El icono Cahun
Su rostro era un poema. Un poema de Edgar Allan Poe. "Con aires de gran se?or o de gran dama (...) P¨¢jaro de ¨¦bano / Con tu cresta cercenada y mocha". S¨ª, un cuervo.
Su perfil de l¨¢tigo sin due?o ha llegado a ser perdurable en unos autorretratos que nos han legado un paradigma excepcionalmente ¨²til, el de una autora indagadora y morbosamente v¨ªvida capaz de utilizar su arte tanto para expresarse como para camuflarse. Existe una ambig¨¹edad esencial contenida en el trabajo de Claude Cahun (seud¨®nimo de Lucy Schwob, Nantes, 1894-1954) como si quisiera sopesar la necesidad de plasmar su condici¨®n de mujer y su urgencia de sortear ese descubrimiento.
En la figura de Claude Cahun encontramos una existencia llena de mudanzas que no ignora el desorden y lo irracional de la identidad, el culto de lo pasional y lo an¨®malo. Con veinte a?os public¨® su primer texto, Vues et visions, bajo el nombre de Claude Courlis. Claude es un nombre indeterminado; Courlis significa chorlito real, y bien podr¨ªa aludir a su propio perfil curvo y puntiagudo de ave g¨®tica. Un autorretrato fechado en 1928 rompe todos los c¨¢nones del ¨¢ngel dom¨¦stico; liberadas todas las plumas de una prisi¨®n donde deb¨ªa haber sido reducida a objeto de utilidad social, la artista culmina un viaje sin retorno a la plenitud andr¨®gina: enfundada en un maillot negro, de perfil, con el ojo semiabierto y pintado de negro, luce un cr¨¢neo rasurado, una notable nariz y la barbilla en punta. Parece un ser ingobernable, como el personaje abortivo que cre¨® Victor Frankenstein.
Poeta, ensayista, traductora y, sobre todo, activista revolucionaria, fue un icono 'proto-queer'
Los rostros que surg¨ªan de su abismo personal fueron domados por un coraje que aceptaba la multiplicidad del ser. Travestida en personajes no necesariamente femeninos ni masculinos, siempre retando con la mirada al objetivo de la c¨¢mara, Cahun se fotografiaba diariamente con la ayuda de su hermanastra y compa?era de vida, la dibujante Suzanne Malherbe (Marcel Moore era su nom de plume). Si Lady Macbeth le pide a los dioses que le despojen de su sexo a favor de la ambici¨®n, Claude Cahun se inventa un cuerpo performativo, un id que le permite enajenarse del reino f¨ªsico/natural de la mujer que representa la cultura, una especie cruda de femineidad que ha de exorcizarse si no puede controlarse. De ah¨ª su continua reinvenci¨®n de s¨ª misma en simulacros y mascaradas, que plasma en fotograf¨ªas y en la escritura de perversos cuentos de hadas. Aquellos autorretratos escenificados entre ella y su amante, a la manera de un juego a dos, no fueron concebidos para ser vistos en p¨²blico, pero abrieron una brecha en la historia de la representaci¨®n visual de la mujer y en la inversi¨®n de las normas del g¨¦nero, que continuaron autoras como Gina Pane, Orlan o Cindy Sherman.
Claude Cahun, poeta, ensayista, traductora y, sobre todo, activista revolucionaria, fue un icono proto-queer. Su vida transcurri¨® en la ¨¦poca de las grandes amazonas nacidas en el seno de la gran burgues¨ªa intelectual parisiense: Natalie Barney, Gertrude Stein, Silvia Beach, Adrienne Monier, Dora Maar, Djuna Barnes, Meret Oppenheim o Lee Miller. El n¨²cleo familiar formado por su padre Maurice Schwob y su madre Marie-Antoniette Courbebaisse lo compartir¨¢ con su hermanastra y amante Suzanne, hija de Madame Malherb¨¦, segunda esposa de su padre. De su abuela materna tom¨® el patron¨ªmico, inscrito en la tumba familiar y del que su t¨ªo, el escritor y cr¨ªtico simbolista Marcel Schwob, dec¨ªa: "Nuestra maldici¨®n es ser hijos de Cahun, pero es por eso por lo que no somos imb¨¦ciles". Por su atelier de Montparnasse desfil¨® la plana mayor del surrealismo, que inclu¨ªa a sus amigos Henri Michaux y Andr¨¦ y Jacqueline Breton.
El trabajo de Claude Cahun no fue suficientemente reconocido hasta 1995, cuando el Mus¨¦e d'Art Moderne de la Ville de Paris le dedica su primera retrospectiva, comisariada por Suzanne Pag¨¦. A partir de entonces, las lecturas de su obra deben utilizar el lenguaje metaf¨®rico del misticismo: plenitud, androginia, fantas¨ªa; pero tambi¨¦n del feminismo: parodia, transgresi¨®n, rebeld¨ªa. El juego de los rostros es un juego de escrituras, de deseo. Y en ello radica la audacia de una artista capaz de llevar la performance al g¨¦nero. Este es precisamente el sentido de la exposici¨®n que ahora se presenta en el Palau de la Virreina de Barcelona. Se trata probablemente de su retrospectiva m¨¢s po¨¦tica -y pol¨ªtica- de los ¨²ltimos quince a?os, realizada en colaboraci¨®n con el Jeu de Paume, de Par¨ªs, donde se exhibi¨® el pasado verano, con decenas de trabajos que van desde sus primeros autorretratos de 1913, donde vemos c¨®mo Cahun ya excavaba el espacio marcado entre sexo y g¨¦nero; retratos de artistas y amigos, poemas visuales (t¨¦?tre d'objets), deliberadamente incoherentes, cuando no activistas; y los fotomontajes, fruto de su liaison con Moore; los m¨¢s relevantes formaban parte de su obra literaria m¨¢s singular, Aveaux non avenus (1930) (Confesiones sin valor), un pozo de cavilaciones y pensamientos de ra¨ªz jud¨ªa.
En muchos de estos trabajos, aflora su conocimiento de las t¨¦cnicas dada¨ªstas; pero su enfoque es plenamente surrealista; primero en sus tableaux photographiques y bodegones, despu¨¦s en sus autorretratos teatralizados en interiores. Y ya a partir de 1937, cuando el espacio exterior y la naturaleza cobran mayor relieve, en composiciones meton¨ªmicas de objetos que son una proyecci¨®n de su yo m¨²ltiple, que inclu¨ªan tambi¨¦n fotos de desnudos y escenas sadomasoquistas de car¨¢cter l¨¦sbico. Aquellas im¨¢genes fueron requisadas y destruidas tras la detenci¨®n de la pareja por la Gestapo. Claude y Marcel, que firmaban sus panfletos contrapropagand¨ªsticos y de resistencia con Le Soldat sans nom, se vieron obligadas a cambiar su feliz refugio en la costa anglonormanda de Saint Brelade por una inmunda prisi¨®n militar. Se las conden¨® a muerte, pero ellas prefirieron el suicidio. Sin ¨¦xito. Meses despu¨¦s se les conmut¨® la pena.
En 1945, de vuelta en su retiro de la isla de Jersey, fueron capaces de vivir durante una d¨¦cada m¨¢s en voz alta, salir del espejo de la autoridad masculina para legar una obra de autoridad y autor¨ªa propias. Todav¨ªa hoy son un icono.
Claude Cahun. La Virreina. La Rambla, 99. Barcelona. Del 27 de octubre al 5 de febrero de 2012. Comisarios: Juan Vicente Aliaga y Fran?ois Leperlier.
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