Las palabras se gastan
Durante mucho tiempo pens¨¦ que lo que no se dec¨ªa se manten¨ªa intacto. Si una conservaba un sentimiento en silencio, lo salvaba de la erosi¨®n a la que pod¨ªa someterlo el mundo
¡°Soy un hombre¡±, afirma con contundencia Ursula K. Le Guin. Soy un hombre, dice, y a?ade que, si pensamos que est¨¢ intentando enga?arnos, estamos muy equivocadas. Cuando naci¨®, solo exist¨ªan hombres, la gente se compon¨ªa de hombres. Todo el mundo ¡°respond¨ªa al mismo pronombre, el masculino¡±. Por lo tanto, ella, masculino gen¨¦rico, era tambi¨¦n un hombre. Hace unos d¨ªas, mi marido entr¨® en la cocina y ley¨® un fragmento de Contar es escuchar en el que Le Guin, pasados los 60, verbalizaba un pensamiento que hac¨ªa a?os que amasaba: la p¨¦rdida de respeto hacia Tolst¨®i. ¡°Lo que no se dice tiende a fortalecerse y a enriquecerse con los a?os, como un vino sin descorchar¡±, afirmaba. Tom¨¦ prestado Contar es escuchar de la mesilla de noche de mi marido y hoy mismo he encargado otro ejemplar porque el suyo, ahora, parece m¨¢s grueso, m¨¢s viejo, y m¨¢s sucio.
Durante mucho tiempo pens¨¦ que lo que no se dec¨ªa se manten¨ªa intacto. Si una conservaba un sentimiento en silencio, lo salvaba de la erosi¨®n a la que pod¨ªa someterlo el mundo. Con solo salir de la boca, las babas y el mal aliento lo pod¨ªan humedecer, y los dientes pod¨ªan rasgarlo hasta convertirlo en serr¨ªn. Tuve un profesor que coloc¨® ese pensamiento dentro de m¨ª, en una zona de tierra joven y f¨¦rtil, y lo reg¨® con tes¨®n. ¡°No me digas te quiero, Paulita, que las palabras se gastan¡±. Crec¨ª con esa idea en la cabeza, y durante mucho tiempo escatim¨¦ su uso. Le Guin afirma que algunos pensamientos que hemos mantenido durante largo tiempo en fermentaci¨®n pueden acabar provocando una explosi¨®n de astillas asesinas, y yo pienso firmemente que eso es lo que me ha acabado pasando: he explotado. Y llevo varios a?os arranc¨¢ndome astillas de un cuerpo cuya tierra empieza a secarse.
El d¨ªa en que mi marido me le¨ªa, llegaron dos libros para la biblioteca de mi taller, un espacio frecuentado por mujeres j¨®venes y f¨¦rtiles. Su autora es la cr¨ªtica de arte Victoria Combal¨ªa, y presenta un listado de artistas que empieza con Mar¨ªa Blanchard y acaba con Francesca Woodman. La propia autora afirma que se trata de un libro que habr¨ªa sido incapaz de escribir en los ochenta porque entonces habr¨ªa pensado que escribir solo sobre artistas mujeres era discriminaci¨®n. Joanna Russ ya nos avis¨®: la historia oficial se niega a contarnos de d¨®nde venimos; tenemos que ser nosotras las que iluminemos el camino. Abr¨ª el primer tomo y me top¨¦ de inmediato con Claude Cahun, que me devolvi¨® a la velocidad de la luz a un aula de la Facultad de Bellas Artes de Valencia, a la ¨¦poca en la que aprend¨ª a callarme los te quiero. Record¨¦ el d¨ªa en que vi por primera vez su autorretrato frente a un espejo y en qu¨¦ fue lo primero que pens¨¦: ?se trataba de un hombre o de una mujer? ?Qui¨¦n era aquel ser que me incomodaba desde su ambig¨¹edad? Me molestaba m¨¢s su androginia que llevar cuatro a?os en una universidad en la que apenas se citaba artistas que no fueran hombres.
El profesor de proyectos tra¨ªa a clase fotos y pinturas de pollas de artistas hombres y estaba muy preocupado por las enfermedades de transmisi¨®n sexual. De ¨¦l aprend¨ª la teor¨ªa de que ten¨ªa que follar siempre con cond¨®n. Al mismo tiempo, el profesor que me hab¨ªa explicado que las palabras se gastan, no me permit¨ªa llevar a cabo las ense?anzas del primero. ¡°No presiones la base de la flauta, y ll¨¦vala con dulzura hasta la boca¡±, canturreaba citando a Guillermo Carnero. Tambi¨¦n nos ense?aba a ver los falos erectos que hab¨ªa en la obra m¨¢s famosa del flamenco Joachim Patinir (los cipreses de la laguna Estigia) y los que estaban camuflados en los textos. Mi libro favorito empezaba as¨ª: ¡°El hombre-pintor dio su primer paso hacia los procedimientos al interesarse por unas tierras de colores distintos¡±. En este mundo que mira, piensa y premia en masculino, tambi¨¦n yo fui un hombre. Muchas veces siento que lo sigo siendo. Como dir¨ªa Le Guin, soy un hombre de segunda. ¡°Pintas como un hombre¡±, me dijo otro profesor, y me puso un nueve y medio.
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