Lula y Alckmin
La decisi¨®n del expresidente brasile?o de aliarse con el centro va mucho m¨¢s all¨¢ de lo pol¨ªtico, tambi¨¦n es una respuesta ante las banderas agitadas por Bolsonaro
Diez d¨ªas atr¨¢s, la pol¨ªtica brasile?a produjo una novedad de primera magnitud: Lula da Silva oficializ¨® que el candidato a vicepresidente de su f¨®rmula ser¨¢ Geraldo Alckmin. La integraci¨®n del l¨ªder del Partido de los Trabajadores, con quien fuera, hasta fines del a?o pasado, una de las principales figuras del socialdem¨®crata PSDB, revela las transformaciones profundas que han operado en el mapa pol¨ªtico de Brasil, sobre t...
Diez d¨ªas atr¨¢s, la pol¨ªtica brasile?a produjo una novedad de primera magnitud: Lula da Silva oficializ¨® que el candidato a vicepresidente de su f¨®rmula ser¨¢ Geraldo Alckmin. La integraci¨®n del l¨ªder del Partido de los Trabajadores, con quien fuera, hasta fines del a?o pasado, una de las principales figuras del socialdem¨®crata PSDB, revela las transformaciones profundas que han operado en el mapa pol¨ªtico de Brasil, sobre todo desde la emergencia de Jair Bolsonaro.
Aunque Alckmin se integra a ese binomio desde el Partido Socialista Brasile?o, su nombre representa algo clar¨ªsimo: una tradici¨®n de la pol¨ªtica del estado de S?o Paulo, progresista en lo pol¨ªtico y liberal en lo econ¨®mico, que tuvo su mejor representaci¨®n en las dos presidencias de Fernando Henrique Cardoso.
Si se observa bien, el anuncio de esta combinaci¨®n, que ser¨¢ lanzado en una manifestaci¨®n popular el 30 de abril, forma parte de una trayectoria cuyo punto de partida fue aquel almuerzo de Lula con Cardoso, en la casa de Nelson Jobim, que el l¨ªder del PT present¨® diciendo que hubo ¡°mucha democracia en la carta¡±.
El acercamiento con Alckmin cobija un mensaje potente para el electorado. Lula est¨¢ diciendo que pretende caminar hacia el centro. No solo en lo pol¨ªtico. Tambi¨¦n en un aspecto de la vida p¨²blica que se ha vuelto decisivo en Brasil como en tantas otras sociedades: lo que se define como ¡°agenda del comportamiento¡±, que incluye cuestiones que ata?en a la sensibilidad moral y, en un sentido muy amplio, ideol¨®gica. Bolsonaro ha agitado como nunca antes las banderas reaccionarias en ese debate, aprovechando los temores y prejuicios de muchos ciudadanos que sufren de v¨¦rtigo ante el cambio cultural.
La figura de un burgu¨¦s moderado, como Alckmin, pretende ser un gui?o tranquilizador para esos votantes. M¨¢s necesario en la medida que, desde que abandon¨® la carrera el exjuez Sergio Moro, el presidente brasile?o ha mejorado en los estudios de opini¨®n. Una encuesta de Genial/Quaest ubica a Lula con 45% y a Bolsonaro con 31%, lo que representa una mejora de cinco puntos respecto de la medici¨®n anterior. Otra investigaci¨®n, realizada por Poder, los ubica en 44% y 32%. En este trabajo, el gobernador paulista y candidato del PSDB, Jo?o Doria, registra 8% de las adhesiones. Una cifra peque?a pero estrat¨¦gica a cuya neutralizaci¨®n se dirige la alianza del PT con Alckmin. Hay en toda la jugada tambi¨¦n un objetivo territorial: Lula pretende que su partido se quede con la gobernaci¨®n de San Pablo a trav¨¦s de Fernando Haddad.
El movimiento del expresidente tiene, adem¨¢s, otra dimensi¨®n muy evidente: la econ¨®mica. Los antecedentes de Lula no deber¨ªan inspirar temor a alg¨²n arrebato revolucionario. Como suele explicar Jos¨¦ Dirceu, ¡°Lula no es un l¨ªder de izquierda. Es un sindicalista, que entre el freno y el acelerador siempre va a elegir el freno¡±. Sin embargo, circula entre muchos brasile?os la fantas¨ªa de que, despu¨¦s de la prisi¨®n, podr¨ªa volver cargado de resentimientos contra el establishment, y de alg¨²n esp¨ªritu de venganza.
