?Qu¨¦ es lo esencial?
Cuando se levante el confinamiento, habr¨¢ que volver a pensar en lo necesario y en lo importante
Los decretos del Gobierno del 14 y del 28 de marzo autorizan sin duda una discusi¨®n e, incluso, si se acepta su necesidad y su buen tino, abren rendijas de excepci¨®n por donde pueden colarse toda clase de peligros. Ahora bien, en estos decretos hay algo tan banal como inesperado que deber¨ªa invitarnos a reflexionar. Frente a la amenaza del coronavirus, la necesidad del confinamiento, que pocos pueden cuestionar, ha obligado al Gobierno a tomar una decisi¨®n, en definitiva, filos¨®fica: a distinguir, quiero decir, entre lo esencial y lo no esencial. La lista de ¡°actividades no esenciales¡± interrumpidas para proteger la salud p¨²blica no es quiz¨¢s la ¨²nica imaginable, pero lo que me interesa aqu¨ª es la discusi¨®n misma; el hecho de que estos t¨¦rminos (esencial/no esencial) se conviertan de pronto en el centro de una discusi¨®n p¨²blica y de una decisi¨®n que es, al mismo tiempo, econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural.
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Estos decretos, en su tr¨¢gica ra¨ªz com¨²n, incluyen sin darse cuenta dos elementos imprevistos: uno po¨¦tico y otro subversivo. Uno po¨¦tico porque la poes¨ªa se ocupa siempre de lo esencial: la tierra, el aire, el fuego, el agua, el pan, el amor, la muerte. En su sequedad administrativa, los ¨²ltimos decretos son los m¨¢s po¨¦ticos de la historia reciente de Espa?a. En cuanto al subversivo, ata?e al hecho de que, m¨¢s all¨¢ de su definici¨®n, la pregunta misma por ¡°lo esencial¡± impugna el mundo en que hasta ahora nos mov¨ªamos como peces en las nubes: un capitalismo que explota todo por igual, incapaz de hacer distinciones entre el trigo y los misiles y que no contempla nunca en sus balances, por evocar al olvidado Bataille, el ¡°gasto improductivo¡±. Para el Mercado todo es imperativamente funcional: vender coches de lujo no es un lujo, sino una necesidad econ¨®mica. En este sentido, puesto que impide plantear la pregunta por lo esencial, el Mercado, con su profusi¨®n indiscriminada de objetos de consumo, impide tambi¨¦n, parad¨®jicamente, los lujos: todo lo que hacemos tiene ya, tanto en el espacio de la producci¨®n como en el tiempo del ocio, significado econ¨®mico.
El viejo Marcuse y su Hombre unidimensional (1964), con la denuncia de las ¡°falsas necesidades¡± del capitalismo, ridiculizada por la filosof¨ªa y superada por nuestra normalidad mercantil, reaparece por sorpresa en la necesidad del confinamiento. Preguntarse por ¡°lo esencial¡± en condiciones de excepcional vulnerabilidad es cuestionar la normalidad del capitalismo. Si todo es esencial (para el Mercado), nada hay esencial (para los hombres) y el hombre mismo se vuelve inesencial. Y al rev¨¦s: si nada es esencial (para el Mercado), todo se vuelve esencial (para los hombres) y la superfluidad misma, con sus desigualdades mortales, se vuelve imprescindible. Esto era as¨ª hasta que una situaci¨®n de repentina fragilidad global, asociada a la contingencia de un virus, nos ha revelado la diferencia al mismo tiempo que nos obliga a definir las pocas cosas realmente esenciales. En un libro de 2007 acu?¨¦ esta sint¨¦tica f¨®rmula para expresar la aceleraci¨®n antropol¨®gica del consumismo: ¡°Poco es bastante, mucho es ya insuficiente¡±.
Ahora que una cat¨¢strofe colectiva ha obligado al Gobierno a definir filos¨®ficamente lo esencial ¡ªcontra la l¨®gica del Mercado¡ª nos encontramos en una situaci¨®n de hecho en la que, reducidos a la poquedad superviviente, echamos de menos cosas esenciales no recogidas en el decreto o a las que nos obliga a renunciar el decreto. El f¨²tbol, sin el cual no pod¨ªamos vivir, ha dejado de ser esencial, y tambi¨¦n el viaje tur¨ªstico o las org¨ªas de Ikea. El Gobierno garantiza lo esencial: alimentaci¨®n, salud, comunicaci¨®n. En esas condiciones descubrimos que hay otras no menos esenciales en las que no hab¨ªamos reparado: una vivienda digna, la calle, el sol, el aire limpio, la compa?¨ªa del otro. Hasta los ni?os, desesperados por el amor exclusivo de los padres, descubren ahora como ¡°esencial¡± la escuela.
El confinamiento nos ha llevado a plantear por primera vez la pregunta: ?qu¨¦ es lo esencial? Cuando se levante y volvamos a la normalidad sanitaria, habr¨¢ que pensar tambi¨¦n, ahora que m¨¢s o menos conocemos lo esencial, en lo necesario y en lo importante, porque la nuda vida no es suficiente. ?M¨¢s igualdad o m¨¢s riqueza ¡°general¡±? ?M¨¢s democracia o m¨¢s seguridad? ?M¨¢s Derecho o m¨¢s identidad?
Sugiero que aprovechemos el confinamiento para hacer una lista. Pienso en algunas listas po¨¦ticas que me gustan: las de El libro de la almohada de Sei Shonagon, la de Placeres de Bertolt Brecht y la de Valores de Erri de Luca. En estos d¨ªas de tenso tedio, en el que el tiempo pasa muy despacio y los d¨ªas muy deprisa, hagamos una lista de cosas esenciales, de cosas necesarias y de lujos compatibles con los derechos humanos. Entre estos ¨²ltimos estar¨¢ sin duda la Celebraci¨®n, para la que no hacen falta ni coches ni Ibex ni r¨¦cords mundiales: solo los restos del naufragio ¡ªdec¨ªa Chesterton¡ª con los que se construye la chapucera, ramplona e irrenunciable condici¨®n humana.
Santiago Alba Rico es ensayista.
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