Abusos sexuales en la Iglesia cat¨®lica: el fin del silencio
Ser¨ªa deseable ver a la jerarqu¨ªa cat¨®lica en una posici¨®n proactiva en el esclarecimiento pleno de todas y cada una de las denuncias que est¨¢n siendo presentadas por delitos de abusos sexuales
La petici¨®n de varios grupos parlamentarios de creaci¨®n de una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Congreso de los Diputados sobre los abusos sexuales en la Iglesia cat¨®lica espa?ola tiene una enorme relevancia. Ha sido presentada poco tiempo despu¨¦s de que el Vaticano tomara la decisi¨®n de abrirse a que se investiguen los cientos de casos de delitos de pederastia y abusos sexuales de los que est¨¢n siendo acusados un bue...
La petici¨®n de varios grupos parlamentarios de creaci¨®n de una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Congreso de los Diputados sobre los abusos sexuales en la Iglesia cat¨®lica espa?ola tiene una enorme relevancia. Ha sido presentada poco tiempo despu¨¦s de que el Vaticano tomara la decisi¨®n de abrirse a que se investiguen los cientos de casos de delitos de pederastia y abusos sexuales de los que est¨¢n siendo acusados un buen n¨²mero de miembros de la Iglesia cat¨®lica en Espa?a. La Conferencia Episcopal Espa?ola, mientras tanto, sigue sin estar a la altura.
La extraordinaria anomal¨ªa de silencio que, durante d¨¦cadas, se ha extendido en nuestro pa¨ªs sobre las grav¨ªsimas experiencias sufridas por personas an¨®nimas, muchas de ellas hoy ya de edad muy avanzada, parece haberse encontrado con una posici¨®n enormemente relevante y valiente por parte del papa Francisco. A diferencia de otros pa¨ªses en los que la Iglesia hab¨ªa ordenado investigaciones independientes, Espa?a continuaba bajo la receta aplicada por parte de la Conferencia Episcopal; no darse por aludida, no colaborar en la investigaci¨®n de las denuncias presentadas, dejar solas a las ¨®rdenes religiosas en el esclarecimiento de los casos, mirar para otro lado y salir corriendo lo m¨¢s lejos posible de una verdad terrible: hay casi mil v¨ªctimas de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia cat¨®lica, con decenas de ¨®rdenes religiosas afectadas y con decenas de di¨®cesis implicadas. N¨²meros que, roto ya el manto de silencio, crecen, y de manera constante, semana a semana.
Con todo, no sorprende el respaldo del papa Francisco, siempre expl¨ªcito y contundente en la condena de estas pr¨¢cticas en todos y cada uno de los pa¨ªses en los que han sucedido en el interior de la Iglesia. A diferencia de algunos de sus predecesores ha sido claro desde el mismo inicio de su pontificado. Tambi¨¦n ahora, cuando se muestra decidido al esclarecimiento de estas pr¨¢cticas que, en el caso de Espa?a, abarcan un periodo de m¨¢s de 70 a?os.
Sin embargo, el papel del Vaticano contrasta, de manera evidente, con el que est¨¢ jugando la Conferencia Episcopal, que no se da por aludida, sino que opta por remitir toda responsabilidad a las ¨®rdenes religiosas afectadas. Se declara, una vez m¨¢s, ajena a toda colaboraci¨®n en el esclarecimiento de los casos que est¨¢n siendo denunciados. Precisamente por eso, su posici¨®n tampoco sorprende. Porque est¨¢ donde siempre ha estado. Sin haber visto ni escuchado nunca nada. Sin informaci¨®n sobre ninguno de los casos que est¨¢n siendo objeto de denuncia. Mostr¨¢ndose como no disponible para el esclarecimiento de los delitos, como no colaborativa en la investigaci¨®n de los mismos, distante con la posici¨®n del papa Francisco, displicente con las informaciones presentadas sobre los m¨²ltiples casos que est¨¢n siendo denunciados y finalmente, a la defensiva en sus comunicaciones p¨²blicas y en contraste claro con la posici¨®n que la Iglesia cat¨®lica ha mostrado en otros pa¨ªses ante asuntos de similar naturaleza en estos ¨²ltimos a?os.
Entre tanto, la sociedad espa?ola ha visto c¨®mo, en primer lugar, han sido las ¨®rdenes religiosas afectadas las que se han hecho cargo de la realidad y tomado la decisi¨®n de iniciar investigaciones a partir de la informaci¨®n ofrecida por las v¨ªctimas en las distintas denuncias presentadas. Y en segundo lugar, ha visto al Vaticano apostando por una investigaci¨®n a fondo cuya ejecuci¨®n deber¨ªa corresponder, precisamente, a la propia Conferencia Episcopal.
