Contra la geopol¨ªtica
Frente a la ¡®realpolitik¡¯ hay que reivindicar la ingenuidad y la hipocres¨ªa. ¡°Ingenuo¡± es creer en los derechos humanos y la democracia; ¡°hip¨®crita¡± es cualquier negociaci¨®n y el respeto a la legalidad internacional. Necesitamos m¨¢s ¡°ingenuidad¡± e ¡°hipocres¨ªa¡± y menos audacia y cinismo
Como fuimos demasiado optimistas, ahora somos demasiado c¨ªnicos. Frente al optimismo, he reivindicado a menudo la ingenuidad; frente al cinismo, la hipocres¨ªa. Un orden compuesto de ingenuos malhumorados que cre¨ªan a¨²n posible el mundo y de hip¨®critas solemnes que a¨²n se cre¨ªan obligados a nombrar en p¨²blico la virtud era todav¨ªa un orden razonablemente estable y potencialmente democr¨¢tico. Eso se ha acabado. Cuando los ingenuos y los hip¨®critas se vuelven c¨ªnicos y tanto en los bares y los supermercados como en las redacciones de los peri¨®dicos y en los gobiernos se aceptan los ¡°l¨ªmites de la...
Como fuimos demasiado optimistas, ahora somos demasiado c¨ªnicos. Frente al optimismo, he reivindicado a menudo la ingenuidad; frente al cinismo, la hipocres¨ªa. Un orden compuesto de ingenuos malhumorados que cre¨ªan a¨²n posible el mundo y de hip¨®critas solemnes que a¨²n se cre¨ªan obligados a nombrar en p¨²blico la virtud era todav¨ªa un orden razonablemente estable y potencialmente democr¨¢tico. Eso se ha acabado. Cuando los ingenuos y los hip¨®critas se vuelven c¨ªnicos y tanto en los bares y los supermercados como en las redacciones de los peri¨®dicos y en los gobiernos se aceptan los ¡°l¨ªmites de la realidad¡±, entonces es que el Sol est¨¢ a punto de ponerse y nosotros de apagar la luz. Nadie duda que la defensa de los derechos humanos era una ingenuidad y que el marco universal reglado surgido de la II Guerra Mundial era una hipocres¨ªa. Pero la ingenuidad y la hipocres¨ªa han puesto algunos parches en las ¨²ltimas d¨¦cadas, al menos en Europa, y su ¨²nica alternativa es el realismo y la sinceridad: es decir, el reconocimiento expl¨ªcito de la fuerza como motor de la historia. ?Es la geopol¨ªtica, est¨²pidos! Ese reconocimiento no es, me temo, un conocimiento; es, sobre todo, la claudicaci¨®n fatalista, ventajosa o no, ante un tsunami que ni siquiera sabemos nombrar.
El problema es que hemos sido muy optimistas. Hemos olvidado tres leyes hist¨®ricas cuyo retorno nos sorprende ahora completamente desarmados.
La primera es que todo lo que ha ocurrido una vez es posible, si no seguro, que vuelva a ocurrir m¨¢s veces. En 2020 lleg¨® la pandemia, que nos devolvi¨® a la naturaleza; ahora la guerra, que nos devuelve a la historia. Toda nuestra ilusi¨®n de ligereza e inmortalidad ¡ªla de ser el resumen de todas las ¨¦pocas anteriores y no una ¨¦poca m¨¢s¡ª se derrumba bajo estos dos golpes sucesivos. Somos tan antiguos como nuestros abuelos, como los cuerpos desnudos, como las tormentas. Ahora bien, somos antiguos en un mundo nuevo. A trav¨¦s de la peste hemos vuelto a una naturaleza fatigada de humanidad, hasta tal punto exhausta por la presi¨®n antropoc¨¦nica que puede decirse sin exageraci¨®n que la covid es el resultado de la mercantilizaci¨®n de la vida: es la gesti¨®n industrial de la ¡°victoria¡± sobre la naturaleza, convertida en un laboratorio humano, la que nos expone a nuevos virus y nuevos azares pat¨®genos. Lo mismo pasa con la guerra, la m¨¢s ¡°hist¨®rica¡± de las experiencias humanas: nos devuelve a una historia en la que hemos ido introduciendo en las ¨²ltimas d¨¦cadas m¨¢s desigualdad, m¨¢s armas nucleares, m¨¢s abstracci¨®n tecnol¨®gica, y en la que el as¨ª llamado Occidente no ha sabido gestionar democr¨¢ticamente su victoria en la Guerra Fr¨ªa. Nunca antes una sociedad se hab¨ªa cre¨ªdo m¨¢s a¨¦rea e ir¨®nica; nunca antes una sociedad habr¨¢ ca¨ªdo en una naturaleza y una historia tan repentinamente apretadas y angostas.
La segunda ley sostiene que el saber es inolvidable y la tecnolog¨ªa irreprimible. Esto quiere decir que estamos casi obligados a hacer todo lo que podemos (tecnol¨®gicamente) hacer. No podemos inventar el coche y dejarlo aparcado para siempre en el garaje; no podemos siquiera ralentizarlo, salvo a empellones, por debajo de su velocidad potencial. Un mundo en el que los medios de producci¨®n son tambi¨¦n medios de destrucci¨®n es un mundo humanamente muy fr¨¢gil. No se puede hacer un uso democr¨¢tico de la bomba at¨®mica, y no est¨¢ claro, y menos hoy, que haya suficiente democracia en el planeta ¡ªa falta tambi¨¦n del equilibrio funesto entre bloques¡ª para impedir su uso. El capitalismo realmente existente genera m¨¢s ¡°libertad¡± que ¡°democracia¡± y la libertad sin democracia es solo libertad para la destrucci¨®n.
