La prostituci¨®n no se ejerce
Entender que la prostituci¨®n es una instituci¨®n violenta es el primer paso para una ley contra la trata; necesitamos normas que extingan una instituci¨®n incompatible con nuestro Estado de derecho
Una noche de invierno. Quiz¨¢s un pol¨ªgono industrial o una de las arterias m¨¢s transitadas de Madrid. Varias mujeres a los pies de la calzada, semidesnudas, maquilladas. Gran parte de ellas procedentes de pa¨ªses del Este. Un viaje por una carretera secundaria donde surgen luces de ne¨®n. Chistes, bromas y refranes sobre prostituci¨®n. Todo ello forma parte del paisaje cotidiano en Espa?a, y es que el sexo de pago goza de aceptaci¨®n social porque est¨¢ en el coraz¨®n de la desigualdad entre hombres y mujeres. F¨ªjense como incluso el propio lenguaje condiciona el debate sobre este asunto; es habitual emplear t¨¦rminos asociados a decisiones individuales normalizadas como ejercicio o consumo incluso cuando manejamos posiciones contrarias a la legalizaci¨®n.
Como se?ala la soci¨®loga Rosa Cobo, la prostituci¨®n ha estado presente durante pr¨¢cticamente toda la historia de la humanidad y se ha ido adaptando a los cambios econ¨®micos, sociales y culturales. Uno de los saltos m¨¢s importantes en relaci¨®n con este fen¨®meno se produjo con la gran transformaci¨®n que sufri¨® la econom¨ªa mundial entre los a?os sesenta y ochenta. El tr¨¢fico de mujeres se expandi¨® y asumi¨® las mismas l¨®gicas que el mercado internacional, generando as¨ª un cambio de modelo: los peque?os clubes han dado paso a macroburdeles y a redes internacionales de trata que mueven mujeres de forma masiva de pa¨ªses pobres a otros con Estados de bienestar desarrollados. Es decir, forma hoy parte del mercado global. Tanto es as¨ª que estos d¨ªas estamos viendo como grupos de proxenetas se acercan a las fronteras de Ucrania ofreci¨¦ndoles a las mujeres que all¨ª se encuentran la posibilidad de recibir comida y transporte hacia Europa. El sistema de la prostituci¨®n es escurridizo y se nutre de la ambig¨¹edad en torno a la idea de consentimiento, por eso es fundamental centrar el debate en los elementos estructurales y no tanto en la recurrente libertad individual; la posible voluntad para prostituirse no puede condicionar el an¨¢lisis ¨¦tico y pol¨ªtico de un fen¨®meno de esta envergadura.
Es importante apuntar que separar las categor¨ªas de explotaci¨®n sexual y prostituci¨®n no resulta ¨²til porque ambas forman parte de una misma estructura de violencia y dominaci¨®n que hunde sus ra¨ªces en la desigualdad entre hombres y mujeres. La democracia en s¨ª misma exige abordar qu¨¦ impacto tiene este hecho en la comunidad pol¨ªtica y no as¨ª en eventuales decisiones personales: una actividad que compromete valores como la igualdad, la dignidad o la integridad es radicalmente incompatible con el Estado de derecho.
La libertad est¨¢ ligada a la capacidad de elegir de los individuos. Por eso, si atendemos a la realidad que representa mayoritariamente la prostituci¨®n, es poco probable que esa elecci¨®n quepa entre la inmensa mayor¨ªa de mujeres que se encuentran prostituidas. Parece evidente que en contextos de falta de recursos, feminizaci¨®n de la pobreza, migraci¨®n y mafias, las mujeres no son sujetos de derecho que eligen, sino mera mercanc¨ªa. Adem¨¢s, si concedemos a esta realidad el estatus de trabajo estamos aceptando como leg¨ªtimo que las mujeres pongan su sexualidad a disposici¨®n de los hombres y no de s¨ª mismas.
Hablamos de mujeres, en su mayor¨ªa, despojadas de su condici¨®n de ciudadanas. Como reflexiona Saskia Sassen, se trata de personas expulsadas de sus entornos culturales y familiares; mujeres que dejan de disponer de su proyecto de vida. Parte fundamental de la prostituci¨®n consiste en anular su pasado en un lugar donde no hay futuro: la cancelaci¨®n de su identidad es condici¨®n de posibilidad del negocio. L¨®gicamente, si asumimos que estos son los puntos de partida de la gran mayor¨ªa de mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n, estamos ante una pr¨¢ctica que es incompatible con los valores democr¨¢ticos.
Espa?a, uno de los pa¨ªses europeos que m¨¢s sexo de pago registran, no puede continuar depurando esta actividad desde el punto de vista legal. Resulta interesante se?alar que la redacci¨®n actual del C¨®digo Penal en materia de proxenetismo apenas ha permitido que se dicten sentencias por este tipo de delitos. Actualmente, el PSOE ha incluido enmiendas al texto de la Ley de Libertad Sexual en esta direcci¨®n. Sin duda, el camino por recorrer es largo, pero necesitamos darnos con urgencia normas que extingan una instituci¨®n incompatible con los valores que nos rigen, aunque acabar con la prostituci¨®n ser¨¢ tan dif¨ªcil como dif¨ªcil sea que los hombres renuncien a pagar por sexo; sin grandes consensos sociales en contra la prostituci¨®n cualquier ley ser¨¢ insuficiente.
Durante casi tres siglos de historia, el feminismo ha sido capaz de reflexionar sobre el ¨¢mbito privado logrando su democratizaci¨®n. El pensamiento feminista hizo evidente, por ejemplo, que las mujeres sufr¨ªan la injusticia de cargar a sus espaldas con trabajo invisible; tambi¨¦n algunas formas de violencia que se consideraban privadas. Pese al largo camino que a¨²n queda, los permisos igualitarios o la Ley contra la Violencia de G¨¦nero son ejemplos de ese clamoroso ¨¦xito. Entender que la prostituci¨®n es una instituci¨®n violenta aceptada como antes lo estuvieron otras es el primer paso para avanzar hacia la siguiente gran norma igualitaria: una ley integral contra la trata.
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