Memorias dibujadas de una esclava sexual coreana
El c¨®mic ¡®Hierba¡¯, de Keum Suk Gendry-Kim, repasa en blanco y negro la vida de Lee Ok-Sun, una de las miles de mujeres explotadas y violadas sistem¨¢ticamente por las tropas japonesas antes y durante la Segunda Guerra Mundial
La infancia de Lee Ok-Sun termin¨® el d¨ªa en que un desconocido se acerc¨® a su casa. El hombre parlote¨® un rato con su madre, que parec¨ªa inc¨®moda. Su padre, directamente, puso mala cara. Luego, la progenitora le pregunt¨® a su hija: ¡°?Qu¨¦ te parecer¨ªa si te adoptasen?¡±. Le explic¨® que tendr¨ªa al fin la oportunidad de ir al colegio, como siempre hab¨ªa so?ado. Y que podr¨ªa volver cuando quisiese. As¨ª que la ni?a acept¨®, incluso con entusiasmo. Terminaban los a?os treinta, y aquel se?or promet¨ªa acompa?arle lejos de la Corea rural, hacia un futuro mejor. Fue, sin embargo, el primer paso hacia el abismo.
La chica nunca estudi¨®. Tampoco regres¨®. Acab¨® encerrada en una espiral de trabajos forzosos, maltrato y, finalmente, explotaci¨®n sexual sistem¨¢tica. La historia la bautiz¨® como ¡°mujer de confort¡±. Pero el eufemismo se antoja insultante: as¨ª se conoce a las 200.000 v¨ªctimas, en buena parte coreanas, que las tropas japonesas raptaron, esclavizaron y violaron repetidamente en los territorios bajo su ocupaci¨®n, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Todo ello qued¨® grabado a fuego en la memoria de Lee Ok-Sun. Y estar¨¢ para siempre en Hierba (Reservoir Books lo edita en espa?ol), un colosal c¨®mic biogr¨¢fico donde Keum Suk Gendry-Kim dibuja la tragedia de una existencia robada. ¡°Debo confesar que, desde que nac¨ª, nunca viv¨ª un momento plenamente feliz¡±, asegura en el tebeo la protagonista, que hoy sobrepasa los 90 a?os.
¡°La novela gr¨¢fica es un formato muy apropiado para narrar historias dolorosas¡±, afirma la autora en una videollamada. Por lo que se puede mostrar. Y, quiz¨¢s, sobre todo por lo que la vi?eta omite o relata de otra forma. A lo largo de 477 p¨¢ginas en blanco y negro, Hierba recorre la odisea de Lee Ok-Sun a trav¨¦s de sus propias palabras. La ¨²ltima vez que vio a su familia, los golpes, las torturas, la desesperaci¨®n. El propio c¨®mic pone a dura prueba al lector, a base de verdad y escalofr¨ªos. Y aunque la artista evita mostrar los momentos m¨¢s duros de manera expl¨ªcita, el desv¨ªo de la mirada resulta a¨²n m¨¢s impactante. Sombras, siluetas, silencios. Fundido a negro. Ante ciertos horrores, quiz¨¢s, no hace falta decir nada.
¡°He pensado mucho en c¨®mo retratar el maltrato. Para describir una violaci¨®n, puedes dibujar un pecho de la v¨ªctima. Quieres expresar la brutalidad de la violencia pero, tal vez, algunos lectores terminen viendo la hermosura del seno¡±, plantea la autora, que tambi¨¦n alterna la barbaridad humana con vi?etas repletas de bellos paisajes. Su novela gr¨¢fica, elegida como uno de los c¨®mics del a?o en 2019 por The New York Times, ha sido comparada con obras maestras como Maus, de Art Spiegelman, o Pers¨¦polis, de Marjane Satrapi. Ella reconoce que ambas le inspiraron, tanto que hasta saca de una estanter¨ªa la primera durante la charla. Aunque Hierba tambi¨¦n evoca El arte de volar, de Antonio Altarriba y Kim, o La guerra de Alan, de Emmanuel Guibert. Y se coloca en la senda de grandes tebeos capaces de levantar un valioso monumento a memorias tan duras como relevantes. En Espa?a, estos mismos d¨ªas, se publica Chartwell Manor (La C¨²pula), donde Glenn Head dise?a los abusos que padeci¨® en un internado.