La tercera ley, asociada a la anterior, dice que siempre habr¨¢ un individuo libremente dispuesto a hacer inevitable lo solo posible. Me explico. Al contrario de lo que podr¨ªamos pensar, cuanto m¨¢s compleja es una estructura de menos personas depende su reproducci¨®n y, por eso mismo, m¨¢s cuenta la personalidad de los individuos decisivos. En el marco del capitalismo global ¡ªdigamos¡ª la ¡°maldad¡± personal es m¨¢s decisiva que la ¡°bondad¡± colectiva. Millones de personas que trabajan, honran a sus padres, cuidan a sus hijos y son solidarias con sus vecinos no pueden nada contra la libertad de un lobby o de un aut¨®crata; miles de periodistas honestos que buscan la verdad no pueden nada contra la libertad de mentir de un magnate o un conspirador. Hay estructuras concebidas para neutralizar las rutinas morales y liberar, en cambio, las irregularidades m¨¢s discrecionales. Pero esto significa precisamente que, cualesquiera sean los antecedentes de un acontecimiento y la genealog¨ªa hist¨®rica de una acci¨®n, el paso de lo posible a lo inevitable es siempre una decisi¨®n. Como recordaba Hannah Arendt, una estructura no es responsable de nada, salvo que aceptemos justamente que, all¨ª donde hay causas y constelaciones y contextos compartidos, todos somos responsables de todo por igual, lo que equivale a renunciar al concepto mismo de responsabilidad y, en consecuencia, a la distinci¨®n entre conflicto y guerra, entre invadido e invasor, entre pensamiento, obra y omisi¨®n. Que el desplazamiento de una estructura compleja est¨¦ en manos de pocas personas quiere decir que la responsabilidad en nuestro mundo es desigual, como la riqueza y el poder, pero quiere decir que es individualmente inalienable: que es la condici¨®n misma para que podamos intervenir en el espacio pol¨ªtico a favor de la justicia, el derecho y la igualdad. Aceptar, por ejemplo, que la invasi¨®n de Ucrania era inevitable, colof¨®n mec¨¢nico de una acumulaci¨®n ¡°hist¨®rica¡±, es aceptar como inevitable todo lo que suceda a partir de ahora, pero lo inevitable en una guerra es siempre m¨¢s guerra y m¨¢s destrucci¨®n. Putin es el responsable de una decisi¨®n criminal que interrumpe toda cadena mecanicista y que solo puede desactivarse con otras decisiones, a las que habr¨¢ que acercarse con una temblorosa botella de nitroglicerina entre las manos, en un mundo m¨¢s multipolarizado, m¨¢s militarizado y menos democr¨¢tico que nunca.
Todo esto puede parecer abstruso y opresivo, pero en realidad es una desesperada protesta contra la geopol¨ªtica entendida como realpolitik y una reivindicaci¨®n, frente a ella, de la ingenuidad y la hipocres¨ªa. Estos d¨ªas, lo confieso, me produce bastante irritaci¨®n, a derecha e izquierda, la tendencia a blandir la geopol¨ªtica a modo de fatalismo hist¨®rico, una veces para justificar a Putin, otras para equiparar responsabilidades, otras simplemente por el placer de sentirse superior a las rutinas ¨¦ticas de los humanos normales. Las reacciones morales, es verdad, son muy manipulables, pero m¨¢s necesarias que nunca en un mundo presidido, abajo y arriba, por un cinismo demoledor. Precisamente porque todo lo que ocurre puede ocurrir otra vez si no lo impedimos y porque el imperativo tecnol¨®gico nos arroja a una fragilidad sin precedentes, es imprescindible interrumpir pol¨ªticamente el paso de lo posible a lo inevitable. No apaguemos las luces cuando se pone el Sol. Optimista es creer que se puede vencer a la naturaleza o salir triunfante de una guerra. Hay que ser pesimistas. Pero ingenuos; pero hip¨®critas. ¡°Ingenuo¡± es creer en la responsabilidad personal; ¡°ingenuo¡± es creer en los derechos humanos y en la democracia; ¡°ingenuo¡± es creer en la capacidad de juicio de la gente; ¡°ingenuo¡± es tambi¨¦n seguir viviendo hasta fin de mes aunque el sueldo no llegue m¨¢s que al d¨ªa 20. En cuanto a la hipocres¨ªa, ¡°hip¨®crita¡±, lo sabemos, es cualquier negociaci¨®n; ¡°hip¨®crita¡± es la ONU; ¡°hip¨®crita¡± es el respeto a la legalidad internacional. Necesitamos, pues, m¨¢s ¡°ingenuidad¡± y m¨¢s ¡°hipocres¨ªa¡± y menos audacia y menos cinismo. Ingenuidad en nuestros partidos pol¨ªticos, en nuestros medios de comunicaci¨®n y en nuestras instituciones; y un retorno de la hipocres¨ªa ¡ªnegociaciones, ONU, legalidad internacional¡ª en todas partes. Tambi¨¦n, por supuesto, en el S¨¢hara.