El abejorro
Esta Semana Santa, con millones de personas abandonando sus casas deprisa y corriendo, no habr¨¢ Domingo de Resurrecci¨®n. Ser¨¢ toda ella un dolorido Viernes Santo
Sentado en mi peque?o jard¨ªn, respiraba los primeros aires de este oto?o tropical brasile?o. El rumor denso de las olas del Atl¨¢ntico se mezcl¨® con el zumbido sordo de un abejorro que empez¨® a revolotear alrededor de mi cara. Tem¨ª por un instante que pudiera picarme. Acab¨® aterrizando hasta colocarse en mis pies. ?Qui¨¦n ha dicho que, seg¨²n la aerodin¨¢mica, los abejorros no podr¨ªan volar?
Del volc¨¢n de mis instintos m¨¢s primitivos se despert¨® el deseo de aplastarlo con mi pie, pero en ese momento empezaron a resbalar por mi conciencia las im¨¢genes sangrientas de la guerra en las calles de Ucrania, donde personas de todas las edades, tambi¨¦n tantos ni?os inocentes, yacen muertas aplastadas como insectos.
Mir¨¦ a mi abejorro, que cargaba el polen para engendrar nueva vida y me avergonc¨¦ de haber querido aplastarlo con mi pie. Fue ayer, Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa de este a?o doblemente ensangrentada por una guerra sin sentido que cubre de l¨¢grimas y dolor in¨²til a un pa¨ªs en cuyo cielo, ayer todav¨ªa, en vez de los aviones de guerra, revoloteaban las aves plet¨®ricas de alegr¨ªa.
Como una tormenta que se crea en segundos, la nueva guerra en Europa est¨¢ descargando los peores instintos del Homo sapiens y ha ofuscado al mundo con sus rayos de fuego. Y as¨ª, esta Semana Santa de pasi¨®n en Ucrania y en el planeta, con millones de personas abandonando sus casas deprisa y corriendo sin saber d¨®nde aterrizar¨¢n, no habr¨¢ Domingo de Resurrecci¨®n. Ser¨¢ toda ella un dolorido Viernes Santo.
La muerte, el T¨¢natos, esta vez, contra la teor¨ªa de Freud, est¨¢ venciendo al Eros, a la felicidad y a la vida. Y es que la guerra es el s¨ªmbolo m¨¢s gr¨¢fico del absurdo. As¨ª, las calles de Ucrania sembradas de cad¨¢veres, donde ayer corr¨ªan libres la alegr¨ªa y la vida, son el espejo donde debemos mirarnos y preguntarnos, sin mentirnos a nosotros mismos, si preferimos apostar por la vida o por la muerte. Las ideolog¨ªas son solo entelequias que nos creamos para disimular nuestros peores instintos de violencia y nuestros desenfrenos de poder.
Y con esos pensamientos de zozobra y a la vez de esperanza, de nuevos d¨ªas de paz, me sent¨ª feliz por un instante de no haber aplastado con mi pie al abejorro de mi jard¨ªn. Para ¨¦l s¨ª va a haber una Pascua de Resurrecci¨®n en la que las campanas anuncien que la vida seguir¨¢ siendo m¨¢s fuerte que la muerte y que la paz acabar¨¢ imponi¨¦ndose a los zarpazos absurdos de la guerra.
Y es que quiz¨¢s, m¨¢s que en los momentos de alegr¨ªa, sea en las profundidades del dolor y en los abismos de la desesperanza, donde se forjan los mejores presagios para quienes tomar¨¢n el relevo de nuestras vidas.
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