El final del final de la historia: ?qu¨¦ hemos aprendido hasta ahora?
Las guerras nos permiten reevaluar nuestras ideas. Tenemos que enfrentarnos al mundo tal y como es, no al que imagin¨¢bamos hasta un d¨ªa antes
Las guerras son los acontecimientos m¨¢s terribles que pueden existir. No deber¨ªan producirse nunca. Todo esfuerzo humano deber¨ªa dirigirse a hacer las guerras imposibles. No solo ilegales, sino imposibles, en el sentido de que nadie pudiera ni tuviera incentivos para iniciarlas. Pero, desgraciadamente, a¨²n no hemos llegado a ese punto. La humanidad no ha evolucionado tanto. Ahora estamos en medio de una guerra que puede convertirse en muy sangrienta.
Las guerras son tambi¨¦n una oportunidad (por muy fr¨ªo que este pensamiento parezca) para reevaluar nuestros antecedentes. De repente, las cosas se presentan de forma mucho m¨¢s n¨ªtida. Nuestras creencias se transforman en ilusiones. Las ideas preconcebidas dejan de tener sentido. Tenemos que enfrentarnos al mundo tal y como es, no al que imagin¨¢bamos hasta un d¨ªa antes.
As¨ª pues, ?qu¨¦ hemos aprendido tras una semana de guerra entre Ucrania y Rusia? Intentar¨¦ no especular sobre el resultado. Nadie lo sabe. La situaci¨®n podr¨ªa terminar con la ocupaci¨®n y el sometimiento de Ucrania o con la fragmentaci¨®n de Rusia. Y todo lo que hay entre medias. Ni yo ni el lector ni Vlad¨ªmir Putin ni Joe Biden lo sabemos. As¨ª que no voy a hacer conjeturas al respecto.
Pero, ?qu¨¦ parece que hemos aprendido hasta ahora?
1. El poder de la oligarqu¨ªa. El poder de la oligarqu¨ªa cuando se encuentra con la raz¨®n de Estado es limitado. Tendemos a creer que Rusia, al ser una econom¨ªa capitalista olig¨¢rquica, es tambi¨¦n una econom¨ªa en la que los ricos influyen decisivamente en la pol¨ªtica. Quiz¨¢ en muchas decisiones cotidianas sea as¨ª. (No tengo en mente aqu¨ª a los oligarcas que viven en Londres y Nueva York, sino a los que viven en Mosc¨² y San Petersburgo y que pueden ser tambi¨¦n jefes o grandes accionistas de poderosas empresas privadas y semiestatales). Pero cuando los asuntos de Estado son serios, para el poder organizado, es decir, el Estado, la oligarqu¨ªa no es rival. La amenaza de sanciones, tan visiblemente desplegada y pregonada por Estados Unidos semanas antes de que comenzara la guerra, podr¨ªa haber influido en los oligarcas rusos para que trasladaran sus yates lo m¨¢s lejos posible de la jurisdicci¨®n de Estados Unidos, o para que emprendieran la venta de sus propiedades, pero no supuso ninguna diferencia en la decisi¨®n de Putin de ir a la guerra.
Tampoco import¨® toda la compra de influencias por parte de los rusos ricos entre los tories en el Reino Unido o entre los dos partidos pol¨ªticos en Estados Unidos. Ni tampoco import¨® la ¡°santidad de la propiedad privada¡± sobre la que se cre¨® Estados Unidos (y que tanto atrajo a los oligarcas para que considerasen trasladar all¨ª su riqueza, robada en primer lugar). Estados Unidos procedi¨® a la que probablemente sea la mayor transferencia interestatal de riqueza de la historia. Es el equivalente a la confiscaci¨®n de las tierras de la iglesia por parte de Enrique VIII. Si bien hemos visto tales incautaciones gigantescas dentro de los propios pa¨ªses (las revoluciones francesa y rusa son dos ejemplos), nunca lo hab¨ªamos visto, de un solo golpe, en 24 horas, entre distintos pa¨ªses.
2. Fragmentaci¨®n financiera. El corolario de este punto es que las personas extremadamente ricas ya no est¨¢n a salvo de las fuerzas pol¨ªticas, aunque cambien de ciudadan¨ªa, contribuyan a las campa?as electorales o financien un ala de un museo. Pueden ser v¨ªctimas de una geopol¨ªtica que no controlan y que est¨¢ mucho m¨¢s all¨¢ de sus competencias y, a veces, de su comprensi¨®n. Seguir siendo excesivamente rico requerir¨ªa m¨¢s que nunca ingenio pol¨ªtico. Es imposible saber si los ricos globales interpretar¨¢n esta incautaci¨®n en el sentido de que deben captar m¨¢s seriamente que nunca la maquinaria del Estado, o si la interpretar¨¢n en el sentido de que deben encontrar nuevos refugios para sus inversiones. Lo m¨¢s probable es que esta situaci¨®n conduzca a la fragmentaci¨®n de la globalizaci¨®n financiera y a la creaci¨®n de nuevos centros financieros alternativos, posiblemente en Asia. ?D¨®nde estar¨¢n? Creo que los candidatos m¨¢s fuertes son los pa¨ªses democr¨¢ticos con cierto grado de independencia judicial, pero que tambi¨¦n gozan de suficiente peso pol¨ªtico internacional y margen de maniobra para no ceder a la presi¨®n de EE UU, Europa o China. Me vienen a la mente Bombay y Yakarta.
3. El fin del fin de la historia. Nosotros ¡ªo al menos algunas personas¡ª tend¨ªamos a creer que el ¡°fin de la historia¡± significaba no solo que el sistema pol¨ªtico y econ¨®mico definitivo fue descubierto en una noche de noviembre de 1989, sino que las antiguas herramientas de las luchas internacionales no volver¨ªan a aparecer. Esto ¨²ltimo ya se demostr¨® err¨®neo varias veces, desde Irak y Afganist¨¢n hasta Libia. Una demostraci¨®n m¨¢s brutal se est¨¢ ejecutando ahora mismo, cuando se est¨¢n redibujando las fronteras utilizando los instrumentos practicados por la humanidad durante 5.000 a?os de historia registrada, pero que se cre¨ªan obsoletos.
La guerra actual nos muestra que la complejidad del mundo, su ¡°bagaje¡± cultural e hist¨®rico, es grande y que la idea de que un tipo de sistema ser¨¢ finalmente abrazado por todos es un enga?o. Es un enga?o cuyas consecuencias son sangrientas. Para tener paz, tenemos que aprender a vivir aceptando las diferencias. Estas diferencias no son diferencias triviales que responden a la premisa actual de estar abiertos a la variedad en la forma de vestir, en nuestras preferencias sexuales o en los alimentos que comemos. Las diferencias que tenemos que aceptar, y con las que tenemos que vivir, son mucho m¨¢s fundamentales y est¨¢n relacionadas con el funcionamiento de las sociedades, con lo que creen y con lo que piensan que es la fuente de legitimidad de sus gobiernos. Esto, por supuesto, puede cambiar en el transcurso del tiempo para una sociedad determinada, como ocurri¨® muchas veces en el pasado. Pero en un momento dado, diferir¨¢ de un pa¨ªs a otro, de una regi¨®n a otra, de una religi¨®n a otra. Asumir que todos los que no son ¡°como nosotros¡± son de alguna manera deficientes, o que no son conscientes de que estar¨ªan mejor siendo ¡°como nosotros¡± seguir¨¢ siendo ¡ªsi mantenemos esta creencia err¨®nea¡ª la fuente de guerras interminables.
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