Casa de confort se llamaba, en cambio, el lugar donde rompieron los sue?os de Lee Ok-Sun y otras muchas como ella. Cuando la escritora Keum Suk Gendry-Kim descubri¨® aquel pasado oscuro de su pa¨ªs, primero lo condens¨® en un tebeo breve. Coreana, hija de una pareja nacida en esos a?os, de un padre que combati¨® en la Segunda Guerra Mundial, sinti¨® que esa historia le hablaba directamente. Aunque, a la vez, siempre intent¨® ir m¨¢s all¨¢: ¡°Sent¨ª una responsabilidad mayor que en otros c¨®mics. Pens¨¦ mucho, antes de empezar. Escrib¨ª una lista de preguntas que quer¨ªa plantearme y que esperaba lanzar a la sociedad. Desde el principio quise narrar una historia de mujeres, en general. Antes de mi libro, no hab¨ªa existido una novela gr¨¢fica sobre este tema con esta perspectiva que abarcara el sistema patriarcal, la discriminaci¨®n de clase, una ni?a que no puede ir al colegio¡ ¡°.
De ah¨ª que visitara una de las llamadas casas del compartir, refugios para las v¨ªctimas de explotaci¨®n sexual, en la localidad coreana de Gwangju. Ah¨ª pasaba sus d¨ªas, entre otras, Lee Ok-Sun. Aunque no hubo qu¨ªmica inmediata entre ambas. ¡°Cuando la conoc¨ª, ella no me habl¨® tanto como otras se?oras. Una vez solas, en su habitaci¨®n, s¨ª empez¨® a contar. Pero me result¨® dif¨ªcil sacar sus experiencias: hab¨ªa hecho campa?a para que se conocieran los terrores de la guerra y me repet¨ªa las declaraciones que sol¨ªa ofrecer a la prensa. Yo quer¨ªa escuchar realmente su infancia, su vida¡±. As¨ª que, poco a poco, el riachuelo de recuerdos se hizo oc¨¦ano. Aunque a d¨ªa de hoy la autora sigue pensando que su entrevistada no se abri¨® ¡°al 100%¡±.
Tal vez eso sea humanamente imposible. ¡°El dolor de la protagonista fue infinito, y despu¨¦s de la publicaci¨®n contin¨²a. Por eso tambi¨¦n llegu¨¦ a sentir que no podr¨ªa acabar nunca el c¨®mic¡±, relata la autora. Por m¨¢s que intentara mantener cierta distancia ¡ª¡±narrar con una voz m¨¢s serena da a los lectores m¨¢s emociones y espacio para pensar¡±¡ª, el proyecto la absorb¨ªa. Dice que uno de los inviernos que se pas¨® trabajando en Hierba se sent¨ªa ¡°deprimida, sola¡±. Aunque aclara inmediatamente que no fue nada comparado con lo que pas¨® Lee Ok-Sun. Y con lo que todav¨ªa sufre.
Porque Jap¨®n prefiere no hablar de una de las mayores manchas de su historia. Tras un acuerdo bilateral con Corea del Sur en 1965 y un pacto, en 2015, el asunto se dio por cerrado. Tokio ofrec¨ªa unos 7,6 millones de euros para fondos humanitarios, y Se¨²l se compromet¨ªa a no elevar la cuesti¨®n a escenarios internacionales y a intentar retirar la estatua de una mujer de confort levantada justo enfrente de la embajada japonesa en la ciudad. Se?ores de traje de un gobierno y otro se apretaron las manos y salieron a declarar ante las c¨¢maras su satisfacci¨®n. Las v¨ªctimas, en cambio, se fueron a protestar. En la calle, donde repitieron manifestaciones un mi¨¦rcoles tras otro. Y ante los tribunales de ambos pa¨ªses, donde hasta la fecha han acumulado casi solo derrotas. La corte coreana que s¨ª les dio la raz¨®n, en enero de 2021, concluy¨® que el sistema les hab¨ªa causado un ¡°dolor f¨ªsico y mental extremo e inimaginable¡±, denuncia Amnist¨ªa Internacional.
Muchas, en realidad, murieron ya en esos a?os. Otras lo han hecho en los ¨²ltimos tiempos. Pero las pocas supervivientes que quedan vivas no se resignan a irse sin el reconocimiento que creen merecer. ¡°Una de las victimas me dijo que no reclaman indemnizaciones econ¨®micas sino, sobre todo, la disculpa sincera que nunca han recibido. En el mejor momento de su vida, les arrebataron todo: la juventud, la familia, el honor¡±, sostiene la dibujante. Dice que Hierba ha reanimado la conversaci¨®n en Corea del Sur sobre las mujeres de confort. Y un grupo de activistas ha conseguido publicarlo incluso en Jap¨®n. El libro acumula miles de lectores en idiomas y pa¨ªses de todo el mundo. Entre ellos, c¨®mo no, est¨¢ su protagonista. La autora fue a llev¨¢rselo personalmente: ¡°Al ver la portada derram¨® unas l¨¢grimas¡±. Aparec¨ªa dibujada una chica con el pelo trenzado. Era el peinado que siempre le hac¨ªa su padre.
Babelia
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