Mujer con ni?o muerto
El cerebro hace conexiones que van desde lo m¨¢s abstracto de la belleza hasta lo m¨¢s duro y terrible de este mundo injusto
¡°Cuando uno pinta, est¨¢ haciendo preguntas, una tras otra¡±, escribe John Berger en Tu turno. Habla tambi¨¦n de aquello que arroja al ser humano a pintar, de la importancia del impulso, que se acaba imponiendo en fuerza y valor sobre la obra. Tu turno es un breve librito que contiene la correspondencia entre ¨¦l y su hijo Yves, y en ella, ambos hablan de c¨®mo se mira el mundo cuando pretende pintarse.
Leyendo a padre e hijo pude distanciarme durante algunas horas de m¨ª y de mis absurdas dolencias, y pude apartar de mi cabeza lo terror¨ªfico de nuestra actualidad. Aunque la guerra volviera a golpes mientras le¨ªa, destructiva, mortal, amenazante, aunque supiera que hab¨ªa ca¨ªdo en la trampa que yo misma me hab¨ªa tendido, padre e hijo me hac¨ªan menos dura la experiencia. ¡°Muelo mientras nieva¡±, escrib¨ªa Yves. Despu¨¦s explicaba que mientras fabricaba pintura blanca observaba el blanco de la nieve.
Los talleres de quienes pintamos est¨¢n llenos de tubos y de frascos, y en muchos de ellos, el color de la miel (aceites, m¨¦diums, resinas) brilla en nuestras estanter¨ªas y resplandece en los tonos claros de nuestras obras. El blanco de Yves, seg¨²n el propio autor, viraba m¨¢s a pis que a miel, el blanco de la nieve detr¨¢s de la ventana era polvo de ¨¢ngel. Una mujer embarazada cruzaba el campo blanco tendida sobre una manta roja a motas negras, una gran sand¨ªa polvorienta que cuatro soldados se apresuraban a sacar de un lugar que acababa de ser bombardeado. La mujer se sosten¨ªa la tripa con la mano.
El cerebro empieza a hacer conexiones que van desde lo m¨¢s abstracto de la belleza (abandonarme al ejercicio mec¨¢nico del oficio al que me dedico: moler pigmento, imprimar una tela, grapar el lino a un bastidor de madera), hasta lo m¨¢s duro y terrible de este mundo injusto: mientras me colocaba en el cuerpo de Yves y sent¨ªa bajo mis manos la crema compacta de la pintura blanca, miraba con ¨¦l a trav¨¦s de la ventana. Tambi¨¦n la nieve ca¨ªa sobre Kiev. Ve¨ªa la ciudad c¨®mo si fuera un p¨¢jaro. No pod¨ªa hacer nada para ayudar a quienes hu¨ªan a trav¨¦s de una gran explanada blanca salpicada por terribles fuegos que quemaban casas.
Un ni?o caminaba lento y solo, asustado, encima de la nieve.
Hace poco m¨¢s de un a?o di por concluida una serie de pinturas que agrup¨¦ en tres partes. La tercera parte era la m¨¢s luminosa, decenas de pinturas blancas que se ordenaban del blanco m¨¢s sucio al blanco m¨¢s limpio, en muchas de ellas hab¨ªa boquetes sucios en el centro de la composici¨®n. Blanco pis, blanco miel. Blanco carne que acaba de perder la vida.
Sigo volando y veo un edificio claro con una gran mancha negra justo en el centro. Hay fuego en uno de los boquetes que unas horas antes fue una ventana. La imagen me recuerda a una de aquellas pinturas blancas. Yves Berger asegura que el pincel es una extensi¨®n de la mano, una sabe qu¨¦ sucede en sus cerdas aunque no tenga nervios, c¨®mo toca la tela que pintamos. Con un pincel podemos acariciar, apretar, agredir la superficie. Unos soldados empujan el cuerpo de una se?ora que ha tenido que meterse dentro de un carrito de la compra. Eleg¨ª, para el primer bloque de pinturas, pinceles de pelo suave planos como lenguas de gato. Acariciaba con ellos decenas de embriones con malformaciones que no pudieron llegar a nacer. Putin ha bombardeado un hospital materno-infantil. Pint¨¦ embriones con cola de sirena, con demasiados ojos, con ¨®rganos excesivamente grandes. Embriones que parec¨ªan peque?os pajarillos a los que todav¨ªa no les hab¨ªan salido las plumas.
La segunda parte tuve que pintarla con las manos. ¡°Las manos pintan, los ojos corrigen¡±, apunta Yves Berger. ¡°Las manos pueden someterse a las decisiones de los ojos, pero, sin embargo, son libres. Y lo son porque el arte de la pintura depende de su libertad¡±. Un soldado acuna a un beb¨¦ y le acaricia la carita con la mano. Llega una mujer y coge al ni?o. Cae con ¨¦l en el suelo. Lo abraza. Lo aprieta contra su pecho. Lo huele y llora.
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