Ferroviaria
No levantaba la mirada, pose¨ªdo por una actualidad que se agitaba en la palma de su mano. Era la imagen viva del pol¨ªtico
Viajar de Oviedo a Madrid viene a durar unas cinco horas. El d¨ªa era limpio y soleado. La Cant¨¢brica resplandec¨ªa con sus picachos nevados y los dientes de sierra verdinegros de un horizonte dram¨¢tico. Al tomar asiento me fij¨¦ en un hombre menudo de complexi¨®n fuerte que ocupaba el sill¨®n frontero, al otro lado del pasillo. Iba, pues, en direcci¨®n contraria a la marcha. Me compadec¨ª de ¨¦l, cinco horas de espaldas son un mareo. S¨®lo m¨¢s tarde sospechar¨ªa que lo hab¨ªa elegido adrede para evitar distracciones.
El caso es que, a pesar del bozal, su cara me sonaba. Ten¨ªa toda la pinta de un mando sindical, un profesional del trabajo ajeno, pero hab¨ªa detalles que me chocaban, como una camisa blanqu¨ªsima, de un blanco cegador, una blancura que solo luce en un algod¨®n de extremada pureza. Era, adem¨¢s, una camisa hecha a medida que se adaptaba con precisi¨®n al cuerpo del pol¨ªtico. Una camisa de 500 euros, para entendernos, con las l¨ªneas de planchado en mangas y pecho implacables, a lo Mondrian. Aquello era raro porque todos solemos usar ropa de baratillo para un largo viaje como aquel.
Entonces le vi abrir un ejemplar de EL PA?S y leerlo con suma atenci¨®n. Una vez confirmadas sus creencias lo dobl¨® con cuidado y volvi¨® a dejarlo en la mochila Montblanc, al tiempo que sacaba un m¨®vil. Se acomod¨® confiado y satisfecho. Ya no volvi¨® a levantar la mirada hasta llegar a Madrid. Fueron cuatro horas de fusi¨®n con la pantalla, de tecleo, de o¨ªr mensajes y leerlos. Estuvo hundido en el aparato como un buzo a la caza de tesoros. Fuera, cimas altivas, rel¨¢mpagos de nieve y sol, valles con pueblines enanos. ?l no levantaba la mirada, pose¨ªdo por una actualidad que se agitaba en la palma de su mano. Era la imagen viva del pol¨ªtico: alguien que quiere arreglar la vida de los dem¨¢s, pero solo conoce el mundo inmaterial.
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