Proxenetas al acecho
Los explotadores de mujeres hacen ahora lo de siempre: buscar carne fresca en la desesperanza y las m¨¢s terribles circunstancias
Al huir de una situaci¨®n de alto riesgo, al tener que abandonar todo lo propio de forma repentina, no queda m¨¢s remedio que confiar en la bondad de los desconocidos. De debajo de los escombros de un edificio derrumbado pedimos auxilio y alargamos la mano para que el que est¨¢ fuera pueda ayudarnos. Es imposible ser desconfiados cuando estamos en peligro, por eso ser v¨ªctimas de cualquier cat¨¢strofe aboca a la fragilidad. Mujeres y n...
Al huir de una situaci¨®n de alto riesgo, al tener que abandonar todo lo propio de forma repentina, no queda m¨¢s remedio que confiar en la bondad de los desconocidos. De debajo de los escombros de un edificio derrumbado pedimos auxilio y alargamos la mano para que el que est¨¢ fuera pueda ayudarnos. Es imposible ser desconfiados cuando estamos en peligro, por eso ser v¨ªctimas de cualquier cat¨¢strofe aboca a la fragilidad. Mujeres y ni?os suelen sumar y multiplicar vulnerabilidades. Es entonces cuando aparecen los buitres. Algunos ni siquiera esperan a que sus presas se conviertan en carro?a. No costaba imaginarse, por lo que sabemos de las dimensiones de la trata de mujeres en el mundo y en Europa, que los proxenetas estar¨ªan al acecho, camuflados entre el alud de gente sinceramente solidaria dispuesta a ayudar a las ucranias. ?C¨®mo distinguirlos entre la multitud cuando las coordenadas de nuestras vidas han sido completamente borradas? Los explotadores de mujeres hacen ahora lo de siempre: buscar carne fresca en la desesperanza y las m¨¢s terribles circunstancias.
Ning¨²n debate sobre la prostituci¨®n que no tenga en cuenta la realidad de la que proceden la mayor¨ªa de las que la sufren puede considerarse honesto. Es uno de los ¨¢ngulos m¨¢s oscuros de las democracias que no han optado por el abolicionismo. Sobre este movimiento, por cierto, hay muchos malentendidos, algunos interesados. El primero y m¨¢s falaz de todos: afirmar que quiere acabar con las prostitutas cuando su principal objetivo es se?alar, denunciar y penalizar a quienes se lucran con su explotaci¨®n en condiciones dantescas.
Desde la teor¨ªa puede resultar f¨¢cil defender la libre elecci¨®n, m¨¢s a¨²n con el auge de un neoliberalismo que pretende mercantilizarlo todo. En la pr¨¢ctica me parece complicado sostener que la prostituci¨®n es una opci¨®n m¨¢s entre muchas: ?qui¨¦n podr¨ªa recomendarle a una hija tal salida laboral? ?O es que valoramos la explotaci¨®n sexual solo cuando son otras las que la padecen? Cuando esta Semana Santa pasemos al lado del macroburdel de la Jonquera, por ejemplo, ?seremos capaces de mirar hacia otro lado y hacer como si no supi¨¦ramos lo que hay ah¨ª dentro? Para m¨ª es imposible olvidar que en los espeluznantes pozos creados por los proxenetas puede haber mujeres que al tratar de escapar de las bombas acabaron en otra guerra muy distinta: la que se libra, desde hace miles de a?os, contra la mitad de la humanidad.