No los caigas
Aunque quiz¨¢ nos falta perspectiva hist¨®rica para advertirlo, en este momento de pandemia nuestros actos, por menores que sean, desprenden una trascendencia mayor que nunca
Eso que para los habitantes de Espa?a es un bad¨¦n que, elevado desde el suelo, reduce la velocidad en carretera, se llama en Venezuela, Nicaragua o Colombia ¡°polic¨ªa acostado¡±, una imagen gr¨¢fica de c¨®mo estos artefactos determinan la conducci¨®n. Esa herramienta que en el espa?ol de Espa?a no hemos sabido denominar de manera uniforme (USB, pincho, l¨¢piz de memoria...) se llama llave maya en Costa Rica y memor¨ªn (qu¨¦ palabra adorable) en otras zonas hisp¨¢nicas. Es l¨®gico sorprenderse al descubrir las palabras con que otros hablantes de nuestra misma lengua nombran algo que nosotros llamamos distinto.
Cuando la diferencia no est¨¢ en el vocabulario sino en la trama con que se teje la gram¨¢tica, el asombro es mayor, porque implica renegociar nuestra manera de estructurar el idioma, de organizarlo, de conferir propiedades a las palabras. Le pasa, por ejemplo, a verbos como quedar o caer: lo general es que los usemos para expresar una acci¨®n que ocurre fortuitamente, sin que nada hagamos: una mancha se queda, despu¨¦s de un golpe queda un dolor... y parece que nada expresamente nos implica en la acci¨®n. Algo parecido ocurre cuando usamos caer: una hoja cae, un plan se cae...; si queremos implicarnos en la ca¨ªda hemos de cambiar la forma de usar el verbo y decir que nosotros lo dejamos caer.
Pero hay un grupo de dialectos hisp¨¢nicos donde esto no es exactamente as¨ª, donde los objetos no se caen o alguien los deja caer sino que alguien los cae; donde las cosas no permanecen o se quedan sino que alguien las queda. Es propio sobre todo de la zona central y occidental de la Pen¨ªnsula (Valladolid, Zamora, Extremadura...): cocinillas que dicen que hacen tomate frito y lo quedan como el del supermercado, un abuelo que ri?e a los nietos porque estos caen el vaso de agua, gente que pide confianza al otro diciendo ¡°eso qu¨¦dalo de mi cuenta¡± o alguien que se lamenta de su despiste porque ha quedado el bolso en casa. Es un uso que en las gram¨¢ticas se llama causativo, porque deja clara cu¨¢l es la causa, se?ala a un agente expreso que provoca que algo se quede o se caiga. Es la misma diferencia que se da entre lo que muere (solo) frente a lo que matamos (nosotros): el verbo matar es el causativo de morir.
Aunque quiz¨¢ nos falta perspectiva hist¨®rica para advertirlo, en este momento de pandemia nuestros actos, por menores que sean, desprenden una trascendencia mayor que nunca. Ahora tenemos la oportunidad y la obligaci¨®n de ser m¨¢s causativos que antes, porque hay cosas que no se caen o se quedan solas, las dejamos caer o, dicho al modo de una parte de los hablantes del espa?ol, las caemos nosotros. Nacen y mueren solos el viento o las tormentas, pero nuestra acci¨®n y nuestra inacci¨®n colectiva hacen que nazcan o mueran muchas otras cosas: librer¨ªas, academias de idiomas, casas de comidas o salas de teatro que no se quedan donde est¨¢n porque el cielo las bendiga sino por nuestra intervenci¨®n causativa como consumidores. Por eso mi exhortaci¨®n es que nos propongamos este a?o quedar las cosas que nos importan y no caerlas, porque hay un momento en que ya es tarde para conjugar la gram¨¢tica de otra forma, y diremos de ese lugar adorable que ha cerrado, sin notar que hemos sido nosotros mismos los que est¨¢bamos provocando que cayera la persiana.
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