Hasta los cojones, ?de qui¨¦n?
Se?alar en cualquier debate que todos los pol¨ªticos son iguales implica asumir que da igual qui¨¦n est¨¦ al frente y que la pol¨ªtica no sirve para nada
La inexplicable (en t¨¦rminos literales) convocatoria anticipada de elecciones en Castilla y Le¨®n nos ha dejado varias conclusiones m¨¢s all¨¢ del debate interno que se ha generado en la direcci¨®n del Partido Popular sobre la conveniencia o no de gobernar con Vox. Conveniencia que...
La inexplicable (en t¨¦rminos literales) convocatoria anticipada de elecciones en Castilla y Le¨®n nos ha dejado varias conclusiones m¨¢s all¨¢ del debate interno que se ha generado en la direcci¨®n del Partido Popular sobre la conveniencia o no de gobernar con Vox. Conveniencia que no generar¨ªa ninguna duda en caso de estar hablando de unas elecciones generales. Si el PP y Vox sumaran, gobernar¨ªan juntos. De hecho, todo el debate generado en las ¨²ltimas horas en la derecha est¨¢ b¨¢sicamente condicionado por cu¨¢les son las decisiones m¨¢s adecuadas para llegar en mejores condiciones ante el eventual escenario. Pero m¨¢s all¨¢ de las dudas t¨¢cticas que hay dentro del PP, e incluso m¨¢s all¨¢ del necesario, pero extempor¨¢neo debate, por lo tarde que llega, de si es oportuno aislar a la extrema derecha del acceso a las instituciones o no, los resultados de las recientes elecciones regionales han evidenciado de nuevo la popularidad de una visi¨®n antipol¨ªtica apoyada por una parte considerable de la ciudadan¨ªa. El fen¨®meno de la Espa?a vaciada (que ha fracasado en todas las provincias en las que solo era un pretexto de laboratorio) y la fortaleza con la que Vox ha consolidado su representaci¨®n (a trav¨¦s del regalo que ha supuesto el adelanto de estas elecciones que se convocaron en clave interna en el PP), son consecuencia de una misma visi¨®n que parte de una falacia: todos los pol¨ªticos son malos, cuando no in¨²tiles, salvo los pol¨ªticos que impulsan ese diagn¨®stico.
Se podr¨ªa dedicar espacio, y debe hacerse, a analizar cu¨¢les son las condiciones objetivas que han facilitado el surgimiento de estos fen¨®menos. Sin ese diagn¨®stico ser¨¢ imposible canalizar los retos que plantean. Pero el debate ser¨ªa parcial si no se denunciara la peligrosa normalizaci¨®n con la que paulatinamente se introducen ideas reaccionarias en el debate p¨²blico de nuestro pa¨ªs y que anteceden la consolidaci¨®n de estos fen¨®menos electorales. Convendr¨ªa debatirlas desde el respeto personal. Ana Iris Sim¨®n publicaba hace unos d¨ªas en este mismo diario un inquietante art¨ªculo, Hasta los cojones de todos nosotros, cuyo principal mensaje conecta con la misma pulsi¨®n antipol¨ªtica que usan siempre los reaccionarios para consolidar sus posiciones: todos los pol¨ªticos son iguales y da igual a quien votes, porque nunca cambia nada. Una verdad que solo es aplicable (y a medias) en aquellos reg¨ªmenes en los que todos los pol¨ªticos responden a una misma estructura org¨¢nica y a una misma concepci¨®n del Estado: la de la ausencia de derechos y libertades, la de la ausencia de pluralidad de partidos y la de la ausencia de democracia. Si todos son iguales, ?por qu¨¦ defender la democracia? Si nada cambia, ?por qu¨¦ hacer esfuerzos en mantenerla? El ¡°todos son iguales¡± es una hip¨®tesis repetida en numerosas ocasiones por parte de quienes o bien quieren mirar hacia otro lado, o bien quieren usarlo de pretexto para proponer determinada visi¨®n del mundo. Todos son iguales, salvo el que dice que todos son iguales. Ese no. Ese es el bueno. El redentor. El mes¨ªas. El que nos va a salvar. O el que queremos que gane.
Esta l¨®gica ha sido repetida tambi¨¦n las ¨²ltimas semanas a ra¨ªz (o quien sabe si como pretexto) de la bochornosa votaci¨®n que vivi¨® el Congreso ante la reforma laboral impulsada por el Gobierno de Espa?a, con la complicidad de la Comisi¨®n Europea, pactada por patronal y sindicatos, y apoyada por diputados socialdem¨®cratas, liberales, conservadores, comunistas o verdes. Como si la negociaci¨®n, transacci¨®n, renuncias y vocaci¨®n de llegar a acuerdos para mejorar las condiciones materiales de los trabajadores, estuviera al mismo nivel que la traici¨®n de los diputados regionales de UPN, que ni siquiera fueron capaces de defender su posici¨®n en el pleno, a ver si as¨ª pillaban por sorpresa al Gobierno, y a sus socios, o a las ya sistem¨¢ticas acusaciones hiperb¨®licas contra nuestras instituciones democr¨¢ticas de una parte de la oposici¨®n, que en esta ocasi¨®n acusaron a la presidenta del Congreso de ¡°pucherazo¡± o ¡°secuestrar la democracia¡± sin prueba alguna.
En este contexto, seg¨²n la autora, ¡°nos entretenemos llam¨¢ndonos fachas o rojos¡±, como si en la historia de nuestro pa¨ªs el fascismo no hubiera impuesto una dictadura durante 40 a?os, tras dar un golpe de Estado con la complicidad de los nazis, y como si los rojos no hubieran sido fundamentales en la Transici¨®n hacia nuestra democracia. Vamos, como si fueran lo mismo. Dice Ana Iris Sim¨®n que al final siguen mandando los mercados. Como si fuera lo mismo el capitalismo de Suecia que el capitalismo de Per¨². O como si fuera lo mismo apoyar un ingreso m¨ªnimo vital (criticable por su ejecuci¨®n, no por su necesidad), que no hacerlo; como si fuera lo mismo subir 300 euros del SMI en apenas cuatro a?os, que oponerse a ello, o como si fuera lo mismo dedicar una parte importante del ¨²ltimo a?o de la acci¨®n pol¨ªtica a que los empresarios y representantes de los trabajadores llegaran a un acuerdo para mejorar las condiciones laborales, y la estabilidad de la norma aprobada, que boicotear su aprobaci¨®n. Pocos debates como el de la reforma laboral han servido tanto para mostrar la pol¨ªtica como espacio para la transformaci¨®n (con nombres y apellidos) y la pol¨ªtica como excusa para la destrucci¨®n (con unos protagonistas tambi¨¦n perfectamente identificables). Se?alar que todos son iguales, en este o cualquier otro debate, implica asumir que da igual qui¨¦n est¨¦ al frente y que la pol¨ªtica no sirve para nada. Y si la pol¨ªtica no sirve para nada, porque todos son iguales, porque nunca cambia nada, no s¨¦ muy bien para qu¨¦ queremos instituciones, y menos a¨²n para qu¨¦ queremos democracia. Aun cuando esos mismos nos hagan creen constantemente que cualquier tiempo pasado fue mejor, olvidan siempre que solo los privilegiados ten¨ªan m¨¢s derechos que nosotros, solo los j¨®venes privilegiados ten¨ªan acceso a m¨¢s oportunidades que nosotros y, olvidando, que ning¨²n fallo del sistema pod¨ªa ser corregido tras la reivindicaci¨®n de todos nosotros.