Es en este estado de situaci¨®n donde ser¨ªa deseable un papel diferente por parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Que se hubieran impuesto, por ejemplo, las posiciones que, en el interior de la misma, se mostraban m¨¢s conscientes de la situaci¨®n. Aquellas m¨¢s proclives a un mensaje de responsabilidad y m¨¢s atentas a una posici¨®n que naciera evidenciando una empat¨ªa plena con las v¨ªctimas y una actitud proactiva en el esclarecimiento pleno de todas y cada una de las denuncias que est¨¢n siendo presentadas por delitos cuya naturaleza no puede ser m¨¢s grave. Ver a la Conferencia Episcopal demostrar, no solo de palabra, como en la rueda de prensa del cardenal Omella en Roma, sino tambi¨¦n de obra, que siente como propio el dolor de las v¨ªctimas, que considera a estas lo ¨²nico importante en todos los casos de abusos sexuales y de pederastia.
Ver que colabora en todos los tramos de la investigaci¨®n en la que pueda resultar ¨²til. Ver, a fin de cuentas, que comprende la grav¨ªsima naturaleza de los delitos y el insoportable peso de su n¨²mero. Descubrirla, por una vez, consciente del brutal impacto que est¨¢ teniendo su posici¨®n en la imagen de la instituci¨®n, gravemente afectada tanto por el n¨²mero creciente de testimonios como por el papel que est¨¢ jugando, en la actualidad, la propia Conferencia Episcopal.
Lo cierto es que, ante la enorme gravedad de los casos, la jerarqu¨ªa cat¨®lica no tendr¨ªa tan dif¨ªcil actuar bien. Podr¨ªa anunciar, en primer lugar, que hace suya y colabora de manera decidida con la decisi¨®n tomada por parte del papa Francisco. Podr¨ªa anunciar que, ante la necesidad de que estos hechos se investiguen, opta por hacerse cargo de manera decidida de la investigaci¨®n o que la deriva a una comisi¨®n independiente, tal y como ha hecho la Iglesia en pa¨ªses como Estados Unidos, Francia o Alemania ante testimonios de v¨ªctimas similares a los que se est¨¢n conociendo en Espa?a.
Podr¨ªa salir, as¨ª, del discurso p¨²blico de negaci¨®n de la evidencia y cierre de filas en el que lleva instalada demasiado tiempo. Podr¨ªa optar por un discurso ejemplarizante que elevara a categor¨ªa de prioridad el dolor de las v¨ªctimas, que demostrara con el ejemplo que, por una vez, tiene el reloj en hora con la sociedad espa?ola abri¨¦ndose al esclarecimiento completo y definitivo de todos los casos que hayan podido darse durante todos estos a?os y llevarlo hasta las ¨²ltimas consecuencias.
La direcci¨®n de la Iglesia en Espa?a podr¨ªa comprender que no puede mirar para otro lado ante los casos tan graves que estamos conociendo. Y que es consciente de que ha llegado la hora de romper con un pasado de ocultaci¨®n y silencio que ha contribuido, de manera n¨ªtida, a la creaci¨®n de un sentimiento de doble victimizaci¨®n en muchos ni?os y ni?as que sufrieron abusos sexuales por parte de miembros de la propia Iglesia espa?ola. Despu¨¦s de sufrirlos, muchas de esas v¨ªctimas han recorrido vidas marcadas por el dolor y, en no pocos casos, envueltas en atm¨®sferas de aislamiento, soledad y silencio.
A nadie deber¨ªa sorprender que cada vez sean m¨¢s los ciudadanos y ciudadanas que consideren que ha llegado la hora de exigirle a la jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola el fin de su silencio y una actuaci¨®n decidida, liderando el esclarecimiento de todos y cada uno de los casos.
En el mismo sentido, a nadie deber¨ªa sorprender, tampoco, que cada vez sean m¨¢s los ciudadanos y ciudadanas que consideren que ha llegado la hora de recordarle ¡ªpor parte de quien corresponda¡ª que ese es el ¨²nico camino posible en Espa?a, un pa¨ªs en el que la instituci¨®n que dirigen contin¨²a financi¨¢ndose con recursos p¨²blicos. Por eso, la iniciativa presentada en el Congreso de los Diputados para abrir una comisi¨®n de investigaci¨®n no puede ser m¨¢s oportuna.