido a una cifra m¨¢s. Sin embargo, confirma por en¨¦sima vez que nos encontramos ante una f¨®rmula solo definible como crimen machista. El perfil de los asesinos no coincide con el de un delincuente habitual ni mucho menos con aquellos otros casos puntuales de violencia intrafamiliar, cuya motivaci¨®n mayoritaria suele consistir en la dependencia de las drogas o la ri?a puntual. El hecho de que el asesino quite la vida tambi¨¦n a los hijos de la relaci¨®n, expone un modelo de conducta determinado como violencia de g¨¦nero. En la tragedia de esta semana, por si alguien necesitara m¨¢s infamia para salir de su ensimismamiento, junto a la madre ha sido asesinado un beb¨¦ de 11 meses. La realidad es terca, as¨ª lo expresa el aumento considerable de las agresiones sexuales. Existen din¨¢micas pol¨ªticas que tratan de trasladar a la opini¨®n p¨²blica que toda protecci¨®n a las mujeres es un dispendio y que juegan a llamar chiringuitos a las organizaciones de ayuda y orientaci¨®n frente a las infinitas variantes de esta violencia soterrada. Estos cr¨ªmenes solo pueden ser enfrentados con un trabajo enorme en la base social, para empezar dentro de las familias y en las escuelas. Pero tambi¨¦n ah¨ª se levanta un muro de resistencia dial¨¦ctica que viene a decir bajo la excusa del quite usted sus manos de mi intimidad familiar algo mucho m¨¢s perverso: somos as¨ª y qu¨¦ le vamos a hacer.
Frente a ese fatalismo criminal ser¨ªa necesaria una concordia pol¨ªtica. Pero ya sabemos que el concurso electoral ha adoptado formas de confrontaci¨®n importadas de la ficci¨®n. Sin conflicto no hay fidelizaci¨®n del voto. Por ello, igual que en las estrategias de venta agresivas, tambi¨¦n la seducci¨®n pol¨ªtica persigue el enfrentamiento como receta eficaz para captar sesgos desamparados. En una sociedad rencorosa, que ha aprendido a encontrar culpables para cada tropiezo personal, todo se resuelve inventando enemigos. Es la misma actividad de pensamiento que gu¨ªa al asesino de su expareja, una compleja mezcla de autoestima victimista, pasi¨®n mal orientada y el rencor ¨ªntimo m¨¢s degradante. Pero agitada, eso s¨ª, por la superioridad del var¨®n que se esconde detr¨¢s de una sociedad machista, que a¨²n hoy pretende tutelar a la mujer a trav¨¦s de obligaciones paternalistas que ser¨ªan intolerables de aplicarse al hombre.
Si faltaba algo en estos episodios de desastre general, las vicisitudes del caso de Juana Rivas vienen a confirmar lo perdidos que estamos. Al asunto de una madre que mal asesorada pretendi¨® solucionar los problemas de custodia de los hijos con un secuestro m¨¢s reivindicativo que criminal, le sigui¨® un desarrollo judicial bastante penoso. Con el indulto parec¨ªa devolverse el sentido com¨²n a la resoluci¨®n del conflicto familiar, pero para terminar aparece el juez Pi?ar e insufla fuerza nueva al disparate. Su auto se hermana con aquellos jueces de familia que han terminado en partidos desde los que tratan de atizar una reacci¨®n que convierta en afrentas los derechos poco a poco conquistados por la mujer. El paso adelante no es tan tremendo, consiste en observar c¨®mo ellas son asesinadas semana tras semana y trazar el origen del hecho criminal en la mentalidad de una sociedad que no encuentra a los jueces, a las familias o los l¨ªderes pol¨ªticos y sociales que abanderen ese cambio.
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