Para desmentir esa impresi¨®n no solo est¨¢ Alckmin. El candidato ha autorizado que se divulgue la cercan¨ªa de economistas como Gabriel Gal¨ªpolo, un joven exbanquero que pas¨® por la funci¨®n p¨²blica trabajando en la gesti¨®n paulista de Jos¨¦ Serra, del PSDB. Gal¨ªpolo comenz¨® a compartir reuniones con hombres de negocios para explicar con qu¨¦ intenciones llega Lula. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de la actividad de este economista, los observadores prestan atenci¨®n a un peque?o detalle, que podr¨ªa convertirse en estrat¨¦gico: la adhesi¨®n que muchos colaboradores de Cardoso prestaron a la candidatura de Marcelo Freixo, el bendecido por Lula para la gobernaci¨®n de R¨ªo de Janeiro. Fraga es uno de los astros de la econom¨ªa brasile?a, admirado por los mercados desde que estuvo a cargo, entre 1999 y 2003, del Banco Central de Brasil. ?En esta convergencia carioca est¨¢ la semilla de una incorporaci¨®n?
El rumbo que est¨¢ adoptando Lula, previsible para quienes lo conocen, no es un dato aislado. Es un s¨ªntoma de lo que sucede en toda la regi¨®n. En muchos pa¨ªses hay una opci¨®n por la izquierda. Pero se trata de una izquierda que, por falta de vocaci¨®n o por falta de posibilidad, debe renunciar a un enfoque populista de la econom¨ªa. La definici¨®n m¨¢s contundente la ofreci¨® el presidente de Chile, Gabriel Boric, cuando visit¨® la Argentina kirchnerista: ¡°No le podemos regalar el equilibrio fiscal a la derecha¡±.
?Cu¨¢l es el signo com¨²n de estas fuerzas ascendentes? Haber incorporado a su bagaje program¨¢tico la consciencia de que existe una restricci¨®n presupuestaria. Por supuesto, como es el caso del mismo Boric, el mandato conceptual de estos liderazgos es respetar esa restricci¨®n, no por la v¨ªa del achicamiento del Estado, sino por la de una mayor presi¨®n impositiva.
No hay por qu¨¦ no creer en que el mantenimiento de la salud fiscal y monetaria sea un prop¨®sito sincero. Aunque es cierto que, en varios casos, existe un l¨ªmite pol¨ªtico para cualquier desviaci¨®n. Pedro Castillo, en Per¨², decidi¨® mantener al frente del Banco Central al ortodoxo Julio Valverde. Es posible que, si hubiera provocado su reemplazo, no habr¨ªa tenido los votos necesarios en el Congreso. En cualquier caso, all¨ª est¨¢ Valverde, como garante de la racionalidad econ¨®mica peruana. El chileno Boric eligi¨® como ministro de Hacienda al prestigioso Mario Marcel, que viene de ser el presidente del Banco Central de Michelle Bachelet y de Sebasti¨¢n Pi?era.
La moderaci¨®n puede ser una elecci¨®n o la evidencia de que se lleg¨® al final de un camino. Es lo que viene sucediendo en Venezuela. Nicol¨¢s Maduro logr¨® salir de la hiperinflaci¨®n a trav¨¦s de un ajuste fiscal y monetario que, en otras circunstancias, ¨¦l hubiera denunciado como ¡°neoliberal¡±. La inflaci¨®n venezolana fue, en marzo, 1,4%.
La de la Argentina de Alberto Fern¨¢ndez fue 6,7%. Es la segunda m¨¢s elevada del planeta despu¨¦s de la de Rusia. Fern¨¢ndez pact¨® un programa de racionalizaciones con el Fondo Monetario Internacional: reducci¨®n de los subsidios energ¨¦ticos; suba de la tasa de inter¨¦s; y recorte del d¨¦ficit fiscal, que no podr¨¢ ser financiado, como hasta ahora, con emisi¨®n monetaria. La nueva orientaci¨®n hizo estallar la coalici¨®n oficialista. Cristina Kirchner, que lidera a esa coalici¨®n, rechaz¨® el acuerdo con el Fondo. Pero Fern¨¢ndez, su delegado en la Presidencia, tuvo que sellarlo igual: la alternativa ser¨ªa un colapso capaz de hacer peligrar su permanencia en el poder.
La novedad de fuerzas de izquierda que se abstienen de ensayar una gesti¨®n que ignore el equilibrio de las cuentas del Estado obedece tambi¨¦n a un fen¨®meno pol¨ªtico que recorre Am¨¦rica Latina. Los gobiernos que han surgido, y el que surgir¨¢ en Brasil si vuelve Lula, est¨¢n controlados por coaliciones multicolor, con una base electoral heterog¨¦nea y, por lo tanto, condicional. Cualquier experimento que se aventure m¨¢s all¨¢ de la racionalidad fiscal y monetaria requiere, despu¨¦s de un tiempo, un monto m¨¢s o menos elevado de represi¨®n pol¨ªtica. Es esa la materia que hoy no est¨¢ disponible.
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